sábado, 8 de noviembre de 2025

Carlos Lavaud y Los Eléctricos.

La primera vez que supiste que a los Navegantes del Magallanes también los apodaban “Eléctricos” además de “Turcos”, fue cuando escuchaste aquella canción que entonaba Cheo García con la Billo’s Caracas Boys: “No sé si seremos Turcos, Eléctricos…Navegantes pero lo que es este año echamos palo palante…” Sabías que lo de turcos tenía que ver con la nacionalidad de algunos de los primeros integrantes de la directiva de la divisa en esa maraña histórica que empieza en 1917. Cuando empezaste a hurgar en libros, revistas y periódicos el nombre de Carlos Lavaud empezó a sonar con mucha frecuencia a partir de diciembre de 1945 cuando junto a Yanesito, Martin Tovar Lange y Juan Regetti en una oficina que estaba sobre el cine Capitol de Caracas, fundaron lo que hoy se conoce como la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Luego leíste una entrevista que le hicieron los periodistas de la página deportiva del diario El Nacional al final de aquella temporada alucinante de 1969-1970. Siempre deseaste manejar más detalles de porque Don Carlos Lavaud decidió retirarse del beisbol después de la temporada 1955-1956, lo cual significó la desaparición por ocho temporada del magnético nombre Navegantes del Magallanes. Sabías por las reseñas periodísticas que la razón visible había sido dificultades económicas, pero te quedaba alguna incertidumbre de alguna otra razón desconocida que pudiese haber obligado a tomar esa decisión. Quisiste empezar una investigación, una inmersión con botas de plomo y escafandra al recóndito y remoto fondo marino de aquel buque de Camaleón y de Vidal, de Monzant y Pantaleón, de Berbesía y Clem Labine, Sam Nahem y Sudafrío Hines, de tantas gratas memoria y tres gallardetes en los albores de LVBP. Llegaste a considerar escribir sino una biografía, una semblanza o un ensayo histórico. Hasta le escribiste a la periodista Maria Elena Lavaud y te confirmó el nexo familiar con Don Carlos, pero no sabía nada de él, ni siquiera alguna anécdota rezagada. Sabías que aquel Magallanes de los 1950s no era poca cosa. Que cada pelotero que se enfundaba en ese uniforme dejaba el alma y el corazón en la grama y la arcilla del estadio. Y los juegos con Cervecería y luego Leones eran poco menos que batallas de alta tensión donde el silencio impregnaba cada lanzamiento progresivamente hasta que en el noveno el jolgorio y la euforia eran tan intensos que se podía escuchar el sonido de la pelota al salir de la mano del pitcher. Escuchar las palabras de Don Carlos Lavaud troqueladas en aquella página B-2 de El Nacional dibujaba la química de un equipo que siempre entraba y salía del campo corriendo a toda velocidad, hasta el pitcher avanzaba a paso redoblado hacía el montículo. Aquel equipo contaba con una especia de pátina, de barniz viscoso que mostraba las aristas más profusas de la competitividad. Maria Elena dijo que recordaba a su tío pero no sabía nada de su faceta como dueño de Navegantes del Magallanes. Solo quedaba hurgar en los baúles e investigar en las bibliotecas. La voz de Lavaud en aquella entrevista sonaba profunda y punzante, reconocía el nivel, la calidad de aquel Magallanes de la temporada 1969-1970, solo que seguía insistiendo que nada como aquel Magallanes de Camaleón bateando y atrapando misiles en tercera base. De los duelos de pitcheo más incandescente de Clem Labine, Sam Nahem, Sudafrío Hines, Joe Margoneri y Johnny Hetki, quien una vez pitcheó 18 innings ante los eternos rivales del Caracas. Mientras sostenías aquellas páginas amarillentas afinabas la mirada a ver si entre líneas te colabas hacia el Estadio de San Agustín para ver a Jim Pendleton anotar carreras desde segunda base con rodados al cuadro. O hacia el estadio de la UCV en sus albores para ver a Ramón Monzant lanzar primores y a Bob Lennon y Bob Skinner montar su propio torneo de jonrones. Quería buscar a Lázaro Salazar en el dugout y preguntarle como hacía para siempre disputar los juegos hasta el out 27.
