Se busca plasmar la conexión entre el béisbol y la vida, como cada regla del juego resulta una escuela de reflexión hasta para los seguidores más remotos cuando los sucesos del mundo indican que ciertas veces las normas de justicia son violadas; el transcurso de las sentencias de bolas y strikes reflejan la pertinencia y compromiso de cada pelotero en respetar la presencia del árbitro.Cada jugador deja lo mejor de sí sobre el campo de juego a pesar de lo complicado que pueda ser su vida.
martes, 15 de octubre de 2024
Las Fábulas de Brooks Robinson en Tercera Base.
Todavía en 1970 los juegos de la Serie Mundial se realizaban en horas meridianas, los fines de semana los niños que seguían el beisbol disfrutaban la transmisión televisiva en casa, pero este juego de aquella serie entre Rojos de Cincinnati y Orioles de Baltimore ocurrió un día de semana. Miguelin no sabía cómo ingeniárselas para al menos quedarse en casa viendo el comienzo del juego, había escuchado que él tercera base de los Orioles estaba ejecutando unas jugadas increíbles y quería tener la oportunidad de al menos apreciar una de ellas en vivo, directo. Sus hermanos le habían contado que ese tercera base, Brooks Robinson había ganado la Serie Mundial de 1966 cuando los Orioles barrieron a los Dodgers de Los Angeles en cuatro juegos, el campocorto de los Orioles esa temporada fue el venezolano Luis Aparicio quien conformó junto a Robinson la mejor dupla defensiva del lado izquierdo del infield esa temporada.
Aquella temporada de 1966 aunque algún roletazo invisible pasara bajo el guante de Brooksie, Aparicio iba hasta el hueco del abanico y desde allá sacaba al corredor en el salto. Ahora cuando la tristeza de saber que Robinson falleció le hace escarbar profundo en el baúl de los recuerdos, saca varias revistas Sport Gráfico, otras tantas de Baseball Digest, una pelota desgastada, con las costuras deshilachadas y el cuero manchado de clorofila fosilizada, casi del fondo saca la pieza de museo, el cuero casi solidificado por la humedad, la malla parece papel de papagayo, aún puede distinguir la firma casi borrada en el centro del guante, Brooks Robinson, Third baseman. 1966. En este momento entiende que ese 1966 es en memoria de aquella Serie Mundial, la primera que ganaban los Orioles desde que heredaron la franquicia de los Browns de San Luis. Ahora quisiera hablar por telepatía con Custodio para recalcarle que no se arrepentía de no haber dejado que Hortensia cambiara el guante por una nevera.
Todos los batazos, lineazos ceñidos a la raya de cal, roletazos enyoyados a mitad de camino entre tercera base y el plato, toques paralizantes a escasos centímetros del plato, rodados lentos que se dormían en la grama del infield justo detrás del montículo, eran capturados mediante los reflejos inmensos y la maestría de Brooks Robinson y la rapidez y fluidez del guante de Luis Aparicio para conformar el lado izquierdo más solvente de todo el beisbol en esa temporada de 1966, Jim Palmer, Dave McNally, entre otros respiraban profundo cuando los roletazos y líneas salían en esa dirección. Esa temporada para variar Robinson y Aparicio ganaron el guante de oro, parecían dos fantasmas acechando cualquier línea, roletazo invisible o pelota enyoyada alrededor del montículo. Aparicio siempre estaba atento de cubrir el tercer saco cuando había corredor en segunda base y estaba montada la jugada de toque. A veces Robinson tomaba el toque y le pasaba la pelota a Aparicio para forzar al corredor en tercera base.
La primera fábula llegó en el cierre del sexto inning del encuentro inaugural de la Serie mundial efectuado el sábado 10 de octubre de 1970. con el juego igualado 3-3, Lee May fue el primer bateador del inning y conectó un balín que parecía una tiza sobre la almohadilla de tercera, cuando todos cantaban el doble apareció el guante de Robinson en una carrera intensa hacia el fondo del abanico sobre la raya de cal y casi desde la grama exterior soltó un disparo que impactó el mascotín de Boog Powell para sacar a May en lo que fue el primer out, luego vinieron un sencillo y un boleto que hubieran conformado un rally que pudo haber desempatado el juego y hasta abrirlo para la gran maquinaria roja. Miguelín casi se había atragantado con las espinas del jobo de la India que mordía mientras veía el juego por televisión, desde ese momento siempre veía hacia la tercera base cada vez que la cámara mostraba el infield. Esa fue la respuesta de Robinson luego de lanzar mal con la primera pelota que le batearon en la serie, eso lo puso nervioso, pero luego compensó con muchas jugadas increíbles.
