Se busca plasmar la conexión entre el béisbol y la vida, como cada regla del juego resulta una escuela de reflexión hasta para los seguidores más remotos cuando los sucesos del mundo indican que ciertas veces las normas de justicia son violadas; el transcurso de las sentencias de bolas y strikes reflejan la pertinencia y compromiso de cada pelotero en respetar la presencia del árbitro.Cada jugador deja lo mejor de sí sobre el campo de juego a pesar de lo complicado que pueda ser su vida.
miércoles, 16 de octubre de 2024
Entre dos sueños.
Desde siempre quisiste estudiar comunicación social, porque así podías adquirir destrezas gramaticales necesarias para escribir, para adentrarte por los andariveles de la poesía, avanzar en medio del vértigo de la prosa, diseñar la estructura de los párrafos. Eso te serviría para escribir reseñas diarias con palabras cargadas de añil, revestidas de albahaca, impactadas de rocío matinal, encontrar esas visiones, esos ángulos especiales para apreciar el alma de la biografía, la osamenta de la nostalgia, la esencia de la tristeza. Nunca te atreviste a siquiera asomar que ibas a incluir como segunda opción de la reluciente ingeniería o la atractiva licenciatura química, Comunicación Social o Letras; temías que tus padres se desilusionaran de ti y pasaran horas o días sin dirigirte la palabra. Ese título te permitiría acceso directo a los juegos más decisivos de beisbol profesional, a escribir de lo que más te gustaba. Desde allí podrías acercarte a tu mayor aspiración de siempre: participar en la gerencia deportiva de los Navegantes del Magallanes. Dejar escuchar tu voz en el seno de la organización desde el mismo origen de un nuevo proyecto luego de haber fracasado hasta para clasificar a la serie semifinal.
Aquellas primeras temporadas como seguidor de los Navegantes te habían dejado la curiosidad de conocer como la gerencia se comunicaba con los peloteros. Siempre quisiste saber que hubiera pasado con el equipo en aquella temporada 1968-69, si en lugar de dejar marcharse a los pitchers Bo Belinsky y Salvatore Campisi, se hubiese hecho el intento de convencerlos y ofrecerle lo que estaba al alcance para permanecer con el equipo, no se compite intensamente en una temporada de 60 juegos para luego dejar ir como si nada a los dos mejores pitchers. Después nunca entendiste como Magallanes había salido de un pitcher como Roberto Muñoz sin intentar al menos cambiarlo. Te veías en medio de aquellas reuniones gerenciales preguntando, llamando la atención sobre porque se manejaba al equipo de manera tan desventajosa. Como te atisbas ahora en enero de 2024, en medio de las reuniones preliminares tendentes a elaborar el respecto, el plan de actividades pertinente y necesario para rescatar a los Navegantes del Magallanes del naufragio experimentado en todas las facetas del juego. Nada más alejado de la realidad, sabías y sabes que para tener acceso a esas instancias tenías por lo menos que haber quemado toda una trayectoria en la organización.
Ver al barco corcovear y topetear las velas contra las olas embravecidas traía imágenes de la década de los 1980s cuando el equipo si bien pudo alcanzar algunas clasificaciones, jamás se acercó al umbral de un serie final. En tus imaginaciones te veías entrando al salón de reuniones y tomar la palabra sin previo aviso. Si los Navegantes del Magallanes buscaban dejar atrás el triste desempeño de la temporada 2023-24, alguien tenía que tomar la palabra para recordar que el nuevo proyecto de trabajo tenía que empezar por nombrar al manager y su respectivo cuerpo técnico tan temprano como en febrero, ellos debían formar parte del análisis y decisiones en busca de llevar al equipo a la clasificación directa a la serie semifinal. Hay mucho trabajo por hacer para conseguir los peloteros que garanticen la esencia del juego: pitcheo y defensa. Que esos peloteros se mantengan al menos toda la temporada regular. Para eso es necesario trabajar 25 horas al dia 367 dias al año.
