sábado, 10 de mayo de 2025

Otra manera de acercarse a Cumanacoa.

Te aproximaste a la cerca de alambre del Centro de Salud, el costado de la calle La Florida siempre mostraba una especie de zaguán hacia aquel descampado, aquel solar de matorrales y pedazos de asfalto donde transcurrían tres, cuatro y hasta diez juegos de pelota en paralelo las mañanas sabatinas. Ahora cincuenta y pico años después mirabas al rostro de tus amigos, tus compañeros de juegos, algunos canosos, algunos con indicios de calvicie. Ninguno de los lugares que frecuentaban guardaba suficientes detalles, marcas o señales de aquellos años. De pronto alguien mencionó que en aquel solar de asfalto hubo juegos de un nivel muy alto de beisbol, allí fue a jugar más de una vez Cesar Campos (”El Charro”), centerfielder del equipo de Sucre en el campeonato nacional juvenil de Cumaná en 1970. Otros replicaron que también habían visto al zurdito Rafael Velásquez pitcheando en el estadio del pueblo de Arenas, y que también habían visto un niño jugar en los solares de Aricagua a quien llamaban Félix Rodríguez. Otro cambió un poco de deporte y recordó haber visto cuadrarse frente a una mata de apamate a un manganzón de casi dos metros, si a Faustino Quinales, haciendo sombras de ganchos al hígado y rectos de derecha al plexo y el rostro, y al final otro observó que no olvidaran a Jesús Guzmán ese muchacho que golpeaba la pelota tan fuerte en San Salvador que había que ir a buscarla en el desaparecido bar La Fuente. Estaban petrificados, casi soldados a la alambrada, sus miradas veían más allá de las casas que sucedieron aquel solar de asfalto. Alguien dijo que El Charro era de la calle Pichincha y se iba en bicicleta a eso de las cinco de la tarde para jugar sus caimaneras en el asfalto del Centro de Salud. Una atmósfera de estadio de grandes ligas decantaba sobre aquel solar de asfalto y arbustos que amenazaban con entrar hasta el infield y mimetizarse en las bases. Poco a poco llegaban alumnos de la escuela, enfermeras del centro de salud, choferes de camiones de caña que se estacionaban al fondo del solar. Se escuchaban apuestas en el trasfondo de algunos hombres de negocios que incluso participaban en la escogencia de los equipos. De pronto el pitcher soltaba la pelota y un sonido de estallido de globo con alfiler disparaba un batazo inmenso que parecía destinado al cañaveral del Centro de Salud. Pasos imperceptibles, respiraciones entrecortadas, todo terminaba con la agilidad del guante de Cesar Campos atrapando la pelota justo en el límite de los arbustos con la acera, las voces ahogadas vitoreaban: “Buena esa Charro!”
Uno de aquellos calvos con algunas láminas de cinc grises desperdigadas en el cráneo, pidió la palabra, en medio de las voces desmesuradas alguien pidió orden, y oportunidad para que hablase el tipo de los cabellos de cinc casi desaparecidos en la incandescencia del cuero cabelludo. El tipo casi titubeó, tartamudeó tres palabras hasta que retomó el aliento. A este terreno que había aquí al frente venían personas y peloteros de Arenas y Río Arenas y casi siempre lanzaban retos a los equipos de aquí de Cumanacoa, varias veces fueron a jugar al estadio de Arenas, y siempre había paridad, si Arenas ganaba una semana la otra ganaba Cumanacoa, cuando la cosa se ponía fea era cuando ellos ponía a pitchear a aquel zurdo catirito, Rafael Velásquez, casi todos esos juegos los ganaban los areneros, las pocas veces que Cumanacoa le pudo ganar fue porque sus compañeros cometieron errores defensivos. Él jugó al menos en dos de los tres campeonatos nacionales juveniles que Sucre ganó a mediados de los 1960s. Mientras se acercaban al árbol de almendrón cercano a la esquina, o al lugar donde había uno en aquellos tiempos del solar de asfalto, otro de aquellos tipos canosos mencionó a Faustino Quinales, el hermano boxeador de Cruz el artesano del mandolín morocho, si; ellos son de San Lorenzo pero eso igual es municipio Montes y queda en el valle de Cumanacoa. Faustino tocaba y cantaba en el grupo musical de su hermano, también tenía inclinaciones por el pugilismo, había escuchado por radio las peleas de Carlos Morocho Hernández, Pedro Gómez, Ramoncito Arias, y se propuso que algún día él también ganaría combates de boxeo internacionales. Alguien interrumpió para decir que los logros de Quinales habían sido muy fugaces que solo había ganado la medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Cali en 1971. El tipo canoso soltó el primer botón de su guayabera azul claro. La mirada mostraba vapores sulfúricos cuando dijo: “Vamos a tratar de respetar el orden de palabra”.
