miércoles, 15 de octubre de 2025

¿A dónde te fuiste Graciliano Parra?

El profesor de Literatura Crítica se quedó mirando al estudiante de cuarto año de Comunicación Social, sabía que Protágoras era un tipo impredecible, tanto que a veces se aparecía con unos nombres fuera de contexto, pero no menos interesantes como el propio Protágoras alegaba. Marisa lo veía de reojo, con algo de aprensión, con mucha expectativa en la mirada, sabía quien era ese Graciliano Parra. Había leído todas las revistas, recortes de periódicos y setecientos textos inconclusos, de tinta corrida que Protágoras guardaba con celo sobre su escritorio del fondo de la habitación. La reseña que más le impactaba era la de aquella noche del 15 de octubre de 1965 cuando Graciliano debió sustituir al pitcher del momento de los Navegantes del Magallanes: Isaías Látigo Chávez por motivos contractuales. Manfredo gesticulaba y asomaba que no se podía malgastar una tesis de grado en un beisbolista desconocido. Anaximandro pidió que Protágoras lo pensara mejor. Lo más cerca que estuvo de conversar con él fue una vez que visitó Maracay y Roberto Muñoz le dio las coordenadas de un hotel del centro donde Graciliano fue a buscar el resto de un dinero para completar una cena como las que comían luego de los juegos de beisbol profesional. En el hotel dijeron que “ese señor casi no para aquí, siempre viene con historias de carreras de taxi para Valencia, Tinaquillo, Los Teques, o hasta Barquisimeto”. Protágoras llamó varias veces al hotel. Logró hablar con Graciliano solo en una ocasión, solo recordaba aquel juego fantástico de la inauguración de la temporada de 1965-1966. Cuando salió a lanzar el noveno inning, en medio de la ovación y los gritos de las tribunas vio a Isaías Látigo Chávez y recordó todas las observaciones, cada uno de los detalles que le dio de cada pelotero de aquella temible alineación de Tiburones de La Guaira. Graciliano hizo una especie de reverencia antes de subir al montículo, se tocó la visera de la gorra y señaló hacia la tribuna. A medida que escuchaba los comentarios irónicos del profesor de Literatura Crítica y de algunos de sus compañeros de cuarto año, Protágoras aumentaba la voracidad, la furia con que devoraba y avanzaba sobre ingentes archivos de periódicos, revistas y folletos deportivos en la biblioteca nacional, archivos particulares de conocidos y amigos, y hasta en los rincones más recónditos del cuarto más abandonado de la casa de sus padres. Así llegó a descubrir que Graciliano había debutado en el beisbol profesional en la desaparecida Liga Occidental de Maracaibo. Jugó para el Cabimas en las temporadas 1962-1963 y 1963-1964, en esta última tuvo balance de un juego ganado y otro perdido con 2.79 de efectividad en 19.2 innings lanzados. Protágoras respiraba profundo y casi estornudaba con las telarañas y el polvo de los libros de anales de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional de los años 1960. Vislumbraba las presentaciones previas para justificar y ganar la aprobación del jurado de la facultad de Letras., la consideración del jurado, el respeto del profesor de Literatura Crítica.