La sola presencia de Brooks Robinson en tercera base hizo que los Dodgers de Los Angeles desistieran de su acostumbrada estrategia de toque para embasarse o adelantar a los corredores, eso seguramente influyó en la barrida de cuatro de juegos con la cual los Orioles ganaron la Serie Mundial de 1966. Callado, reservado, tímido, Brooksie merodeaba las proximidades del plato cuando el toque era una posibilidad inminente; de pronto el bateador ajustaba el swing y salía un lineazo contundente y Robinsom con unos reflejos pasmosos sacaba el guante de la nada para atrapar la esférica frente a su rostro, en las tribunas los aficionados entrecortaban la respiración con las mejillas casi transparentes, en la cabina de transmisión los comentaristas atropellaban estornudos y los narradores dudaban en que tonalidad de voz aplicar para plasmar la estridencia de la jugada. Brooksie regresaba al dugout con la mirada clavada en sus zapatos, igual que si hubiera cometido el más terrible de los errores.
La historia que más impresionaba a Miguelín tenía que ver con que Robinson era un zurdo natural que lo único que hacía a la derecha era jugar tercera base y batear. Esa decisión debió tomarla cuando empezaba a practicar beisbol, para poder desarrollar con naturalidad las jugadas en segunda o tercera base. Llevar el guante en su mano dominante le permitía ejecutar atrapadas impensables hacia su lado izquierdo, hacia el hueco entre tercera base y el campocorto. Podía estar jugando muy pegado a la raya de cal, si salía una tiza hacia el hueco regresaba con una naturalidad pasmosa para tomar la pelota en el centro del guante o en la malla y luego soltarla en fracciones de segunda para completar outs de leyenda que hacían exclamar a la audiencia como si estuvieran en la sesión de magia más espeluznante de Houdini, Mandrake o Merlin. Los gritos de asombro se confundían con ovaciones de aplausos, mientras Brooksie ajustaba el guante en su mano presto a ver las señas del cátcher para prepararse para el siguiente bateador.
En una ocasión chocó contra un muro mientras buscaba un elevado en foul, el impacto fue de tal magnitud que cayó al suelo con golpe fuerte en la mandíbula. El quiropráctico corrió hacia él y le pregunto si sabía donde estaba en medio de una gran preocupación. Entonces pidió que llamaran una ambulancia, pero Robinson se levantó y dijo: “¿Qué te ocurre? ¿Nunca has visto a alguien levantarse de una caída?” Entonces pidió su guante y se encaminó hacia la tercera almohadilla con la más férrea determinación. Le pidió a su compañero de segunda base que le lanzara varias pelotas y cada una la atacó con tal entusiasmo que parecía querer devorarla. El pitcher lo veía como a un monstruo marino, el manager ladeaba la cabeza como diciendo: “¿Este de qué es, de hierro, de titanio o de torio?” El acto se completó cuando en el inning siguiente despachó una línea atravesada hacia el rincón del jardín derecho para remolcar la carrera ganadora, mientras llevaba una venda en la mandíbula, de la cual sacaron muelas partidas después del juego.
Con ese mismo estoicismo del impacto en la mandíbula, siempre estaba ahí luego de sus juegos más desgraciados como una vez que cometió tres errores, y a pesar de que estaba devastado emocionalmente, cuando llegaron los periodistas, no se escondió, ni mucho menos enmudeció con miradas adustas. Sentó con ellos en su casillero y explicó que había sido uno de esos días para el olvido, simplemente había tomado la posición indebida o había elegido la peor posición de sus pies para lanzar la pelota. Igual también permanecía en el dugout con sus compañeros luego de las derrotas más dolorosas para reconocer sus errores y reflexionar sobre los ajustes a realizar para el próximo juego. Luego volvía a su silencio como luego de efectuar la atrapada más escalofriante o despachar el cuadrangular más oportuno. Su liderazgo complementaba el de su tocayo Frank Robinson quien hacía observaciones directas a los peloteros, Brooksie hablaba más con sus jugadas o palabras austeras.