Luego que completaron y concluyeron sobre el capítulo de Faustino Quinales, un tipo de voz casi tan silenciosa como los efluvios de la acequia que atraviesa o atravesaba el pueblo, se lanzó al ruedo y expresó que él había visto jugar a un niño en los terrenos baldíos de Aricagua, desde esa edad de unos doce, catorce años, aquel zurdito mostraba la estabilidad, intensidad y potencia de su swing, manejaba el bate como el propio Mickey Mantle y mandaba a los jardineros a buscar la pelota en los rincones más apartados de los matorrales, seguro que estoy hablando de Félix Rodríguez. Este zurdo no era pitcher, cuando se fue a vivir a Cumaná, la voz del tipo se apagaba por momentos y carraspeaba para decir que Félix siempre pedía que lo pusieran a jugar en los jardines, casi zapateaba cuando le daban el mascotín de primera base aunque levantaba los piconazos muy al estilo de Gonzalo Márquez. En Cumaná no hubo torneo donde dejara de soltar líneas atravesadas, lo llamaban el zurdito peligroso. El círculo se cerraba tanto que lo tipos terminaban empujándose. Uno de ellos pidió la palabra más de 30 veces hasta que dijo que esa reunión no podía terminar sin mencionar a Jesús Guzmán, el insigne bateador de San Salvador. El tipo hablaba con un tic nervioso que lo hacía pestañear como diez veces por segundo. “Estuve en la plaza Bolívar cuando apareció aquel tipo de camisa manga larga de rombos azules y círculos anaranjados dispersos en medio de gradaciones esmeralda y verde pálido que semejaban una pradera interminable. El tipo hablaba desesperado y sereno a la vez. Preguntaba por un pueblo que quedaba cerca de un río y lo que quedaba de un bar. Tenía que confirmar que allí jugaba un muchacho que conectaba jonrones descomunales”. Se trataba de un scout de Cardenales de Lara. Luego de conversar un rato con sus padres el scout vio a Jesús Guzmán batear y fildear en el estadio de Cumanacoa y aún sin terminar la práctica los padres de Guzmán firmaron el contrato para jugar beisbol profesional.
En medio de la trifulca por el derecho de palabra los amigos se movieron casi media cuadra de regreso, como si estuvieran viendo el solar de asfalto. El tipo de la camisa de rombos y círculos alzó un poco la voz para remarcar que había que reconocer los méritos de Jesús Guzmán, “hasta el momento de esta reunión es el único pelotero del municipio Montes que ha jugado en grandes ligas, con los Gigantes de San Francisco, Padres de San Diego y Astros de Houston. Además tiene la marca de más carreras impulsadas (67) en una temporada de la liga venezolana de beisbol profesional jugando para Leones del Caracas en la temporada 2008-09, cuando también fue nombrado pelotero más valioso. Luego de una pausa de suspiros entrecortados y miradas extraviadas, se coló una voz casi ronca, precedida por un antebrazo de camisa caqui remangada hasta el codo. Nadie puede negar los méritos de Faustino Quinales, el único venezolano que ha ganado una medalla de oro en los Juegos Panamericanos en el peso medio, además esa medalla y la de Morochito Rodríguez fueron las únicas de oro de toda la delegación venezolana que compitió en los Panamericanos de Cali en 1971. Si, podrán decir que ese fue un logro fugaz como sus campeonatos de los Juegos Centroamericanos y el torneo pugilístico Afro-Latino, pero el tipo tenía una gran técnica para eludir golpes y más que piedras tenía mandarrias en los puños.
