martes, 7 de octubre de 2025

El Tiempo es Oro

Alfonso Tusa. El Nacional. Papel Literario. Mayo 01, 2020.
En medio de mis preferencias por Mi marciano favorito, Perdidos en el espacio, Bonanza o Los Picapiedra, había un programa que transmitían por Radio Caracas Televisión las tardes sabatinas. Me debatía en la incertidumbre porque a esa hora, de una a dos, o de dos a tres de la tarde, empezaban los juegos de pelota de mis amigos. Entonces cada vez que pasaban comerciales iba a la ventana de la sala y miraba hacia el solar de asfalto. Si había dos o tres muchachos lanzando algunas pelotas, regresaba tranquilo a ver el programa. Pero si había más de diez niños y destacaban dos escogiendo los equipos, terminaba de ponerme los zapatos frente al televisor y metía el guante a través del bate. Entonces empezaba a sonar aquella música silenciosa, a veces movida, a veces punzante, por momentos intrigante, y me quedaba petrificado, hipnotizado por las penumbras entre las cuales comenzaba el programa. Quería arrancar a correr hasta llegar al solar de asfalto, solo que no podía soltar la mirada del televisor. Cuando lograba zafarme del televisor era porque Henry Altuve estaba despidiendo al invitado final del programa y empezaba aquella carrera en puntillas hacia la salida del estudio, al ritmo de aquella música enigmática que aún me hace alargar las zancadas hasta casi flotar cada vez que la silbo. Sin darme cuenta llegaba la solar avanzando en puntillas y los muchachos se burlaban de mí, “¡Qué pendejadas son esas chico!”. No toleraba mucho las chanzas malintencionadas, pero esas veces las soportaba con estoicismo desconocido para mí. También me aguantaba sin reclamar y esperaba que terminara el juego en curso aunque este se mantuviera igualado por mucho tiempo. Todo porque había disfrutado observando las particularidades de cada sección de aquel programa. Porque había algo especial, original en las ocurrencias de Henry Altuve, y porque había una especie de sorpresa misteriosa en cada invitado. Mis amigos me veían extrañados porque cualquier otro día o si el juego era en la mañana yo reclamaba con mucha vehemencia, hasta el punto de enemistarme con mis amigos y amenazar con regresarme a casa.
Ni siquiera cuando empezaron a transmitir El juego de la semana en el mismo horario en otro canal dejé de ver El Tiempo es Oro. Entonces cambiaba desde el juego que pasaban por Venevisión hasta RCTV, cada vez que terminaba un inning o cada vez que sacaban un out. A veces el juego se ponía fastidioso porque un equipo tomaba ventaja de muchas carreras, en esas ocasiones me cambiaba completamente a ver las peripecias de Henry Altuve, hablaba y actuaba con tal naturalidad que parecía que estuviera compartiendo contigo ahí en vivo, más de una vez me sorprendí hablándole al televisor. Trataba de reclamar que cada vez hacían el programa más corto, que había que esperar mucho tiempo para volver a verlo, me quedaba viendo la pantalla sin fijar la mirada cada vez que volvía a sonar el tema musical al final de la audición. Cuando el juego era disputado mamá me llamaba la atención porque cambiaba mucho de canal, decía que iba a dañar el televisor, que siempre andaba buscando complicar todo. Después aparecieron otros programas de variedades musicales, con magos, payasos y cantantes, quizás más efusivos como La feria de la alegría, o diversificados como Sábado espectacular, o maratónicos como Sábado Sensacional, pero ninguno tan íntimo, tan sorpresivo, tan cómplice como El Tiempo es Oro. Podía irme hasta mi habitación y seguía escuchando la voz de Henry Altuve como si estuviera de visita en la casa, oía los ecos de las ocurrencias como tertulias infinitas que me acompañaban mucho después de finalizado el programa. A veces les respondía a mis amigos en el solar de asfalto con palabras y frases de El Tiempo es Oro y se me quedaban mirando extrañados, “¿Qué te pasa? ¿De qué hablas?”. Terminaban sacándome del juego. Tuve que idear una manera de evitar repetir esas palabras en los juegos. Se me hacía muy difícil no decirlas, hasta que me llevé un pedazo de papel y un lápiz pequeño en el bolsillo. Cada vez que íbamos a batear anotaba unas palabras, sin que nadie me viera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Baseball Dudes https://baseballdudes.com/

Peloteros: • Corran dentro y fuera del terreno. • Limpien lo que ensucien tú y tus compañeros. Que ese dugout quede impecable. • Sus impl...