domingo, 19 de enero de 2025

Solo un ejercicio mental. Reflexiones de otra travesía de Navegantes del Magallanes.

Siempre has querido hacer este análisis, describir este paisaje, escrutar esta situación sin señalar a nadie, sin resquemor en la mirada, ni asperezas en la voz. Es una especie de sueño o fantasía recurrente que has visitado en cada una de esas temporadas cuando los Navegantes del Magallanes se han quedado a medio camino en la ruta a puerto seguro. El sabor a bicarbonato de sodio en la faringe y el escalofrío en la nuca son idénticos a los de aquella temporada de 1968-69 cuando a pesar del gran desempeño de Clarence Gaston, del compromiso de Dámaso Blanco, la constancia de Pat Kelly, el oportunismo de Gustavo Gil, la entrega de Ron Tompkins, el coraje de Roberto Muñoz, la presencia de Joe Rudi, la insistencia de Armando Ortíz, el pundonor de Walter Hriniak, la determinación de Bo Belinsky, la gallardía de Bill Butler, el aporte de Salvatore Campisi, la diligencia de Jesús Aristimuño; los Navegantes encallaron en la final ante Leones, Tigres y los campeones Tiburones de La Guaira. Entonces mucho se habló de que el equipo había ido a esa final en desventaja por las deserciones de Belinsky y Campisi, lanzadores esenciales en la recta final. Ahora en esta temporada 2024-25, la gerencia contrató por segunda ocasión a un manager que nunca había tenido contacto con la organización desde adentro. Eduardo Pérez hizo un buen trabajo, tomó sus decisiones, desarrolló su estilo, y lamentablemente no hubo la química suficiente para ganar en seguidillas continuas. Eso es válido, muchos managers han sido campeones con equipos ajenos para ellos hasta ese momento. El caso más cercano de los Navegantes es Wilfredo Romero. Sin embargo, cuando los objetivos quedan pendientes, se abre el compás de reflexión y los binoculares pueden girar a otras opciones más cercanas al tráfago del buque. Este es el ejercicio que te gusta imaginar, dentro de la junta administradora de la fundación preferiblemente con voz y voto, aunque te vean como advenedizo y emocional.
Ahora la discusión pasa primero por ratificar o reelegir la actual junta administradora que ha procedido con las mejores intenciones pero los resultados, los objetivos quedaron a distancia considerable. Entonces la reflexión principal reside en determinar si continúa o no la actual junta y por consiguiente el gerente deportivo. Pareciera el momento de dar un paso al costado y permitir que otros enfoques, otras filosofías, otras maneras de entender el beisbol recalen en la sala de mandos. Nadie duda de la diligencia y la disposición de los señores Héctor Arias y Luis Blasini, sin embargo llega el momento de confrontar logros y si no los hay, reconocer errores, analizar a profundidad las correcciones. O permitir que venga otro ciclo, que empiece otra gestión gerencial. Si este es el caso, te agradaría sobremanera participar en la tormenta de ideas de la nueva junta administradora en ocasión de escoger al nuevo manager. Desde la impertinencia y el atrevimiento de un simple invitado, pedirías un previo para recordar lo que consideras la esencia del beisbol: defensa y pitcheo. En eso ha estado fallando Navegantes del Magallanes desde hace varias temporadas, si mal no recuerdas, al menos las últimas tres. Más allá de que LVBP se haya convertido en una liga de bateadores, que cada vez es más difícil disponer de lanzadores capaces de mantener efectividades por debajo de 4.00; se trata de planificar desde el propio febrero, para buscar los pitchers que puedan asumir la responsabilidad de mantener un rendimiento equilibrado a lo largo de la temporada, que si un día son bateados, como le puede ocurrir al mejor, el día siguiente esten trabajando en el bullpen con el coach de pitcheo y el coach de bullpen para identificar las fallas, idear los ajustes y empezar a ejecutar las nuevas configuraciones de estrategias de secuencia de pitcheos, de virajes a las bases con los cátchers y los jugadores del cuadro interior.
