domingo, 13 de octubre de 2024

Beisbolista con alma de músico. El jardinero central Bernie Williams sabe ponerse a tono como astro y como ser humano. Pat Jordan. Selecciones. Reader’s Digest. Octubre de 2000.

Bernie Williams de los Yankees de Nueva York tiene la mirada soñadora de quien está absorto en sus pensamientos. Como siempre, se prepara para actuar retrayéndose. Solo que hoy no se encuentra en el estadio de los Yankees, rondando el jardín central con una gracia felina que recuerda a Joe DiMaggio, sino en la tarima del Bottom Line, un club neoyorquino. En vez del uniforme rayado lleva pantalones vaqueros, y se dispone a tocar la guitara ante algunos cientos de admiradores. También así se prepara para jugar. Mientras que la mayoría de los deportistas se llenan de emoción antes de un partido, él se queda quieto y ensimismado. El jardinero derecho Paul O´Neill, el polo opuesto de Bernie (un manojo de nervios que apenas puede controlar el ansia previa a los encuentros), dice: “Bernie se sume en su propio mundo”. “Me concentro en dominar una zona”, explica él. “No me fijo en el público ni en nada más que los jugadores”. Necesita intelectualizar el juego antes de ejecutarlo, así como un músico intelectualiza una pieza antes de tocarla. Esto se comprende si se considera que de niño era mejor músico que beisbolista. La música era su don innato, el beisbol, una habilidad aprendida. “Bernie se ve más natural con una guitarra que con un bate”, comenta Joe Torre, manager de los Yankees. “Su juego no es obra del instinto, sino del esfuerzo y la experiencia”. Durante su infancia en Puerto Rico, su padre, Bernabé, que era marinero, lo animó a que aprender a tocar un instrumento. Resultó tan buen guitarrista que lo inscribieron en la Escuela Libre de Música, donde estudiaban jóvenes dotados. Para asistir debía levantarse a las cinco de la mañana y viajar una hora para llegar. Allí tocaba la guitarra durante cuatro horas al día, y solo después le permitían jugar beisbol.
En general, los chicos deportistas son mimados por los adultos y creen merecer un trato especial, no así Bernie, para quien la música y los estudios eran los primero. Rufina, su madre, era maestra y directora de una escuela de enseñanza media. “Era muy firme con respecto a la educación”, cuenta él, “pero sobre todo en cuanto a la excelencia. Me enseñó que la excelencia es el fundamento de la vida”. Con el tiempo Bernie desarrolló una aptitud para el beisbol que interesó a los buscadores de talento. Aún hoy se pregunta que habría sido de él si hubiera perseverado en la música en vez de firmar un modesto contrato de 16.000 dólares con los Yankees a los 17 años. Pero el caso es que firmó y en 1986 fue enviado al equipo filial de ligas menores en Sarasota, Florida. Cuando en 1991, al fin lo llamaron a jugar con el equipo mayor, era un joven larguirucho y reservado. Por entonces los Yankees, según algunos, eran unos veteranos de excesiva edad, más interesados en sus estadísticas personales que en ganar. “Eran jugadores de la vieja escuela y estaban desintegrándose”, recuerda Bernie, al que apodaban Bambi porque abría los ojos como un ciervo asustado. No sería la última vez que malinterpretaran su callada tenacidad. A él le cuesta mucho trabajo adquirir las cualidades que no le son innatas, pero rara vez se nota su esfuerzo. Los Yankees de hoy, en cambio, lo aprecian, aunque no siempre lo entiendan. Lo consideran un jugador excelente, muy hábil para atrapar la pelota, y también simpático. “Es un hombre sencillo”, comenta el tercera base Scott Brosius. El lanzador Jeff Nelson añade: “Bernie nunca le da la espalda a quien está en apuros”. Una vez declaró algo inusitado para un atleta en esta época de superestrellas machistas: “Quiero a mis compañeros. Nos abrazamos, nos apoyamos”.
Los Yankees se están cambiando en los vestidores y charlando tranquilamente, y mientras Bernie se pone el uniforme, llego yo y me presento. __Te estaba esperando __me dice sonriendo. De hecho, había enviado a un representante de relaciones públicas del equipo a recibirme para la entrevista que habíamos concertado __contraste total con la actitud de muchos deportistas famosos que me han dejado plantado o me han hecho esperar horas enteras. Le pregunto si su reputación de hombre simpático no afecta su reputación de deportista. __La gente confunde simpatía con debilidad y cree que no tengo carácter __responde__. Me ha llevado mucho tiempo demostrar que también tengo otra personalidad, la de un ser intenso que desfoga su instinto asesino en el campo de juego. Le pregunto que es lo que la gente no sabe de él, esperando que reconozca lo que supongo que: como otros deportistas, tiene un gran ego, aunque lo disimule. Sin embargo, me contesta. __Nadie se da cuenta de lo que me cuesta jugar bien. Creen que es un don natural, pero se equivocan. Yo insisto y le pregunto sin rodeos si no oculta un gran ego. Se queda pensativo y dice: __ Creo que tienes razón. Procuro ocultarlo porque mis padres me enseñaron a ser humilde. Me decían que nunca hablara de mi mismo, que dejara a los demás hacerlo. __ ¿Serías capaz de decir que eres el mejor, como Muhammad Alí? __ ¡Claro que no! __dice riendo. Cuando tiene que irse, se levanta, me estrecha la mano y, con una ancha sonrisa exclama: __ ¡Fue un placer hablar contigo! Es la primera vez que un deportista me lo dice. Suelen comportarse como si la entrevista fuera una cita para sacarles las muelas del juicio.
Bernie Williams difiere de muchos deportistas famosos, quizás porque no anduvo el mismo camino que los demás; fue músico antes que beisbolista. A muy corta edad le inculcaron la espiritualidad y la generosidad de la música, en la que solo importa producir los sonidos como se debe. De igual manera, “la única meta de Bernie en el beisbol es jugar como es debido”, dice Ken Schnake manager general del equipo de ligas menores de los Yankees en Columbus, Ohio. Después de un encuentro, Bernie se sienta en los vestidores, con el uniforme empapado en sudor, y responde una pregunta sobre su solo de jazz en el Bottom Line. __ Fue la mayor presión de mi vida. Estaba solo bajo el reflector, sin compañeros que me apoyaran. No tenía más que una oportunidad de actuar bien. __Hace una pausa; su mirada se vuelve soñadora, como si estuviera pensando en otra vida, y después ríe__. ¡Gracias a Dios había muchos seguidores de los Yankees que no sabían nada de música! __ concluye, dejando de lado el sueño y regresando a una realidad que le sienta muy bien.
Transcripción: Alfonso L. Tusa C. 15 agosto 2023.

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