Se busca plasmar la conexión entre el béisbol y la vida, como cada regla del juego resulta una escuela de reflexión hasta para los seguidores más remotos cuando los sucesos del mundo indican que ciertas veces las normas de justicia son violadas; el transcurso de las sentencias de bolas y strikes reflejan la pertinencia y compromiso de cada pelotero en respetar la presencia del árbitro.Cada jugador deja lo mejor de sí sobre el campo de juego a pesar de lo complicado que pueda ser su vida.
viernes, 17 de enero de 2025
Su destino era ganar.
El mal que padecía había ensombrecido su futuro, pero finalmente demostró que…
Peter Michelmore. Selecciones. Reader’s Digest. Junio 1999.
El rostro de Fox Beyer se iluminó con una plácida sonrisa mientras caminaba al montículo de lanzamiento. Su equipo, los Pumas de la Escuela de Enseñanza Media de Chatham, Nueva Jersey, estaba jugando contra el de la Escuela de Ciencias de Newark. Fox, de 18 años, notaba la expresión de asombro en los jugadores visitantes. Sabía que no lo consideraban capaz de lanzar, pero siempre le había gustado sorprender a los incrédulos.
Cuando Fox hizo el primer lanzamiento, el bateador golpeó la pelota sin mucha fuerza y la envió directamente al guante del shortstop de Chatham. El delgado lanzador zurdo le hizo una seña a su entrenador y dio una vuelta triunfal alrededor del montículo con el paso bamboleante que lo distinguía. Después de sacar a los dos bateadores siguientes, corrió al cobertizo de su equipo mientras el graderío gritaba:
__ ¡Pumas! ¡Pumas!
Fox siguió lanzando hasta llevar a los locales a una victoria de 13 carreras a cero. Sonriendo de oreja a oreja, les dijo a sus compañeros:
__Hay bateadores que se asustan con los lanzadores zurdos.
Iba saliendo del campo cuando lo llamaron para que conociera a Peter Crimi, un chico de diez años aquejado de parálisis cerebral, el mismo trastorno incapacitante que él padecía. Le pidió al niño que diera unos pasos y luego exclamó:
__¡Caray, tienes más movilidad que la que tenía yo a tu edad!
Entonces firmó la pelota con que había ganado y se la dio a Peter.
__ Sólo sé tu mismo __ le aconsejó __ y siempre haz tu mejor esfuerzo para seguir adelante.
Semanas después, el 14 de julio de 1997, el equipo de Chatham asistió al estadio de los Yankees a ver un juego entre Nueva York y los Indios de Cleveland. Antes del inicio del partido, el anunciador presentó a “un valeroso joven estudiante” y entonces apareció en el marcador electrónico el nombre “Fox Beyer”.
Vestido con el uniforme de los Yankees, el muchacho hizo el lanzamiento inaugural y el receptor Jorge Posada atrapó la pelota. Mientras la gente aplaudía, Fox fue cojeando hasta el cobertizo del equipo local. Miles de aficionados se preguntaban: ¿Quién es ese joven?
Sin mala intención. Fox, segundo de los cuatro hijos de Bill y Lark Beyer, nació en octubre de 1978, diez semanas antes de lo previsto. Poco después sufrió un colapso pulmonar y lo conectaron a un pulmón artificial. Los médicos dijeron que su probabilidad de sobrevivir era de solo 25 por ciento, pero al cabo de seis días empezó a mejorar.
A los dos años Fox aún no caminaba, y las pruebas neurológicas revelaron que tenía parálisis cerebral. Aún así, los médicos les dijeron a los Beyer que su hijo podía llevar una vida productiva. Aunque incurable, dicho trastorno no es progresivo y rara vez se agrava más allá de cierto punto, así que Bill y Lark se sintieron esperanzados.
Como a los cinco años Fox tenía las rodillas muy juntas, los cirujanos le, hicieron un corte en los fémures, enderezaron los huesos y los fijaron en su sitio con clavos. Al mejorar su forma de andar, el niño comenzó a batear una pelota de tenis en el jardín de su casa, en Chatham.
