sábado, 21 de septiembre de 2024

Dwight Evans: Excelso jardinero derecho que palidece ante su dedicación como padre.

Uno de tus temas más recurrentes del beisbol es la defensiva y dentro de esta, la del jardín derecho, las destrezas con el guante y sobre todo la potencia y precisión que debe tener el defensor de esa posición. Siempre que te preguntan por tus tres jardineros derechos favoritos respondes: Roberto Clemente, Dwight Evans y Carl Furillo, en ese orden, en esa secuencia. Todos tenían un gran sentido de ubicación, una flexibilidad inesperada para recorrer los confines del rincón más tortuoso del diamante, y más que todo un brazalete, un cañón en el brazo derecho que fulminaba a los corredores. A quien habías visto jugar toda su carrera fue a Evans, siempre querías saber más de su rutina de preparación, de aquella jugada fantasmagórica del sexto juego de la Serie Mundial de 1975, de su liderazgo silencioso en el dugout de los Medias Rojas. Por eso te emocionabas tanto cada vez que hallabas nuevos reportajes o extractos de libros, ninguno tan impactante como los que hablaban de su dedicación como padre.. Aquella conversación con Dwight Evans había iniciado con una observación de uno de los conocedores más agudos del beisbol, Bill James considera que Evans debería estar en el Salón de la Fama de Cooperstown. Entre otros logros nadie bateó más extra bases que él en los 1980s y ganó ocho guantes de oro. James lo catalogó como “uno de los peloteros más subestimados en la historia del béisbol”. Evans empezó por referir como antes de cada juego se llevaba un balde de pelotas hacia el jardín derecho y allí las colocaba en semicírculo, su ejercicio consistía en inclinarse para tomar cada una de esas pelotas y lanzar de inmediato al plato, justo al pecho de la mascota del cátcher. "Let us start with the proposition that Dwight Evans is one of the most underrated players in baseball history," James writes at Grantland.com. Su expresión facial empezaba a tomar trazos de las pinturas más espesas de Van Gogh, cuando recordó un episodio en el dugout cuando Don Baylor, en funciones de autoridad de la corte de los canguros, fue a consultarle a Evans como manejar una situación muy difícil con Jim Rice. Evans llegó el día siguiente con varios versículos de la Biblia referentes a evitar la violencia con tu compañero, tu hermano. Tal vez el momento cumbre de la entrevista llegó con sus recuerdos de aquel sexto juego: “Era el úndécimo inning, y Ken Griffey estaba en primera base. Para ese momento, él era probablemente el tipo más rápido del beisbol. Joe Morgan está al bate, yo me imagino todos los escenarios: ‘¿Que tal si la batea sobre mi cabeza? ¿O si la batea entre dos?’ Pienso que puedo tener que meterme en la tribuna para atrapar la pelota, porque si perdemos, no hay mañana. Todos esos escenarios pasan por mi cabeza”. “Todas las grandes jugadas en realidad se hacen en la mente antes de realizarlas en tiempo real. Tienes que anticipar. Un jugador como Ozzie Smith, con todas las grandes jugadas que hizo, pensaba en hacerlas antes de que ocurrieran. Eso es lo que yo hacía en el right field”. “Cuando Morgan bateó la pelota, esta vino directo a mí, pero sobre mi cabeza. Normalmente una bola como esa empezará a curvear hacia la línea del right field, yendo desde mi derecha hacia mi izquierda, por eso siempre iba un poco hacia la línea cuando corría atrás. Esta pelota no curveó”. “Cuando reviso las repeticiones, veo que la bola estaba sobre el plato pero afuera. Si hubiera estado más en el medio, el la hubiera enganchado, pero no lo hizo. La bateó de frente y la bola se mantuvo recta. Me volteo y veo la línea del right field, corro hacia atrás, y la pelota no está curveando, en realidad está detrás de mí. He ido muy lejos”.
“Si 10000 pelotas fueron bateadas hacia mi en el right field, 9997 de ellas curvearon hacia la línea. Esta se mantuvo recta. Solo hubo dos tipos con los que me ocurrió eso. Uno fue Tony Oliva, su batazo fue hacia el otro lado, hacia el center field. El otro fue Cecil Cooper. Esas fueron las únicas pelotas que fueron bateadas hacia mí como esta”. “Voy hacia atrás, la pelota está detrás de mí, y la pierdo de vista. Perdí la pelota. Salté y lancé el guante detrás de mi cabeza. Por eso lucía tan torpe. La perdí por una fracción de segundo. Ese es un momento de terror en la mente de cualquier pelotero. De alguna manera, la pelota cayó en mi guante. Estaba sorprendido. El catcher de reserva de los Rojos, Bill Plummer, estaba en el bull pen del visitador, y dijo que la pelota hubiera aterrizado a dos o tres filas en la tribuna. La cerca por ese lado es baja, como de un metro de altura, y él dijo que la pelota habría pasado por encima de esta si yo no la atrapo”. “Luego de atrapar la pelota, me volteé para lanzarla. Recuerdo que Fisk fue entrevistado luego de batear su jonrón en el duodécimo inning. Ellos preguntaron ‘¿Qué te pareció la atrapada de Evans?’ El respondió, ‘Si, fue una gran atrapada, pero el tiro fue defectuoso’. “Mientras giraba, lo primero que miré fueron las luces. Fue como ver el sol por una fracción de segundo, como un flash repentino en los ojos. Lancé desviado hacia primera base como por siete metros. Yaz atrapó la pelota y se la pasó a Rick Burleson, quién vino a cubrir primera base. Fue un dobleplay. Fue una gran jugada. No fue la mejor atrapada que hice, pero fue la más importante de mi carrera”.
Luego Dewey habló del jonrón de Dave Henderson en el tercer juego de la serie de campeonato de la Liga American en 1986 cuando los Angelinos de California estaban a punto de barrer a los Medias Rojas de Boston: “Para mí, el jonrón de Dave Henderson fue más importante que el de Carlton Fisk. Mucho más importante. Íbamos a quedar fuera de la serie. El jonrón de Bernie Carbo fue más importante que el de Fisk. No estoy quitándole nada a Pudge. Su jonrón fue grande, fue para ganar un juego, pero el juego estaba empatado. El jonrón de Carbo llegó en el octavo inning cuando perdíamos por tres carreras. Fue inmenso. Fue el jonrón más largo que ví, justo delante del de Fisk”. “Cuando Henderson bateó su jonrón, la policía del estadio nos había sacado fuera del dugout. Nos habían empujado hacia el pasillo. Veíamos a Dave Henderson batear a través de las piernas de los policías del estadio. Él bateaba fouls pitcheo tras pitcheo contra Donnie Moore, quién se suicidó pocos años después. Fouleaba tenedores cortantes, envíos difíciles, y entonces conectó uno para salvar el juego. Había 65000 personas en el estadio y ellos estaban eufóricos y listos para saltar al campo. Para ellos era como si todo se hubiese acabado. Había dos outs, dos strikes, y su relevista estrella en el montículo. Entonces ¡bam! Henderson engancha una y estamos de vuelta. Ganamos en extra inning, luego regresamos a Boston y ganamos los próximos dos fácilmente. Ese, para mí, es el jonrón más grande que vi”. Sabías que Dewey tenía dos hijos que sufrían una enfermedad complicada, conocías cuan reservado era al respecto. Por eso te sorprendiste al verlo declarar sobre aquellos jonrones espirituales. “Mi hijo, Tim, tiene una enfermedad llamada neurofibromatosis. Él ha tenido 40 cirugías mayores y una de ellas ocurrió en 1982 cuando él tenía 12 años de edad. Estábamos en el hospital, donde él había pasado por una cirugía de seis o siete horas, y luego de recuperarse fue llevado a la habitación. Él estaba mareado, casi inconsciente, pero alerta de las cosas y capaz de comunicarse. Le dije, ‘Tim, tengo que ir al estadio. Te amo y hablamos después, nos vemos después del juego’. Entonces lo besé en la frente”.
“Cuando llegué a la puerta, el dijo, ‘Papá ¿me puedes hacer un favor?’ Le respondí, ‘Seguro, Tim ¿Qué quieres?’ El dijo, ‘¿Puedes batear un jonrón para mí esta noche?’ Yo odiaba decir que sí, porque obviamente eso no es fácil, pero regresé a su cama y le dije, ‘Tim, batearé un jonrón para ti esta noche’. Me despedí y regresé a la puerta, él dijo, ‘Papá, ¿puedes hacerme otro favor?’ Le dije, ‘Seguro, Tim, ¿qué es? Él dijo, ‘¿Puedes batear dos jonrones para mí esta noche?’ Ahora no sabía que decir. No había estado seguro de que debía haber prometido uno, y ahora él me pedía dos. Me tenía que ir al estadio, así que le dije, ‘Tim, batearé dos jonrones para ti esta noche’”. “Esa noche, él y Susan, mi esposa, vieron el juego en el hospital. Él dormía y despertaba, Susan le dijo, ‘Tim, tu papá acaba de batear para ti un jonrón’. Dos veces. No me percaté de lo que había hecho hasta después del juego. Cuando estás en el momento, y estás enfocado en el juego, no piensas en, ‘Caramba, bateé un jonrón, y fue para Tim’. Pero después del juego, me di cuenta de lo que había pasado. Si hubo algún momento espiritual en mi vida, fue ese. Yo sabía que alguien había estado mirándome”. “Cuando regresé al hospital, él todavía se dormía y despertaba, pero muy feliz de que yo hubiese bateado dos jonrones. Yo probablemente estaba más feliz. Algunas veces deseo que él me hubiese pedido batear un jonrón mil veces”.
Alfonso L. Tusa C. 27 mayo 2024. ©

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