Siempre habías soñado con formar parte al menos como mensajero del equipo gerencial de Navegantes del Magallanes, luego entendiste que esa era una carrera muy exigente que tenía una arrancada muy intrincada porque hasta para ingresar como conserje o barrendero debes contar con contactos claves. Nunca terminabas de resignarte, insistías en que ese momento iba a llegar. Solo que nunca imaginaste que auxiliarías en una calle de Caracas a aquel señor que se le reventó un neumático en plena redoma de Plaza Venezuela. El tipo te invitó a una recepción en Valencia, de inmediato respondiste que te era muy difícil asistir, no tenías los medios económicos. Para tu sorpresa el señor te llamó un viernes al atardecer y te preguntó si podías estar en la redoma de Los Teques a las siete de la mañana del sábado. Con mucha aprensión y desconfianza fuiste a la redoma. El tipo debía organizar un evento donde discutirían el desempeño de Navegantes del Magallanes en la temporada 2023-24
No entendías porque el piso de aquel local estaba tan descuidado, hubieras esperado que una organización de beisbol profesional contratara unas mejores instalaciones para sus actos. Apenas escuchaba una conversación a la distancia: “Fueron demasiados errores, no recuerdo tantos desaciertos en una gerencia, ni cuando el Magallanes pasó aquella década de los 1980s sin ganar un campeonato, al menos aquellos equipos tenían vergüenza deportiva, se fajaban, las importaciones contaban con peloteros respetables, como Orel Hershiser, Brian Holton, Joe Orsulak, Benny Distefano, Mike Bielecki, Billy Hatcher… Esta gerencia, tanto la general como la deportiva no pueden perder tiempo, si normalmente se trabaja 25 horas al día entre febrero y octubre, estos señores deberán trabajar 30 horas diarias por lo menos, tienen que garantizar que por lo menos el equipo va a clasificar para el round robin, que van a contratar al manager a más tardar en marzo, que van a buscar con tiempo a los mejores peloteros criollos e importados”.
Te acercaste lo más que pudiste a la conversación, aprovechaste que había un desgaste pronunciado junto a una mancha anaranjada de óxido férrico a un costado del círculo de algunos siete hombres presumiblemente integrantes del consejo directivo de la organización. Te forzaste a recordar las preguntas básicas de cualquier comunicador social, mil quinientas reseñas, cuatrocientos reportajes, trescientos ensayos de beisbol, de atletismo, de tenis llegaron a tu mente, tenías que idear un texto, un plan, una bitácora para soltarla en la conversación. Los tipos gesticulaban con desespero y empezaban a exasperarse. Primero te vieron despectivos cuando asomaste que era urgente nombrar al manager de inmediato, que el manager debía formar parte de la estructuración del proyecto 2024-25 desde bien temprano. Uno de ellos estuvo a punto de llamarte, los demás lo templaron y se alejaron hasta encerrarse en una especie de oficina.
El hombre que te había invitado te dijo que ellos solo escuchaban opiniones especializadas, de personas con mucha experiencia en el tema y un gran bagaje académico de por lo menos títulos universitarios, o en su defecto peloteros de mucha trayectoria. Cuando casi te habías resignado a que habías metido la pata, uno de los tipos abrió la puerta y te llamó. Necesitaban alguien que llevara el derecho de palabra. Tenías que buscar la manera de idear una excusa, un subterfugio, una ocurrencia, era urgente que dijeras que no era justo que volvieran a reunirse, que dijeran las mil y una soluciones para lograr armar un equipo muy competitivo y luego todo se enfriase, que llegara agosto otra vez sin manager, sin importados y sin haber contactado a los peloteros que de verdad podían apoyar al equipo toda la temporada. Te ardían las manos, sentías una especie de volcán congelado en la garganta, tenías miles de observaciones que hacer y no aparecías en el orden de palabra.