Los Beyer daban a Fox el mismo trato que a sus otros hijos __ Billy, de seis años, Nick, de tres, y Julie, la bebé __. Para ellos no era una incapacidad, ni querían que él se considerara así. Un día, cuando el conductor del autobús del kínder trató de ayudarlo a subir al vehículo, el pequeño dijo en forma tajante:
__No, yo puedo subir solo.
A veces Fox advertía que otros niños le miraban las piernas, y le preguntó a su madre la razón.
__Porqué cojeas un poco __ le dijo ella__. Esos chicos no lo hacen con mala intención. Es solo curiosidad.
Convencido con la explicación, Fox reanudó sus juegos.
Un ejemplo a seguir. Bill Beyer era entrenador en la liga infantil de beisbol y, junto con su esposa, esperaba con ansia el momento de ver jugar a sus hijos. Para iniciarlos en el deporte, Lark inscribió a Billy y a Fox en un curso de tee ball, juego parecido al beisbol.
El día del primer partido, Fox tomó el bate, golpeó con fuerza la pelota y la hizo salir fuera del diamante. Corrió renqueando a primera base y, a escasos dos metros del cojín se arrojó con los pies por delante. Cuando levantó la mirada vio que había legado a tiempo a la base. Entonces se dio cuenta de que el juego le encantaba.
Pasó gran parte de ese verano jugando a la pelota o viendo los partidos de los Yankees por televisión. El primera base de este equipo, Don Mattingly, era zurdo como él y se convirtió en su ídolo. Fox se enteró de que antes de llegar a los Yankees, Don no prometía mucho como jugador. Era lento para correr y tampoco sobresalía por su bateo. Había dudas de que llegara a destacar en las Ligas Mayores. Pero Don era un hombre empeñoso. En una ocasión declaró que había sido “solo había sido un chico que se entrenó arduamente”.
Muy pronto Fox estaba imitando la forma de batear de Mattingly. Pero aunque lo intentaba mil veces, las piernas seguían fallándole. Cuando bateaba con fuerza perdía el equilibrio, y al correr a una base se caía.
A los diez años, y el primero que jugaba en la Liga Infantil, bo hizo un solo hit en casi toda la temporada. En una ocasión, un rival comprensivo le lanzó una pelota fácil, pero él la atrapó y se la devolvió.
__Lánzamela como a los demás__ le gritó.
En 1989, poco antes de cumplir 11 años, volvieron a desviársele las rodillas y esto hacía que caminara encorvado. Cada paso era un suplicio. Lo operaron nuevamente y, en enero de 1990, le reacomodaron los tendones de las corvas. Al cabo de seis semanas, cuando intentó caminar, sintió las piernas rígidas, pero ya no le dolían.
Esa primavera, entre su padre y su abuelo instalaron en el jardín de la casa una jaula de bateo y un aparato lanzapelotas automático. Fox pudo entonces batear durante horas interminables.
Jugando en equipo. Bill le contó a su hijo que a los 11 años había ido a un campamento de verano de la Liga Infantil en Pensilvania. Fox, que ya tenía 12, comentó que le gustaría ir también a un lugar así y sus padres, aunque estaban conscientes de que el campamento imponía un riguroso esfuerzo físico a los niños, decidieron llevarlo.
__ Su hijo tendrá que seguir las reglas del campamento __ les advirtió Scott Grove, el director __, pero vamos a darle la oportunidad.
Fox llegó al campamento en junio de 1991. En la noche del segundo día los chicos de cada dormitorio formaron equipos. Fox se dio cuenta de que sus compañeros de cabaña no esperaban mucho de él, pero en el primer partido logró anotar cuatro hits, de los cuales el último fue una jugada de “toque”. Después de correr y lanzarse con los pies por delante para llegar a la primera base, oyó que alguien le decía:
__ ¡Ese toque fue estupendo!
Al alzar la mirada, los ojos de Fox se toparon con los de Grove, quien le hizo una señal de aprobación.