No entendías porque nadie había escrito nada, ni siquiera un ensayo, un folleto, o un libro sobre la vida de Don Carlos Lavaud, al menos como hombre de beisbol que estuvo involucrado en la fundación de la LVBP y además fue dueño y gerente deportivo de uno de los equipos más competitivos en la historia del beisbol profesional venezolano. Ahora resultaba una tarea arqueológica y casi astronómica que exigía escafandras del alta presión para llegar hasta las profundidades recónditas donde pudiese encontrarse algún dato revelador de aquella época maravillosa del beisbol en los años 1950s, con los pitchers bateando, y la estrategia de los managers burbujeando con el bateo y corrido o el squeeze play, además de la sorpresa de la bola escondida que ejecutaban algunos infielders luego de ir a conversar con ellos, luego cambiaron la regla y para validar la jugada el pitcher debía estar fuera del montículo. Era un beisbol muy dinámico y con muchos elementos de ajedrez. A veces te sorprendes escribiendo una lista de las preguntas que le harías a Don Carlos si lo llegases a ver en uno de esos sueños de las tres de la madrugada. ¿Por qué luego de retirarse no regresó nunca más al beisbol, ni siquiera cuando le permitió a Catire Isturiz volver a utilizar el nombre de Magallanes? ¿Por qué realmente se retiró del beisbol? ¿Cómo hacía para siempre estar en contacto con cada pelotero y hacerles observaciones que nadie más les hacían? ¿Qué significó para el la Serie del Caribe de 1955? ¿Además de Clem Labine, estuvo a punto de traer a algún otro jugador de los Dodgers de Brooklyn de mediados de los 1950s? ¿Estuvo alguna vez tentado a cambiar formalmente el apodo de Navegantes por el de Eléctricos? ¿Por qué dejó de traer a Jim Pendleton como refuerzo? ¿Quién era más difícil de firmar, Camaleón o Monzant? ¿Qué tan disminuido estaba Vidal López hacia finales de los 1940s? ¿Sentía que ya el equipo no era el mismo? Ni siquiera te atreves a tratar de imaginar las respuestas. En aquella época del Magallanes de la 1969-1970, alguna vez asomaste una interrogante sobre, “ese señor que administraba al Magallanes”. Tus hermanos solo apretaban los labios y decían que en esa época no sabían mucho de beisbol, solo estaban pendientes de las atrapadas de Camaleón García en tercera base, los jonrones de Vidal López y los blanqueos de Ramón Monzant, y también de los ocho juegos que Clem Labine le ganó al Caracas, por lo cual los caraquistas empezaron a llamarlo ”lavaina”. Seguiste buscando más artículos, más fotografías, más reseñas pero era muy poco lo que conseguía de Carlos Lavaud. Ahora todo quedaba sujeto a la imaginación, la ficción para escribir un texto cercano a los sucesos de aquellas primeras diez temporadas de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Sabias de las hazañas de todos esos peloteros, habías encontrado algunas entrevistas de algunos de ellos. También habías visto varias fotografías de los juegos de la ´poca. Tenías el entorno para empezar la trama de una prosa poética con muchos elementos de novela. También tenías miedo de hacer un mezclote raro. Por eso tantas visitas a la biblioteca, tantas revisiones, tantas paginas borradas.
