sábado, 25 de enero de 2025

Ron Tompkins, la entrega de un pitcher.

Hay imágenes sonoras que permanecen tanto o más en la memoria que muchas visuales, puede parecer exageración o delirio. Hacia finales de los años 1960s, cuando iniciaba mi aprendizaje y seguimiento del beisbol, en medio de la penumbra de la habitación donde escuchaba el juego con mis hermanos, casi me zambullo en las cornetas del radio de bulbos cuya pantalla de números verdes en fondo negro con una enorme aguja roja centelleaba en un rincón; el narrador subía su emoción: “el pitcher Ron Tompkins se lanza y da una vuelta canela frente al plato lanza a primera y completa un out de espanto ¡qué clase de jugada!” Hasta el presente, luego de haber presenciado innumerables juegos de beisbol, jamás he sabido o presenciado alguna jugada similar. Intento recrear el momento y no consigo plasmar la imagen de alguien lanzándose sobre su cuerpo para tomar una pelota en el más clásico estilo libre de natación y además levantarse de inmediato para lanzar a primera base y completar el out. Varias veces me dije que lo había soñado. Muchos años después, cuando leí que lo apodaban “Stretch” (Estirable o flexible), entendí porque había hecho aquella jugada. Había escuchado a mis hermanos hablar de Tompkins cuando leyeron en la página deportiva de El Nacional el anuncio de la importación de los Navegantes del Magallanes para la temporada 1968-69. Además de lamentar que trajeran a Clarence Gaston, que venía de fracasar la temporada anterior con Cardenales de Lara, de dudar de las posibilidades de Pat Kelly aunque era una recomendación de Cesar Tovar, de medio asomar que Joe Rudi podría resultar, de animarse con la presencia de Bob Belinsky, se detuvieron un rato ante el nombre de Ron Tompkins, el pitcher venía de perder 12 juegos con Cardenales de Lara pero su efectividad fue de 2.80 en 138 innings. Tal vez no tenía los pergaminos de Belinsky, ni la presencia de Salvatore Campisi en grandes ligas con Cardenales de San Luis, ni los números de Roberto Muñoz en la liga venezolana, pero este Tompkins inspiraba al equipo cada vez que subía el montículo. Felipe siempre hablaba de un juego de mediados de noviembre de 1968.
Magallanes recibió a los Llaneros de Acarigua en el estadio de la Universidad Central y enfrentó al propio Roberto Muñoz antes de que este llegara a los Navegantes más adelante esa temporada en un cambio por el primera base Oswaldo Blanco. Clarence Gaston descargó vuelacercas de dos carreras en el cuarto inning, mientras Ron Tompkins diseminaba seis imparables y mantenía en blanco a los Llaneros hasta el séptimo inning cuando le anotaron la única carrera. Ese tipo de actuación empezó a reiterarse a través de los juegos, si la ofensiva de Gaston y Kelly era una constante, el pundonor, el coraje y la entrega de Tompkins refulgía en cada juego que abría o venía a relevar. Varios años después tuve oportunidad de hojear un ejemplar de The Sporting News de inicios de los años 1970s y me enteré de que la barajita de novato de Tompkins era una de las más buscadas porque era compartida con una leyenda del beisbol; Johnny Bench. Tompkins había pasado desde Atléticos de Kansas City a Rojos de Cincinnati. Una vez que Roberto Muñoz llegó al Magallanes esa temporada 1968-69, parecía como si él y Tompkins ganaran todos los juegos para Magallanes. Si, ahí estaba Bob Belinsky y sus pitcheos dominantes, Salvatore Campisi y su sapiencia para bordar la zona de strike, Bill Butler y la potencia de sus envíos, pero Tompkins y Muñoz parecían los caballitos de batalla de todos los días. El 24 de noviembre Cardenales de Lara salió adelante con jonrón de Bert Campaneris ante Tompkins. La respuesta navegante llegaría en el cierre del cuarto inning cuando Pat Kelly despachó vuelacercas ante Pedro Ramos. En el cierre del quinto inning, luego de dos outs, Dámaso Blanco sencilleó al jardín central y Gustavo Gil llegó a primera por imparable de piernas que llevó a Blanco hasta la antesala. Kelly impulsó a Dámaso con la de adelantar a Magallanes y luego Gaston descargó cuadrangular de poner la pizarra 5-1. Tompkins solo permitió una carrera en el sexto inning y después completó el juego al diseminar siete imparables de los Cardenales para ganar 5-2.