El chico regresó al campamento cinco veranos más: tres como participante y dos como supervisor. Dos veces ganó el Premio del Director del Campamento que se concedía al jugador que “mejor encarna el espíritu del beisbol”.
La otra distinción importante del campeonato __ el Premio del Entrenador __ era para el que demostrara más empuje. En 1994 se le cambió el nombre. Durante la cena de despedida un entrenador anunció:
__ El ganador del Premio Fox Beyer es … ¡Fox Beyer!
Firme determinación. A los 12 años Fox seguía soñando con llegar a ser algún día uno de los Yankees, pero sabía que eso estaba fuera de su alcance. No tenía la fuerza física que otros chicos y era muy lento para correr. Pensó que como lanzador tendría más probabilidades de destacar, así que empezó a pasar largas horas arrojando pelotas contra una red en el jardín de la casa.
En 1993, cuando acababa de ingresar en la Escuela de Enseñanza Media de Chatham, fue a hablar con Todd Ervin, el entrenador del equipo de beisbol.
__Sé lanzar __ le dijo con voz firme__. ¡Tiene que dejarme jugar!
__Está bien __ convino el entrenador__. Te pondré en el equipo.
Fox comenzó como lanzador suplente, pero al poco tiempo estaba abriendo los partidos. Durante dos temporadas lanzó en más entradas que nadie. Cuando por fin lo nombraron jugador titular, en el penúltimo grado, permitió solo cinco hits en 12 entradas y dos tercios.
En clases ponía el mismo empeño y obtenía excelentes calificaciones. Un día decidió prepararse para llegar a ser maestro de historia, su materia preferida, y también entrenador de beisbol. Cuando le contó sus planes a Ervin, este telefoneó a la Universidad de Carolina del Sur (UCS) en Columbia, cuyo equipo de beisbol era uno de los mejores de la Liga del Sureste. Ervin creía que podía haber allí una buena oportunidad para Fox.
Invitados por Ray Tanner entrenador del equipo de beisbol de la UCS, Bill Beyer y su hijo visitaron en plantel en 1996. Tanner y Fox congeniaron de inmediato.
__Voy a necesitar dos o tres ayudantes __ le dijo el entrenador __. Me gustaría que fueras uno de ellos.
La práctica hace al maestro. En agosto de 1997 Fox partió a la universidad. Como llegó temprano, fue al campo de beisbol a ayudar a los jugadores del equipo a prepararse para el entrenamiento. Mientras observaba a estos en acción, comprendió porque Tanner no le había propuesto hacerlo jugar: porque pesaba solo 54 kilos, medía 1,75 metros de estatura y su lanzamiento más rápido no alcanzaba más de 105 kilómetros por hora.
El tercer día de práctica, el entrenador llamó a Fox y le dijo:
__ Está bien, zurdo, muéstrame lo que sabes hacer. __ Luego de verlo lanzar varias “curvas”, emitió el dictamen __: Me gustó.
Fox se convirtió así en lanzador de práctica. Alborozado, estuvo lanzando toda la tarde. Al otro día, uno de los bateadores le preguntó a Tanner:
__ ¿Dónde encontró a este chico eh? Es fabuloso para las prácticas.
A todos les había agradado el arrojo de Fox y sus lanzamientos lentos y firmes. Un día otro jugador se quedó de una pieza al enterarse de que el muchacho había egresado de Chatham con un promedio de carreras “limpias” de 1,98.
__ Es admirable que hayas logrado eso __ le dijo, y luego agregó __: Espero que no te moleste la pregunta, pero ¿ que es la parálisis cerebral?
__ No me molesta __ respondió Fox __. Es un trastorno neurológico que afecta el modo de caminar.
En su caso, continuó, esa dificultad no era tan grande. La tomaba como un reto, y los retos eran parte de su forma de ser. Sabía que era diferente a los demás y eso le gustaba. “Cojear me ha convertido en la persona que soy”, dice. “De hecho, no me gustaría ser de otra manera”.
Transcripción: Alfonso L. Tusa C. 7 de enero de 2022.
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