jueves, 11 de septiembre de 2025

Víctor Colina y su influencia como catcher de reserva.

Cuando leí esa noticia en el portal de Internet El Emergente, del periodista deportivo Ignacio Serrano, hace algún tiempo, el 29 de abril de 2021, (Colina falleció el 28 de abril de ese año) oleadas de tristeza y nostalgia me acecharon. Víctor Colina, un cátcher, primera base y jardinero que defendió los colores de navegantes del Magallanes y Tiburones de La Guaira en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional había fallecido. Probablemente muchas personas, incluidas las nuevas generaciones de seguidores del beisbol venezolano ignoran quien fue Víctor Colina, y esa fue una de las luces que centellearon en mi mente. Inmediatamente recordé el día inaugural de la temporada 1965-1966 de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, cuando el manager George Noga le pidió a Colina que jugase el jardín central para navegantes del Magallanes porque el centerfielder regular del equipo no estaba disponible en ese momento, Colina cambió la mascota de cátcher que había estado usando para calentar a Graciliano Parra, el pitcher abridor, por el guante de jardinero central, e inmediatamente salió a los jardines y ejecutó cinco o seis carreras rápidas desde la raya del jardín izquierdo hasta el center field. En más de una ocasión Colina se convirtió en el recurso inesperado a que tuvo que echar mano el manager de turno para resolver un imprevisto de último segundo. Cuando Noga, Napoleón Reyes o Patato Pascual echaban un vistazo hacia el fondo del dugout, en el extremo del banco, Víctor Colina levantaba la mano y decía, “yo mismo soy”. Como aquel juego del 25 de diciembre de 1967 en el estadio de la UCV, que inició Alonso Olivares por Navegantes del Magallanes ante René Paredes de Tigres de Aragua. Enrique González empezó como receptor y allí estuvo hasta el cierre del séptimo cuando el manager Lorenzo Fernández llamó a Víctor Colina para que corriera por González en tercera base. Colina se encargó de recibir los envíos del relevista Isaías Chávez en los restantes dos innings, en los cuales retiró a los seis bateadores que enfrentó, dos ponches incluidos. También en el aspecto ofensivo Colina resultó clave puesto que anotó una carrera en el séptimo inning y remolcó otra en el octavo que resultaron determinantes en la victoria 4-3, que también significó el triunfo para el relevista Isaías Látigo Chávez.
La presencia de un buen receptor de respaldo en el dugout siempre ha sido un asunto de alta importancia estratégica para ese tipo de manager analítico, que les gusta ir siete pasos delante de las circunstancia, como Danny Murtaugh, Earl Weaver, Sparky Anderson, Dick Williams, Chuck Tanner o Whitey Herzog. Para Noga contar con Víctor Colina en esa campaña 1965-1966, poder tenerlo a la mano en caso de cualquier indisposición o día de descanso de Owen Johnson, resultó un bálsamo para las preocupaciones, las urgencias de resolver sobre la marcha cuando la situación del equipo se complicaba en medio de juegos cada vez mucho más disputados. Colina entraba al juego y transmitía esa tranquilidad en sus pitchers, y movía a los infielders o jardineros con tal precisión que se sorprendían cuando el próximo batazo iba hacia el lugar que él había indicado cubrir. Tal como Murtaugh confiaba en los oficios de Milt May para suplantar a Manuel Sanguillén, o Earl Weaver intercambiaba en medio de un juego o de un juego para otro a Elrod Hendricks y Andy Etchebarren, dos receptores que parecían de reserva pero eran tan titulares como el que más. El 03 de enero de 1968, el manager Lorenzo Fernández incluyó a Víctor Colina en su alineación inicial para enfrentar al Valencia Industriales en el estadio José Bernardo Pérez de Valencia. Aunque ese día Colina pudo hacer muy poco para ayudar al pitcher abridor Isaías Chávez, quien recibió cinco carreras limpias en 2.2 innings, si logró conducir de manera apropiada a los relevistas Jerry Nyman y Tom Fischer. El manager poco a poco fue recuperando la confianza y la credibilidad en Colina a medida que fue avanzando