Sabía que tendría que recurrir a sus mejores recursos tanto de calma para controlar sus impulsos, como académicos para saber manejar los conceptos. Siempre le gustó esa parte de los juegos cuando el jugo llegaba empatado al noveno inning, o su equipo perdiendo o ganando por una o dos carreras. Así se veía los días previos a la defensa de su presentación. Hizo de los más mínimos detalles puntos resaltantes de su investigación. Así develó y asentó en sus apuntes que Graciliano Parra había pasado desde el Cabimas hasta los Indios Orientales a mediados de la temporada 1963-64 con quienes lanzó apenas tres innings. Luego pasó a la nómina de Navegantes del Magallanes cuando este equipo reapareció en LVBP en la campaña 1964-65. Entonces tuvo efectividad de 5.40 en 15 entradas de labor. Escribía tres y hasta siete versiones de cada página, registraba cada preposición, cada metáfora hasta que el rostro de Graciliano refulgía en aquel montículo de mediados de los 1960s. Quiso preguntarle en aquella fugaz llamada telefónica porque si fue capaz de ganarle al mismísimo Luis Tiant cuando este ya era un consumado integrante de la rotación de pitchers abridores de los Indios de Cleveland y reputado punta de lanza del pitcheo de Leones del Caracas, si se fajó con Roberto Muñoz, y con muchos de los grandes pitchers que venían a la LVBP en los 1960s, ni siquiera llegó a establecerse como segundo o tercer abridor de los Navegantes del Magallanes, aunque muchas veces pareció ser el pitcher principal de los Navegantes, como en aquella temporada 1966-1967 cuando ganó siete juegos y perdió 3 con una efectividad de 2.10 en 120 innings pitcheados. Prefirió tragarse esas preguntas, temió que Graciliano enmudeciera y terminara colgando el auricular. Luego en medio de las más rebuscadas y encendidas preguntas de su defensa de tesis, Protágoras hubiese querido tener línea directa con Graciliano para que explicara como se las arregló para ganarle 1-0 a Luis Tiant. Había hecho el intento de aprender a anotar los juegos de pelota, quiso tener esa agudeza y precisión de cirujano para vislumbrar o descubrir los puntos más escondidos de una hoja de anotación de beisbol o de un box score, si allí en principio está todo, la radiografía del juego de pelota, pero solo los aspectos técnicos del juego, nada de emociones, de corazonadas, ni mucho menos de jugadas modificadas y ejecutadas sobre la marcha de la rapidez mental de los managers. Protágoras logró sacarle algunos balbuceos a Graciliano de las relaciones con sus compañeros de equipo en el dugout del estadio de la UCV aquella noche del 15 de octubre de 1965, solo eran monosílabos como: “El Chingo Tovar casi se arrancó el pecho lanzándose de cabeza cerca de la raya del right field”, o “Victor Colina jugó bien en el centro field para ser cátcher…” Luego de desmenuzar y descuartizar cada reseña y cada versión del box score, además de alguna hoja de anotación que encontró en un libro de recopilación de box scores de la Asociación de Árbitros Profesionales de Venezuela, Protágoras pudo armar un corrida de siete párrafos narrando, describiendo, bocetando y esculpiendo los detalles y particularidades de cada movimiento de Graciliano Parra en el montículo de aquel juego del 15 de octubre de 1965.
Cuando faltaban tres semanas para presentar la tesis el profesor de Literatura Crítica siempre lanzaba preguntas con cierto tinte de ironía, “¿Cómo va esa reseña sobre el pitcher caso desconocido del profesional? Sin tiempo para tomar aliento Marisa repicaba desde el pupitre trasero: “Sé que andas en algo serio. Noté como el montón de hojas de box scores aumentó como el triple..”Apenas en medio de su trago de saliva espesa, Anaximandro encajó su daga desde el fondo del aula: “He estado leyendo algo sobre ese tal Graciliano Parra y ni siquiera pasó de categoría AA en el beisbol organizado, no se que pulpa, que material literario puedes sacar de ahí”. Y casi contra las cuerdas, desesperado por la mudez a que lo habían sometido, Protágoras escuchó la sentencia de Manfredo: “Acéptalo Protágoras. Te equivocaste. Te antojaste de un pelotero gris, fugaz y descolorido…” Al borde del colapso emocional, Protágoras se mordió la lengua varias veces. Quería responderles a viva voz, como se merecían, por pedantes, irónicos y desconsiderados. Ahí mismo escuchó la voz apagada de Graciliano taladrando los orificios del auricular telefónico, aquel atardecer cuando finalmente pudo conversar con él. “No busco reconocimiento de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, ni de los periodistas, ni de los grandes analistas o entendidos del beisbol, eso es solo ruido del momento. Lo que de verdad me importa, con lo que me quedé, con lo que guardo en algún lugar del lado izquierdo del pecho, son las anécdotas de mis compañeros de equipo, aún resuenas como si estuviese terminando de terminar ese juego inaugural con los Tiburones de Luis Aparicio, Ángel Bravo y José Herrera; las bromas de Leopoldo Chingo Tovar diciendo que mis piernas parecían de gelatina cuando salí a lanzar el décimo inning, las burlas de Victor Colina vociferando y gesticulando la señal de la cruz cuando empecé el juego dándole cuatro pelotas malas a Ángel Bravo”. La mañana de la presentación de su tesis, Protágoras, con las manos cargadas de sudor y las mejillas temblorosas, mientras intentaba mirar a la pared del fondo y no a los rostros del profesor, el jurado y sus compañeros de clase, empezó por aclarar, primero con voz ahogada, poco a poco fue encontrando palabras más prolijas y contundentes para definir que lo que iba a exponer no era una reseña trasnochada, ni una crónica desesperada, o mucho menos una prosa poética cargada de genuflexiones y reverencias, se trataba de un ensayo crudo y directo a la yugular de los eventos y las anécdotas conectadas con la vida, la noche, la experiencia de un beisbolista, un ser humano que estuvo ahí en medio de los grandes logros del beisbol profesional venezolano y de pronto todo desapareció con un chasquido de dedos. Se trata de una visión más que crítica, profunda a las complicaciones de la existencia humana. Esa postura silenciosa de Protágoras en el aula le dibujaba más nítida la imagen de Graciliano en aquel inicio del décimo inning. De pronto, luego de retirar a Jim Wynn y a John Bateman, el mundo pareció aplastarlo, cuando José Martínez rompió el juego sin imparables y José Herrera lo llevó hasta la antesala con imparable.