Sigues ensimismado en los duelos de pitcheo de Ramón Monzant buscando como sus logros van más allá de los de Jay Ritchie con todo y los juegos cruciales que este ha alcanzado en esta campaña mágica de 1969-70 Sigues hurgando, excavando en los engarces magistrales de camaleón García en la esquina caliente y te preguntas que más tiene que hacer Dámaso Blanco para al menos en defensiva ser considerado al menos a la par con el carupanero. Escuchas la voz persistente y firme de Don Carlos Lavaud, “este Magallanes es muy bueno pero no calza los niveles de química, la fruición de la mística, la determinación y obstinación de Lázaro Salazar por dejar el alma en el terreno”. Sigues cavando en aquellas capas geológicas hasta dar con muchos extrainning decididos en extremo, cuando los rivales cantaban victoria, aquel equipo resurgía como el ave Fénix y erizaba la emoción hasta desgastar la piel. Siempre al final de cada inning, la individualidades solo valían en función del equipo. La entrevista ocupa casi media página. Avanza intensa de remembranzas, cargada de anécdotas, impregnada de nostalgia. El periodista pregunta varias veces por qué no intentó regresar a LVBP ni una sola vez, Don Carlos Lavaud seguía registrando episodios que desplegaban la entrega de Camaleón, más de una vez lo vio apretarse vendajes en los tobillos, para esconder una inflamación o forrarse casi toda la mano izquierda para ocultar cortes profundos en los dedos. Se explayaba en epítetos para ilustrar la disposición de Clem Labine para pedirle la pelota al manager cada vez que había un jugo ante los odiados rivales del Cervecería, no importaba si había lanzado el día anterior, él quería salir a competir, a montarse en el montículo para seguirle ganando a sus rivales. Respiraba profundo al rememorar las veces que Vidal López salió de emergente al final del juego para dar el batazo que ponía adelante al Magallanes. Aunque no era el mismo Vidal, la manera como bateaba traía de vuelta las mejores actuaciones del Muchachote de Barlovento en su apogeo jugando dentro y fuera del país. Todo en aquel equipo era un compromiso infinito.
Sigues escuchando la guaracha de Billo’s, sigues buscando la estrofa cuando aparece la palabra “eléctricos”, te gustaría saber si Billo Frómeta compuso la letra de esa canción, si conoció a Don Carlos Lavaud y este le refirió alguna anécdota de la ferretería y el equipo de beisbol, si los peloteros iban a esa ferretería, o si Lavaud les llevaba obsequios de allí cuando ganaban el campeonato o algún juego determinante. Intentas trasladar, traspasar la esencia, la mística, la química de los Navegantes del Magallanes de esta temporada 1969-1970 hasta aquella sustancia indescifrable e indescriptible de los Navegantes de comienzos y mediados de los 1950s. Ves intercalados los rostros de Lázaro Salazar y Carlos Patato Pascual, la ética en cada jugada, la entrega en cada salida al terreno. Miras jugadas inexplicables que solo ellos podían entender. Todo es cámara lenta, imágenes difusas. El periódíco amarillento cruje en tus manos, quisieras estar ahí junto al periodista que entrevistó a Carlos Lavaud. Respetas mucho la historia de los Navegantes, sabes que como Don Carlos Lavaud no habrá jamás otro dueño que se entregue y padezca 39 horas al día las vicisitudes de sus “eléctricos”, conoces por lecturas la profundidad técnica y la intensidad actitudinal de Hetki, Nahem, Hines, Camaleón, Vidal, Labine, Berbesía, Lennon, Spencer, Skinner, Wilson, Monzant, Margoneri, …Pero si algún equipo se ha acercado más a ese nivel es el Magallanes de Gustavo Gil, Dámaso Blanco, Armando Ortiz, Jesús Aristimuño, Dick Baney, Clarence Gaston, Jim Holt, Jay Ritchie, Don Eddy, Orlando Peña, Danny Morris, Gregorio Machado…además ellos fueron capaces de alcanzar lo que ningún equipo venezolano había logrado: ganar la Serie del Caribe.
Alfonso L. Tusa C. Mayo 20, 2025. ©

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