Se busca plasmar la conexión entre el béisbol y la vida, como cada regla del juego resulta una escuela de reflexión hasta para los seguidores más remotos cuando los sucesos del mundo indican que ciertas veces las normas de justicia son violadas; el transcurso de las sentencias de bolas y strikes reflejan la pertinencia y compromiso de cada pelotero en respetar la presencia del árbitro.Cada jugador deja lo mejor de sí sobre el campo de juego a pesar de lo complicado que pueda ser su vida.
martes, 18 de febrero de 2025
El Cantante y el Campocorto.
La piedra estalló sobre la mesa con la estridencia de un disparo, la mirada del tipo de espejuelos desparramaba asombro, mientras una leve sonrisa asomaba del lado izquierdo de la boca. Esa jugada resultó en una ¨tranca¨ de 54 puntos que les dio el triunfo a aquella extraña pareja que había acordado jugar dominó en un pasillo lateral del Hotel del Lago, en Maracaibo. El tipo de espejuelos de algunos 45 años que parecían menos, tal vez por su condición de ex beisbolista profesional lanzaba las piezas con la fluidez de un maestro ajedrecista en una simultánea. El hombre de tez clara y cabello entre ensortijado y liso aparentaba unos 30 años y no podía ocultar la emoción, la voz se le aceleraba y cada vez que terminaba una parte del juego alababa y comentaba las jugadas de su compañero como si este hubiera atrapado un roletazo en el fondo de las paradas cortas de los Tiburones de La Guaira o los Orioles de Baltimore. Estuvo a punto de reclamar cuando los acompañantes del hombre de espejuelos le preguntaron si sabía quien era él. Si supieran que había seguido toda su carrera de grandes ligas y hasta juegos de la liga venezolana de beisbol profesional, a través del radio de onda corta que sintonizaba en el techo de su casa, que atesoraba muchas revistas y periódicos con reseñas y reportajes.
Tal vez una de las iniciativas más valiosas de Luis Sojo luego de su dilatada carrera como beisbolista profesional fue iniciar un programa televisivo denominado ¨La Estrella Invitada”. Su compañero original, Dámaso Blanco, resultó ideal para esta entrevista con Rubén Blades, cantautor panameño de gran talento vocal y lírico. La trayectoria, la experiencia de Dámaso permitió que la entrevista tomara matices muy intensos, entrañables, sobre todo cuando tocaron el tema de los campocortos venezolanos y Luis Aparicio Montiel. Sabía del reconocimiento de Aparicio por Omar Vizquel y su magia con el guante, por las jugadas increíbles de Teodoro Obregón, por la elegancia de Domingo Martín Fumero que lo había sorprendido en los Juegos Panamericanos de Chicago 1959, por la plasticidad de Enzo Hernández su discípulo y sucesor en Tiburones de La Guaira, por la maestría de Cesar Isturiz, por el coraje de Álvaro Espinoza. Blades suspiró y varios segundos luego de la disertación de Dámaso, empezó una narrativa pausada, subterránea, cargada de vivencias y adjetivos telúricos.
La atmósfera de la entrevista rebotaba en las miradas de Sojo y Dámaso. Muchas palabras de Rubén Blades estallaron como las piedras de dominó que lanzaba en los momentos cruciales de aquel juego en el Hotel del Lago. ¨Valoro las características, los atributos, el nivel de esos campocortos, pero el shortstop de mi equipo ideal siempre será Luis Aparicio. Seguí su carrera en el beisbol desde antes que llegara a las grandes ligas con los Medias Blancas de Chicago en 1956, escuchaba las emisoras de radio venezolana que transmitían los juegos de Gavilanes y Pastora. Disfruté un mundo como Aparicio y su compañero de dobleplays Nellie Fox comandaron a los patiblancos para alzarse con el banderín de la Liga Americana en 1959, se cansaron de hacer grandes jugadas defensivas y sacaban de concentración a los pitchers rivales con su velocidad en las bases. Aunque no ganaron la Serie Mundial ante los Dodgers de Los Angeles, siempre recuerdo que Aparicio le bateó muy bien a Sandy Koufax”. Dámaso intervino para preguntar si había seguido las incidencias de la Serie Mundial de 1966.