El verdadero team work, el auténtico trabajo de equipo se gesta en el campo, cuando los nueve peloteros están en sus posiciones e interactúan de manera engranada para desarrollar las jugadas apropiadas para lograr los outs, anticipando la estrategia rival. Siempre el buen pitcheo dominará al buen bateo y la buena defensa fortalecerá, reanimará los momentos duros de ese pitcheo. Para eso se debe trabajar mucho tiempo antes de la temporada, disponer de un gerente deportivo que tenga una gran comunicación con los peloteros y un manager capaz de deletrear la frase trabajo de equipo hasta en el autobús y en el restaurant. Este Magallanes de la temporada 2024-25 nunca ganó cinco juegos seguidos, había un ensayo de continuidad, de estabilidad, pero no terminaba de cuajar, no había equilibrio entre juego y juego. Lo que ayer fue acierto el día siguiente resultaba territorio agreste de muy poco progreso. Eduardo Pérez como manager tuvo varios aciertos, logró motivar al equipo a valorar y trabajar por la victorias, consiguió integrar a todos los peloteros mediante la rotación de la alineación, eso es válido cuando se tiene el personal y el nivel de conciencia adecuado, dejó claro en el terreno de juego que iba a reclamar ante los árbitros el mínimo asomo de decisiones dudosas. En otro orden de ideas hubo muchos juegos donde parecía desconocer las cualidades de los peloteros que tenía en la banca y en medio de un juego cerrado traía de emergente a un novato que por más prometedor que fuese no iba a tener más experiencia o conocimiento de la liga que alguien con más de cuatro o cinco años lidiando con los pitchers más enrevesados. De pronto un pelotero actuaba bien como Ángelo Castellano quien bateó dos jonrones en un juego ante el Caracas, o Tucupita Marcano que destacó con el madero en pleno round robin y por arte de magia desaparecieron de la alineación regular sin explicaciones.
También son indelebles muchos episodios donde Pérez trajo a relevar pitchers sin ningún tipo de tráfago en la temporada actual, con un juego en situación crucial, con otros relevistas listos para la acción disponibles, esperando que los llamasen. O más misterioso aún, los casos de Onelki García y Derek West. García pasó más de dos meses en el roster en principio en condiciones de lanzar y solo lanzó en a lo sumo tres ocasiones, una de ellas en la serie extra campeonato efectuada en Miami, donde por cierto se vio muy bien, igual que el novato Amilcar Chirinos, este fue utilizado con cierta regularidad a partir de esa serie, García continuó su experiencia fantasmal en el bullpen. West lanzó algo más pero nunca asumió más de tres aperturas continuas, ni siquiera en round robin cuando debió abrir al menos alguna de las aperturas asignadas a Edwar Colina. Movimientos muy misteriosos. Todo muy cargado de suspenso, impregnado de incertidumbre, revestido de fugacidad. En torno al tema de las alineaciones distintas a diario, no es que no se deba hacer, esto podría ser válido cuando se tiene una filosofía de juego que ubica al trabajo de equipo de tal manera como primera prioridad que el manager concede o le da confianza hasta al último pelotero del dugout. Es un poco el tema de Earl Weaver y el sistema de jugadores de medio tiempo (platooning) en aquellos Orioles de Baltimore de inicios de los 1980s, si había peloteros ancla como Cal Ripken Jr. y Eddie Murray, pero el resto del equipo gravitaba en torno a los ajustes que Weaver hacia a diario en la alineación, esos Orioles eran un equipo que siempre aparecía en la lucha por el título de la división este de la Liga Americana y varias veces lo ganaron. En Magallanes se recuerda mucho la gestión de Tim Tolman, en 1993-94 la alineación diaria de Magallanes tenía al menos tres o cuatro variantes en medio de un equipo plagado de gran talento, juventud y ansias de salir a dar lo mejor en el campo, se sabe de que fueron capaces.