Tompkins había iniciado su carrera en el beisbol profesional en las categorías D y A de las granjas de los Atléticos de Kansas City, ese 1962 tuvo marca de 4-8 y efectividad de 2.48 en 120 innings de labor, además de mostrar buen control al pochar casi 10 bateadores por cada 9 innings. En 1963 con el Lewiston de la Northern League (A), Tompkins se cotizó como uno de los mejores pitchers jóvenes de la liga al terminar entre los líderes en victorias (12), efectividad (3.02) y ponches (193). La única queja sobre él era que podía ser lento en su juego, decían que retardaba el juego con el constante ajuste de sus pantalones. Nadie lo decía pero ese retraso hacía desesperar a los bateadores y eso favorecía a Tompkins porque los sacaba de concentración. En 1964 ganó 13 juegos para el Birmingham AA de la Southern League y fue catalogado junto a Cafish Hunter, Paul Lindblad y Blue Moon Odom como los principales pitchers jóvenes de la organización de acuerdo al gerente general de los Atléticos de Kansas City Pat Friday. El 30 de noviembre los Navegantes del Magallanes visitaron a los Tigres de Aragua en el estadio “José Pérez Colmenares” de Maracay. Ron Tompkins abrió por Magallanes y cubrió toda la ruta en una victoria 5-2 en la cual recibió el apoyo defensivo de Jesús Aristimuño en el campocorto y de Pat Kelly quien tomó una línea en el jardín central corto y luego completo la doble matanza en segunda base para cerrar el cierre del quinto inning, los Navegantes había marcado cinco carreras en la apertura de ese inning. A partir de allí Tompkins apretó el brazo hasta conseguir el triunfo. El 2 de diciembre, con apenas dos días de descanso, Ron Tompkins le dijo al manager Napoleón Reyes que el podía abrir el juego y aunque recibió bastante apoyo ofensivo de sus compañeros, principalmente de Armando Ortíz quien bateó de 5-3 y empujó 5 carreras. Hasta ese momento Tompkins era ese pitcher que se echaba el equipo al hombro que pedía la pelota cuando parecía que todo estaba perdido.
Entonces el 6 de diciembre Magallanes visitó a los Tigres en el José Pérez Colmenares de Maracay. Tompkins subió al montículo y se mantuvo por 8.1 innings cuando Salvatore Campisi lo relevó para mantener la victoria 4-2. Tompkins desperdigó ocho imparables, solo permitió dos carreras, ambas inmerecidas, no concedió boleto. De nuevo Armando Ortíz fue su principal aliado a la ofensiva al batear de 4-2 con dos carreras empujadas. A partir de esos inicios de diciembre de 1968 Tompkins contó con el apoyo y la camaradería de otro pitcher que llegó al Magallanes mediante un cambio con Llaneros de Acarigua por el primera base Oswaldo Blanco. Desde ese momento Roberto Muñoz formó una yunta invencible con Ron Tompkins para echarse al equipo al hombro al abrir y relevar juegos casi todos los días. Algunos años después, mientras recordábamos episodios de esa época, mis hermanos relataron una anécdota que habían leído en algún periódico o revista, o les había referido algún amigo. El sábado 7 de diciembre Magallanes había sido anfitrión ante Leones del Caracas en un juego que decidió Clarence Gaston en el cierre del décimo tercer inning con cuadrangular a las gradas del jardín central para ganar 3-2, Roberto Muñoz se apuntó la victoria en trabajo de 3 innings donde permitió 3 imparables y recetó 2 ponches, entró a relevar a Bill Butler en el undécimo inning, antes Salvatore Campisi había relevado al abridor Bob Belinsky. La anécdota dice que aquel sábado, en lugar de quedarse jugando dominó con sus compañeros en el dugout, Tompkins y Muñoz fueron a cenar al restaurante El Tropezón, que quedaba frente al estadio por Los Chaguaramos. Tompkins se quedó impresionado por el olor de aquellas tortas amarillas y la fruición con que Muñoz devoraba el platillo. Le dijo que si regresaban el día siguiente iba a cambiar de su hamburguesa doble de queso amarillo por “esas panquecas con queso blanco y carne mechada”. Muñoz sonrió y le dijo que estaba bien pero “esas no son panquecas...son cachapas de jojoto”. El domingo 8 de diciembre de 1969 los Navegantes del Magallanes recibieron a los Tiburones de La Guaira en el estadio de la UCV. Esa vez Salvatore Campisi subió al montículo por Magallanes ante Rollie Fingers por La Guaira. De nuevo Clarence Gaston se puso el traje de héroe para dejar en el terreno a los escualos 4-3. Roberto Muñoz relevó a Campisi en el octavo inning y solo permitió un imparable sin carreras en dos innings. Tompkins relevó a Muñoz en el décimo episodio y aunque permitió una carrera y dos imparables terminó apuntándose la victoria.