El hombre de amplia frente y ojos profundos tomó aliento como luego de permanecer sumergido en agua por más de tres minutos. ¨Por supuesto, escuché por radio la narración de la Cabalgata Deportiva Gillette con Buck Canel, Felo Ramírez y Musiú Lacavalerie. De ninguna manera iba a perderme ese acontecimiento. Orioles de Baltimore versus Dodgers de los Angeles. Dave McNally y Jim Palmer ante Sandy Koufax y Don Drysdale. Y además Luis Aparicio en el campocorto de los Orioles. Dejaba lo que fuera que estuviera haciendo y corría a casa a sintonizar el juego¨. Disfruté muchísimo cada roletazo tomado corriendo hacia adelante, a veces a mano limpia, cada elevadito al jardín izquierdo o central corto que Aparicio perseguía y tomaba con maestría, cada engarce con la malla del guante ante rodados que parecían destinados al jardín izquierdo, aunque con menos frecuencia porque el tercera base era un señor llamado Brooks Robinson, Aparicio llegaba hasta el fondo del espacio detrás de tercera base para tomar la pelota con el guante de revés y meter un riflazo al mascotín de Boog Powell¨.
Los compañeros de dominó de Aparicio tuvieron que guardar silencio cuando aquel joven cantante comentó que había ido a todos los juegos de los Medias Blancas de Chicago en Yankee Stadium en 1970. Tal vez los patiblancos no tuvieron su mejor temporada, pero sabía que con solo apreciar las jugadas de Aparicio el precio de la entrada resultaba muy económico. Aparicio detuvo el barajo de las piedras de dominó y dijo que había una canción que hablaba de “hace del hambre una almohada y se acuesta triste de alma”. Los presentes guardaron silencio mientras observaban el rostro del tipo de rostro pálido y cabello lacio, intentó tomar sus piezas para el siguiente juego, entonces las manos de Aparicio arrinconaron todas las piedras del dominó. ¨A veces canto Pablo Pueblo cuando salgo a tomar la brisa del atardecer. Pero usted es realmente valioso, una de estas tardes escuchaba unas canciones con mi hijo en la radio y escuché otra suya que dice: ¨…son las paredes de un barrio, es su esperanza morena. Es lo que lleva en el alma todo aquel cuando se aleja. Son los mártires que gritan: Bandera…bandera…bandera…”
El tipo de rostro pálido casi se cae de la silla. No sabía donde meter las manos, ni encontraba el piso con los zapatos de goma. Entonces, en un resuello agónico, con mejillas temblorosas dijo que había escuchado una gaita marabina que le había chamuscado la piel. Sabía que la pieza estaba dedicada a Ricardo Aguirre el insigne músico. Sin embargo el título de la canción (Aquel zuliano) lo había asociado con la maestría de Luis Aparicio en el campocorto. Los jugadores de dominó casi acorralaban al cantante con miradas incandescentes. Blades fue intercalando facultades musicales con destrezas atléticas, esguinces líricos con pinceladas elásticas, hasta que todo confluyó en la inmensidad de la maestría del músico y la prolijidad de la inteligencia del campocorto. Había conseguido hacer de aquella letra un artilugio convertible que entrelazaba magistralmente las cualidades de Aguirre y Aparicio hasta confundirlas sin mezclarlas, acercarlas sin conectarlas, confrontarlas sin enfrentarlas. Con aquella letra en la imaginación el cantante atropellaba sus palabras.
El dominó se detuvo, los tipos se miraban entre sí al tiempo que trataban de observar el rostro del campocorto. Parecía querer hablar pero solo salían suspiros. Cuando el cantante empezaba a desarrollar una disculpa por su atrevimiento. Aparicio entrecruzó los dedos y esbozó una sonrisa profunda. ¨Nunca hubiese imaginado esa gaita con esa letra. No me agradan los elogios recurrentes y con exceso de florituras. Los acompañantes mantuvieron una solemnidad cerrada por más de dos minutos por lo que Blades intentó disculparse por osar profanar la letra en homenaje a uno de los íconos culturales más profundos de los zulianos. De inmediato los señores explicaron que habían enmudecido porque estaban impresionado como él había ingeniado lo que ellos hubiese querido hacer, tal vez el único otro zuliano merecedor del título, de la letra de esa gaita era Luis Aparicio, y le agradecían que hubiera tenido la deferencia, la dedicación y la precisión de componer esa letra allí sobre la marcha del dominó. Blades tuvo que simular un estornudo para disimular la tembladera en las manos.
Casi al final del programa Dámaso preguntó como había terminado la partida de dominó y Blades sonrió, se enderezó sobre la poltrona de semi cuero verde esmeralda, “Esa noche Aparicio tomó dos rodados adormecidos detrás del montículo, uno invisible detrás de tercera base, concretó cinco dobleplays con Nellie Fox y bateó de cuatro-cuatro¨.
Alfonso L. Tusa C. 17 de noviembre de 2022. ©
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