Cada quince minutos, cuando sonaba la alarma del teléfono para indicar que había concluido el tiempo, los oyentes te clavaban la mirada y preguntaban quien seguía como expositor. Tenías aprensión de arriesgarte a pedir la oportunidad de aportar tu parecer, te parecía que tus ideas tenían más de la pasión de un fanático que de la sangre fría que debe tener un gerente dispuesto a conseguir resultados importantes. Y escribías en tu mente, garabateabas en el aire, hasta que en una de las pausas cargadas de tensión del expositor soltaste que el equipo, Magallanes, había tenido una temporada desastrosa, tal vez entre las tres peores en la historia de la organización y resultaba increíble que todavía no hubiera una acción, una decisión un pronunciamiento formal al respecto. Sin que te temblara el pulso ni se te entrecortase la voz dijiste que para ese momento de finales de febrero era más que pertinente, urgente decidir sobre la gerencia general, la deportiva, para que diseñen el proyecto, los reajustes para la temporada 2024-25.
Dijiste que se necesitaba empezar a trabajar 25 horas al día desde ya, que había que buscar tipos que además de conocer las interioridades del juego y la gerencia, sintieran en la médula el compromiso y la responsabilidad de dar lo mejor. Que si era cierto que Melvin Mora estaba en los planes para ocupar un cargo gerencial, bienvenido sea. Hace falta ese tipo de persona íntegra que salía a jugar 150% cada uno de los juegos. Los tipos te taladraron con la mirada cuando sacaste el papel del bolsillo de la camisa. Solo habría un párrafo de diez líneas. Al cabo de 10 minutos indicaste que esperabas que lo de Mora fuese verdad y que propusiera contratar como manager a Álvaro Espinoza, quien está esperando esa oportunidad hace rato y la merece, por toda su trayectoria como pelotero, como técnico y por todo lo que hizo por el equipo incluida aquella vez cuando le dijo al cuida cuartos que recortara la parte delantera de sus spikes para poder jugar con dos dedos del pie fracturados.
Luego agregaste que no te sorprenderías si Melvin Mora planteara y concretara el regreso de Gregorio Machado, pelotero y técnico que entregó todo al equipo para luego ser dejado a un lado desconsideradamente, sin tomar en cuenta ni reconocer todos sus logros. Solo un pelotero que vivió la temporada 1995-96, puede entender y saber lo que hizo Machado cuando se encargó del equipo en medio de una postemporada y logró enderezar el rumbo para ganar el campeonato, eso no se debe olvidar nunca en la historia y la gerencia de un equipo. Hubo alguien que casi te señaló la salida, solo que otros dos te dijeron que continuases, y recordaste tus mejores recursos literarios, plasmaste en el aire una mezcla de ensayo con reseña poética, sabías que te quedaba poco tiempo de ese sueño, por eso ensayaste un remate propio de Emil Zatopek en la maratón olímpica de 1952. Seguiste insistiendo en que era ya, antes de marzo que debían decidir la reestructuración gerencial.
Mientras callaste y dijiste que era todo lo que ibas a decir, imaginaste que Melvin Mora en reunión con Álvaro Espinoza había designado a José Francisco Malavé como coach de bateo. Algo debía quedarle de aquel jonrón que largó en el quinto juego de la serie final de la temporada 1995-96. Los tipos hacían señas para que terminaras y tu seguías visualizando la diligencia de Mora para insistir en que contrataran a Eddy Díaz como instructor de infielders y que trataran de traer a Endy Chávez para que trabajara en la técnica de cubrir los jardines y el corrido de bases. Cuando salías de la sala tropezaste con el marco de la puerta y abriste los ojos justo frente a la pared contigua a tu cama, habías lanzado al piso como siempre la almohada y lamentaste no saber como regresar a un sueño, querías al menos quedarte cerca de aquella habitación a ver lo que decidían aquellos señores.
Alfonso L. Tusa C. 27 febrero 2024.
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