Yo lo vi pitchear en el estadio de Arenas, y también en este solar de asfalto y en el estadio de aquí. Ese zurdito Rafael Velásquez tenía un mundo en la pelota y cuando andaba sereno sabía colocar los envíos dosificando la velocidad, sin forzar el brazo. Junto con Armando Bastardo conformó un dueto que apuntaló al estado Sucre a ganar los campeonatos nacionales juveniles de 1967 y 1968. En el campeonato nacional de 1967 en Barcelona, Velásquez perdió el 21 de agosto ante Monagas 2-0. Después le ganó a Guárico 4-3 el 23 de agosto. El 27 de agosto, ya en el playoff final, le ganó a Bolívar 4-1, bateó de 4-2 con dos carreras empujadas. El 30 de agosto venció 3-1 a Falcón. Este señor de bigote recortado estilo Pedro Infante había hablado si respirar desde que tomó la palabra y enjugándose la frente con la manga de su camisa de estampados tropicales, remató con voz vidriosa: Después en el undécimo campeonato nacional juvenil de San Felipe. Yaracuy en 1968, Rafael Velásquez le dio el triunfo a Sucre sobre Distrito Federal y Alfonso Collazo, 2-0 el 9 de agosto. El 12 de agosto blanqueó a Bolívar 3-0. El 14 de agosto derrotó 4-2 a Carabobo. El 18 de agosto perdió 2-1 versus Distrito Federal y Alfonso Collazo. El 20 de agosto venció 3-0 a Yaracuy, solo permitió dos imparables e implantó marca para la categoría con 20 ponches. El 14 de septiembre perdió ante Distrito Federal 1-0 en 11 innings, Alfonso Collazo se apuntó la victoria. El 16 de septiembre le ganó 3-0 a Distrito Federal y Sucre se llevó el campeonato.
El tipo de la voz silenciosa ahora soltaba chispazos de tenor. Mucha gente de Aricagua iba todos los fines de semana a ver jugar a Félix Rodríguez en el estadio del Barrio Bolivariano, de El Peñón, el de la avenida Gran Mariscal; aplaudían hasta casi romperse las manos cada vez que Félix bateaba una de esas líneas al rincón del jardín derecho o cuando hacía una atrapada contra la cerca del jardín izquierdo. Todas esas hazañas por supuesto llegaron a oídos de los buscadores de talento del profesional y al poco tiempo Félix fue a una sesión de prácticas con el scout y periodista Rodolfo Mauriello en las sabanas arenosas de los alrededores del aeropuerto viejo de Cumaná. Félix atrapó las pelotas de trayectorias más modificadas por el viento, sin importar que la ubicación final ocurriese justo en medio de un carrizal o en un pedregal. Mauriello firmó a Félix Rodríguez para los Navegantes del Magallanes y con ellos jugó la serie final de la temporada 1974-75 versus Tigres de Aragua, ganó el campeonato 1976-77 con Magallanes jugando en el left field y en primera base, fue campeón de bateo de la Serie del Caribe 1977 y también ganó con los Navegantes el campeonato 1978-79 jugando casi exclusivamente como jardinero izquierdo, fue campeón de la Serie del Caribe 1979 con Magallanes. Tuvo la marca de más triples en una temporada de LVBP con 10, me parece que aun la comparte con otros peloteros. Su número 15 es uno de cinco retirados por el Magallanes junto a los de Vidal López, Camaleón García, Isaías Látigo Chávez y Luis Aparicio.
Las voces de la tertulia hervían bajo las ramas del almendrón, varios dedos señalaban hacia donde estuvo el solar de asfalto. Hacia el lugar casi en la arena de la calle Bolívar donde colocaban el pedazo de cartón que simulaba el “home plate”, de pronto la mirada se te fue 56 años en reversa y viste al Charro descargar un estacazo que envió la pelota de spalding a mil millas sobre el empalme de la calle La Florida con Pichincha muchos discutieron si la esférica cayó a mitad del cañaveral o siguió flotando hasta perderse en la vegetación posterior. Sigues escuchando el locutor interno del estadio municipal de Cumaná anunciar: “Primer bate de la alineación y center fielder, Cesar Campos”. Ese equipo de Sucre fue subcampeón nacional juvenil en 1970. Eso se lo preguntaste al propio Cesar Campos cuando estuvo de pintor en tu casa un diciembre, el tipo te miró sorprendido cuando le preguntaste si había jugado en aquel campeonato nacional juvenil. Al día siguiente llevó la gorra de aquel equipo de Sucre y una pelota firmada por todos los peloteros. Los tipos de la reunión en la esquina del Centro de Salud te miraron entre sonreídos e incrédulos. Solo les quedó decir que todavía no entendían porque el Charro no había firmado para el profesional. Alguien dijo que vinieron varios scouts a verlo, pero no saben que pasó.
Alfonso L. Tusa C. 08 marzo 2025 ©.

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