La segunda fábula apareció en el segundo juego de la Serie Mundial de 1970 (domingo 11 de octubre). Apenas en el primer inning, aún con el eco del grito de “¡Play ball!” reverberando en el infield. Un batazo con etiqueta de doblete salió sobre la línea de tercera base y Robinson lo tomó con el guante de revés para hacer el out forzado en segunda que detuvo en seco la posibilidad de un rally para los Rojos, Miguel Cuellar respiró profundo en el montículo y se tocó la visera de la gorra en reverencia hacia Robinson. Luego en el tercer inning Robinson tomó otro linietazo sobre la raya de tercera y lo convirtió en un dobleplay 5-4-3, Tom Phoebus empuño su mano de lanzar hacia Brooksie tan pronto se completó la jugada. Eso mantuvo a los Orioles en el juego quienes regresaron con un ataque de su ofensiva hacia el final del juego para ganar 6-5 en once disputadas entradas. Cuando los periodistas buscaron a Robinson al final del juego, este les señaló el casillero del primera base Boog Powell, “sin su jonrón hubiera sido difícil ganar”.
Otra firma de Brooks Robinson con firma de 1970 con la dedicatoria: “To my dear friend Custodio”, aparecía sobre la troquelada por la compañía fabricante del guante, casi en la base de los dedos medio y anular del mismo. Al costado estaba la rúbrica de Luis Aparicio (”Con mucho afecto para mi amigo Custodio”). Nada más los componentes de aquel incandescente lado izquierdo del infield de los Orioles campeones de 1966, responsables en buena parte de infinidad de asistencias, outs y dobleplays que salvaron más de una situación complicada para los pajaritos negro-anaranjados. Por eso nunca aceptó cambiar el guante por la nevera, aunque hubiese dicho que lo iba a pensar, nunca lo hizo. Hortensia tuvo que reclamarle a Custodio que iban a perder la oportunidad de ponerse en una buena nevera y cuando este consultó con Miguelín este respondió con un sonoro: “¡No!”. Paco le había regalado ese guante a Custodio cuando este terminó sexto grado y Custodio consiguió las firmas del tercera base y el campocorto unos meses después mediante una carta que escribió a la revista Sport Gráfico. Cuando se lo obsequió a Miguelin este no sabía donde guardarlo
La tercera fábula llegó en varias entregas. En el tercer juego (martes 13 de octubre) Miguelín simuló que tenía gripe y Hortensia le permitió quedarse en casa, cuando brincó de la emoción al apreciar como Robinson saltaba para tomar un roletazo de botes altos sobre su cabeza e iniciar un dobleplay al pisar la tercera almohadilla y retirar en la inicial a Tany Perez, Hortensia descubrió la mentira y lo llevó casi a rastras a la escuela. Al regresar se enteró que en el segundo inning Brooksie había ejecutado otra atrapada ante un roletazo enyoyado sobre la raya y soltó la pelota de inmediato para lograr el out en la inicial y más adelante se zambulló de cabeza hacia su mano izquierda para tomar una línea peligrosa de Johnny Bench. En el cuarto juego bateó de 4-4 incluyendo cuadrangular y tomó un rodado de Bernie Carbo para convertirlo en out forzado que terminó el inning. En el quinto juego realizó la jugada que quedó grabada por siempre entre los puntos cumbres de las series mundiales, se lanzó de cabeza hacia su derecha para tomar de aire una line bestial de Bench en territorio foul. Miguelín aunque no podía ver los juegos en vivo esperaba el noticiero de las diez de la noche para ver las fábulas de Robinson.
Alfonso L. Tusa C. 02 de de octubre de 2023. ©
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Preguntas y respuestas con Jane Leavy, Parte II.
David Laurila. Baseball Prospectus. 23-11-2010. David Laurila: Los Yanquis firmaron a Mantle en 1949. ¿Cómo fue descubierto? Jane L...

-
Bruce Markusen. Los trabajadores del Salón de la Fama también son aficionados al beisbol y les gusta compartir sus historias. Aquí e...
-
Los sábados de quinto grado eran de hacer temprano las tareas para el hogar, ordenar el cuarto y luego ir a tocarle la puerta a Alberi, de...
-
A partir de la esquina del Doctor Ortíz, apretábamos el paso. Santiago tomaba dos pasos y una zancada casi rozando la baranda de los ja...
No hay comentarios:
Publicar un comentario