el juego y los relevistas cumplieron su cometido. ¿Cómo se las ingenió Colina para comunicarse con ellos a pesar de su escaso inglés? Permanece un misterio que solo cada carrera que Colina daba hacia el montículo tan pronto sentía alguna incomodidad del pitcher, cada gesto, cada palmada en la espalda, podría contestar. Valencia ganaba 5-4 en el cierre del tercer episodio. A partir de ese momento la ofensiva de Industriales se redujo a cuatro imparable y una carrera en el cierre del octavo inning. Mientras tanto los Navegantes marcaban una rayita en el quinto inning y dos en el séptimo para apuntarse la victoria 7-6. Colina bateó de 5-3 (dos tubeyes), con dos carreras anotadas y dos remolcadas.
Antes en esa temporada de 1967-1968, el manager Les Moss había recurrido en diferentes ocasiones al apoyo y la dinámica de Victor Colina. Primero el 19 de noviembre. Cuando los Navegantes recibieron a Cardenales de Lara en la grama del estadio de la UCV para el segundo juego de una doble cartelera. Ronald Chandler abrió por los pájaros rojos, en tanto que los Navegantes subió al montículo la promesa de los Medias Blancas de Chicago Fred Klages. En medio de un duelo de pitcheo muy intenso Colina siempre estuvo muy alerta de cualquier ataque o amago de escaramuza sorpresiva, en cuanto Klages recibía alguno de los siete imparables que permitió a lo largo del juego, Colina siempre corría hasta medio camino para darle más acento a sus gestos de ánimo, o avanzaba hasta el propio montículo para recordarle a Klages los puntos débiles y los fuertes del bateador en turno. El pitcher miraba fijo a Colina y asentía con la barbilla. Colina logró negociar dos boletos y aunque Magallanes solo conectó tres imparables, uno de ellos fue de Klages para impulsar la única carrera del juego, luego de una de sus muchas conversaciones con Colina en el dugout. Aquel mismo 19 de noviembre Navegantes y Cardenales ya habían efectuado otro encuentro, el segundo juego había sido la reposición del juego suspendido el 25 de octubre, En esa ocasión F. Kreutzer fue pitcher abridor por Cardenales mientras que Isaías Chávez subió al montículo por los Navegantes. Y Víctor Colina también se había enfundado la armadura de receptor. No lo dudó ni un segundo cuando el manager Moss le preguntó si podía ser el cátcher en aquel segundo juego que se realizó una media hora después del primero. Se puso la pechera con tal dedicación que parecía enfundarse en un saco para ir a una fiesta. Se levantaba a perseguir los elevados de foul detrás del plato como si estuviera descansado luego de un día libre. En este primer juego cuando notaba alguna discrepancia de Isaías corría al montículo y de inmediato encontraban la mejor solución. Ese juego lo ganaron 4-1, Isaías Chávez lanzó completo (7 innings), solo permitió cuatro imparables y ponchó ocho bateadores.
Víctor Colina fue una pelotero muy versátil para Magallanes y luego también para Tiburones de La Guaira. El 22 de diciembre de 1972 como parte de una doble jornada entre Leones del Caracas y Navegantes del Magallanes para cumplir con aquellos juegos de puros criollos implementados por la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. El manager Jim Frey colocó a Víctor Colina como jardinero derecho. Manuel Sarmiento fue el lanzador abridor por Magallanes y Urbano Lugo padre por Caracas. El juego llegó igualado 0-0 al inicio del quinto inning cuando Wilibaldo Quintana despachó cuadrangular solitario. Los Navegantes empataron en la conclusión de ese episodio, Víctor Colina empezó el ataque al negociar boleto, luego marcaría la carrera de la igualada mediante imparables de Rafael Cariel y Nelson Castellanos. En el sexto tramo Orlando Reyes descargó vuelacercas para adelantar al Magallanes 2-1. De seguidas Colina soltó imparable y anotó la tercera rayita de su equipo amparado en triple de Edito Arteaga. Sarmiento se apuntó la victoria en nueve innings de labor en los cuales ponchó 14 bateadores, diseminó siete imparables y concedió solo un boleto.
Alfonso L. Tusa C. 16 abril 2025. ©

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