La voz de aquel hombre sonaba como el estruendo de las olas del mar rompiendo contra la arena a las seis y media del atardecer. “En ese momento, cuando de la nada estaba a punto de pasar de héroe a villano, el cátcher Owen Johnson corrió hacia el montículo con la mano abierta a la altura de su rostro. El tipo hablaba muy pausado, remarcando cada una de sus palabras, algunas las repetía, como si supiese que yo no dominaba muy bien el inglés y hasta me sorprendió con dos o tres palabras en español. Insistió que me olvidara del no hitter, que además no cualquier pitcher lanza nueve innings y dos tercios sin que le peguen un imparable. “Come on boy, you can do it all. You proved it for nine innings. Vamos a hacerlo, otra vez vamos a sacar este out”. Me dio dos manotazos en la espalda que casi me desprende la clavícula. Ahí tomé tal impulso que me parecía levitar en el montículo. Ellos montaron el doble robo y entre Owen Johnson y el segunda base Marv Breeding sacaron out a Martínez en el plato”. Cuando ya terminaba la ronda de preguntas, el profesor insistió en apuntar que Graciliano Parra había sido un pitcher fugaz de una o dos temporadas aceptables en LVBP y Anaximandro remató señalando que los pitchers que venció no eran de tanto calibre. Protágoras zapateó tan duro sobre el cemento pulido que casi se resbala y se cae. Entonces respiró profundo y recreó las palabras entrecortadas de Graciliano vía telefónica. “Nunca creía ganarle a Luis Tiant aquel 12 de noviembre de 1967, menos con aquel equipazo que se gastaba el Caracas: Victor Davalillo, César Tovar, José Tartabull, Paul Schaal, Cookie Rojas, Gonzalo Márquez, entre otros”. Pausaba mucho sus palabras, tenía que recordarle el juego y el pitcher contrario. “Qué saliéramos ganando con una carrera en el cierre del primer inning, me llenó más de nervios e inseguridad. A veces quería salir corriendo y huir del estadio. Ese juego lo ganamos 1-0, solo me batearon tres imparables (uno de Davalillo en el tercer inning, otro de Rojas en el séptimo y otro de Tartabull en el noveno)”. Protágoras intervino para agregar que de los 27 outs, 21 fueron en roletazos al infield, solo cuatro fueron elevados a los jardines y los otros dos resultaron ponches. Graciliano levantó algo la voz para reconocer que le había faltado alguien que lo guiase en medio de la soberbia de esos triunfos de LVBP y en los momentos duros en las ligas menores con los managers y una cultura a la que nunca se adaptó. Mientras remataba su exposición, Protágoras fijó la mirada en el profesor y en Anaximandro cuando recalcó el momento escalofriante cuando Graciliano Parra subió al montículo del estadio universitario para iniciar el décimo inning ante Tiburones de La Guaira a quienes mantenía sin imparables ni carreras hasta ese momento. Alfonso L. Tusa C. 06 abril 2025. ©

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