Muñoz y Tompkins celebraron con sus compañeros y casi de inmediato se vistieron con sus ropas domingueras y regresaron a El Tropezón. Muñoz casi privado de la risa tuvo que intervenir para explicarle al mesero lo que trataba de pedir Tompkins. Quería tres cachapas con ensalada de gallina y tajadas de aguacate y plátano frito. El mesero tenía que dar la espalda para evitar largar la carcajada ante la lenguarada atropellada de Tompkins. Los vocablos que más resaltaban eran “aguacado” y “plataino friro”. Cuando terminaron de comer Muñoz estuvo una rato intentando enseñarle a Tompkins como pronunciar las “t” y las vocales en castellano. El 15 de diciembre Magallanes visitó Barquisimeto, Tompkins subió al montículo para enfrentar a Jerry Crider y los Cardenales. Aunque Tompkins recibió dos jonrones de Carlos Santelíz, hubo respaldo de Walter Williams quien bateó de 3-2 con cuatro empujadas y jonrón y de Clarence Gastón con otras dos empujadas que decretaron la victoria 6-4. Roberto Muñoz entró al rescate en el cierre del noveno inning y aunque concedió un boleto, sacó el cero y se apuntó el juego salvado. El 5 de enero de 1969, en plena carrera por la clasificación, Roberto Muñoz relevó a Bill Butler desde el sexto inning para preservar el triunfo de Magallanes sobre los Llaneros de Acarigua en el estadio universitario 4-1. Esa vez Muñoz pidió una arepa de reina pepeada y cuando Tompkins intentó ordenar otra para él, Muñoz casi se ahoga de la risa con la pronunciación sincopada de Tompkins: “Una agrepa de greigna pegpeide per feivor.” El 15 de enero Muñoz volvió a relevar para mantener el triunfo de Gilberto Marcano 4-1 sobre Tiburones de La Guaira. Muñoz y Tompkins habían acordado que si alguno de ellos ganaba o salvaba un juego ese brindaba las arepas y cachapas. Pero si los dos lanzaban en el juego y Magallanes ganaba, entonces uno compraba las arepas y otro el postre. Por eso Tompkins se sorprendió el 15 de enero de 1969, ese día Roberto Muñoz salvó la victoria de Gilberto Marcano ante los Tiburones de La Guaira 4-1. Después de cenar en el tropezón, fueron a una casa cercana.
Roberto Muñoz tocó la puerta y saludó a una señora de unos 50 años y le preguntó si tenía tiempo sin hacer bienmesabe. Cuando Tompkins probó la torta húmeda de coco, pidió repetir. Desde entonces cada vez que Muñoz abría o relevaba un juego, Tompkins le decía al manager que el podía relevar. En el primer juego de la final en un todos contra todos (La Guaira, Caracas, Aragua, Magallanes). Los Navegantes visitaron a La Guaira en el estadio Universitario. Richard Nye versus Ron Tompkins, el juego llegó 0-0 al cierre del noveno innings y Magallanes perdió 1-0 por errores del propio Tompkins y de Aristimuño. Luego de lamentar y asimilar la derrota en el dugout, Muñoz invitó as Tompkins a comer bienmesabe. Luego de mantenerse callado por media hora Tompkins accedió a saborear la torta solo si primero el pagaba las arepas de “greigna pegpeide” y la cachapas en El Tropezón.
Alfonso L. Tusa C. 04 de marzo de 2023. ©

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