Respecto a la alta gerencia, la gestión del Señor Héctor Arias ha mostrado varias omisiones como la tardanza del nombramiento del manager en la zafra 2023-24, eso por supuesto representa una desventaja difícil de solventar porque retrasa la planificación del cuerpo técnico, los contactos con los peloteros, la gestación de la química del equipo. Para esta pasada justa 2024-25 se mejoró en la fecha del nombramiento del manager, igual se notó un vacío de liderazgo, de profundidad en trabajo de equipo. La química de un equipo no solo trata de apretones de manos y abrazos tras las victorias, se manifiesta ejecutando las pequeñas jugadas en los momentos claves del juego (atacar un roletazo de rutina de frente, ejecutar el dobleplay de rutina, respetar lanzar la pelota a los peloteros de corte cuando se lanza pelota desde los jardines, saber cuando salir a robar una base o venirse hacia el plato), esas son tareas, asignaturas diarias de una gerencia, de un cuerpo técnico comprometidos con el equipo. Respecto al señor Luis Blasini, es cierto que ha realizado muchos movimientos positivos a lo largo de varios años de gestión en la gerencia deportiva de Navegantes del Magallanes, ha traido peloteros esenciales para los tres campeonatos que ha logrado desde la citada gerencia. Sin embargo desde hace algunos años los cambios que ha venido realizando son más difíciles de entender, el más complicado es el de Romer Cuadrado a Caribes por Diego Castillo y José Paricaguan. Castillo tuvo algunos juegos importantes, luego decayó y terminó desapareciendo de la alineación y hasta del roster. Paricaguan nunca mostró la competitividad que justificaba el cambio. En cambio Magallanes adoleció toda la temporada de un jardinero derecho con el brazo y el guante de Cuadrado, eso resiente el engranaje de un equipo. Respecto a los refuerzos, sobre todo el pitcheo, ninguno de los pitchers mostró estabilidad en sus presentaciones. Apenas Cristofer Ogando y Derek West tuvieron destellos de competitividad, pero nunca se establecieron con pitchers abridores y así es muy difícil conformar una rotación. ¿Qué es difícil conseguir buen pitcheo? Cierto. Pero los otros equipos se las ingenian y consiguen buenos pitchers. Ahí está la gestión de Cardenales, Bravos, Águilas. Si ellos lo pueden hacer ¿por qué Magallanes no?
Si viene una nueva presidencia de junta administradora y nueva gerencia deportiva o si permanecen Arias y Blasini, el reto está en entender desde ya que definitivamente la conducción de un equipo de beisbol es un trabajo de 370 días al año, 27 horas al día, y eso solo se logra conformando un cuerpo técnico comprometido, integrado, acoplado a una química intensa de trabajo de equipo. Wilfredo Romero dio muestras de eso hace tres temporadas cuando llevó a los Navegantes al campeonato. Él se ganó el derecho a ser considerado para una segunda oportunidad. Melvin Mora ha estado haciendo observaciones y sugerencias al margen, sería interesante saber si estaría dispuesto a participar más activamente dentro de la estructura del equipo como coach de banca o asesor de la gerencia deportiva. Robinson Chirinos sería otra opción por su gran compromiso con los peloteros, que se notó en el cambio de actitud entre 2023-24 y 2024-25. Solo habría que ver si sus responsabilidades con Baltimore le permiten asumir como debe ser el cargo de manager de campo. Mario Lisson podría ser otra opción como gerente deportivo o manager, es asunto de contactarlo, porque siempre dio lo mejor de si y más con el equipo. Álvaro Espinoza ha estado esperando la oportunidad de dirigir al equipo de su vida, todos sabemos de que era capaz Álvaro Espinoza cuando se enfundaba en el uniforme de los Navegantes, el también podría ser otra opción como manager o coach de banca. El tiempo vuela, cuando volteamos atrás cualquiera de estas tardes ya es marzo, luego julio y después ya está aquí septiembre con el mini camp, juegos interescuadras. Para ese momento ya hay que tener un proyecto de equipo avanzado, donde se entienda que por más importante que pueda ser el bateo, el nombre del juego siempre será pitcheo y defensa y en eso hay que trabajar desde ya.
Alfonso L. Tusa C. 19 enero 2025. ©

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