jueves, 30 de octubre de 2025

Nueve campocortos en El campo de los Sueños

Hace poco leí una reseña de Ignacio Serrano en su portal El Emergente acerca de una solicitud del gran campocorto venezolano Luis Aparicio a la Liga Venezolana de Beisbol Profesional para que en el juego del día de La Chinita de esta temporada 2025-2026 todos los peloteros lleven el número 11 en su camiseta. Eso me hizo rememorar un texto que escribí en 2019 para un sitio en inglés llamado The Hardball Times lamentablemente desaparecido. Mientras más pensaba en eso, más encajaba con una idea que he estado considerando por mucho tiempo. Un juego solo posible en mi mente. Los comentaristas y narradores venezolanos siempre están especulando con el equipo ideal de peloteros venezolanos de todos los tiempos que jugaron en grandes ligas. La trivia siempre es la misma y se vuelve repetitiva, así que cambié el reto por este: ¿Cual es el mejor equipo que puedes armar con campocortos venezolanos que hayan jugado en las mayores al menos una temporada como regulares?
Los primeros peloteros que visualizaba en mi equipo eran Luis Aparicio en el campocorto, Omar Vizquel en segunda base y Gustavo Polidor en el jardín derecho. La escena más inolvidable de Field of Dreams (El Campo de los Sueños) es quella noche en Fenway Park, pura adrenalina, toda esa atmósfera asfixiante que solo la competitividad beisbolera puede proveer, el tipo de sensación que solo se experimenta cuando se visita una de esas catedrales del beisbol. Desde la mitad de la tribuna a medio camino entre primera base y el jardín derecho, Ray Kinsella mira hacia la pizarra y queda petrificado. El nombre de Moonlight Graham relumbra arriba en la pizarra. Miro hacia el terreno y observo mi equipo imaginario de campocortos. Aparicio corre hacia el hueco entre tercera y segunda base para alcanzar un roletazo incandescente con la punta de la malla del guante. Inmediatamente se levanta desde la arcilla y mete un riflazo hacia primera base desde las rodillas. Vizquel silba desde segunda base. Aparicio baja el rostro mientras aplana el terreno con la punta del zapato derecho. Durante su temporada de novato con los Medias Blancas de Chicago, Aparicio no podía encontrar la calma para atacar todos esos roletazos bateados hacia su posición. Pero se estabilizó con los días, y esa calma durante los momentos dificiles permaneció con él por el resto de su carrera; como en el blanqueo del 11 de agosto de 1961, donde Billy Pierce pitcheó sin permitir anotaciones y Luis Aparicio despachó un cuadrangular para ganar 1-0 sobre los Atléticos de Kansas City. O el 25 de mayo de 1972, cuando Marty Pattin lanzó otra gema para llevar a los Medias Rojas de Boston a una victoria 2-1 sobre los Orioles de Baltimore: En el cierre del tercer episodio, Aparicio remolcó a Tommy Harper con sencillo a la derecha, luego robó segunda base, pasó a la antesala mediante elevado de sacrificio al jardín centralde Duane Josephson y anotó por passed ball de Elrod Hendricks. Observar un juego en el terreno de Iowa donde fue filmada Field of Dreams es para mí una fantasía distante. Solo puedo tocarla al imaginar a Vizquel yomando a mano limpia un roletazo mientras adelanta varios pasos. Solo él puede lanzar la pelolta de espalda y sin balance, sin mirar a Aparicio para iniciar un doble play. En mi visión, Vizquel ataca la pelota, tan enfocado, tan rápido, tan preciso, como aquella ocasión en el estadio Luis Aparicio El Grande en Maracaibo. Jugaba campocorto para losLeones del Caracas contra Águilas del Zulia. El bateador levantó un elevado alto entre segunda y tercera base, pero elviento estaba soplando fuerte y la pelota se movió en el aire. Vizquel la siguió, buscó la mejor ubicación, y terminó atrapando la pelota de espaldas al plato. La misma expectativa, la misma emoción que brillaba en los ojos de Kinsella y Terence Mann en Field of Dreams, cuando subieron a aquella camioneta “van” para buscar a Moonlight Graham hasta encontrarlo caminando caminando en el medio de la noche con su paraguas inseparable, brilla en mi mente, cuando el bateador conecta una línea inmensa hacia el rincón del jardín derecho, y Gustavo Polidor corre y corre hasta atraparla justo contra el poste de foul. Inmediatamente gira 180 grados y lanza la pelota hacia el plato, donde Alfonso Carrasquel recibe la pelota de un bote y hace out al corredor. Todos saben que Polidor tenía uno de los mejores brazos entre los campocortos venezolanos, pero ¿efectuar un tiro tan perfecto desde el lugar más remoto del estadio? Eso parecía una fantasía que solo el manager de pequeñas ligas de Polidor creeería.
Los próximos tres peloteros que tendría en mi equipo: Oswaldo Guillén en el jardín izquierdo, César Izturis en el jardín central, y Álvaro Espinoza en tercera base. Izturis era un campocorto muy dinámico y flexible que podía alcanzar la pelota en un instante. Me lo imagino jugando en el jardín central casi detgrás de segunda base. El bateador conecta un rodado normal por el medio del terreno, pero Aparicio está cargado hacia tercera base y Vizquel está jugando muy adelantado. Así que la pelota pasa hacia el centro, Izturis la toma yhace que los árbitros se reunan para dioscutir la sentenciar. No puedo creerlo. Por eso ganó el guante de oro. Dudo por un momento y me pregunto, entre la tribuna de fenway y mi asiento frente al televisor, ¿cual es el límite entre mi equipo soñado de campocortos y la realidad? Voy a mis archivos y despues de mirar un montón de recortes periodísticos, revistas y libros, sé que mi visión no era exagerada. Izturis tenía unas manos magníficas, un tremedo juego de pies, inmensa velocidad, perop hasta ese momento no sabía de su sorprendente instinto para atacar un roletazo. *** Al pensar en Field of Dreams, es inevitable que se recree el momento cuando Kinsella detiene la van en la carretera y ese jovencito se sube, listo para jugar beisbol, listo para ir a ese maizal. Era el mismo entusiasmo, la misma pasión que Oswaldo Guillén mostró en su debut de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. A los 18 años de edad, en su temporada de novato, bateó un sencillo ante el experimentado Larry Andersen para dejar en el terreno a Navegantes del Magallanes. Irónicamente el magallanes había rechazado firmar a Guillén cuando Ernesto Aparicio llamó a su sobrino Luis Aparicio, entonces manager de los Navegantes de Magallanes. “Tengo un buen prospecto que muy pronto podría llegar a las grandes ligas”, le dijo Ernesto a su sobrino. Luis Aparicio arregló todo para que fuese a escautear al muchacho, pero el gerente general del Magallanes no quiso firmarlo. Ahora lo imagino persiguiendo una pelota que rebota del Monstruo Verde. En el último instante la pelota da un bote extraño, y Guillén tiene que lanzarse de cabeza para tomar la pelota con el guante de revés. Guillén tenía algo de experiencia jugando el jardín izquierdo desde sus días con Tiburones de La Guaira. Aquel grupo de jugadores llamado “La Guerrilla”, era muy talentoso, muchos de ellos eran campocortos (Argenis Salazar, Polidor, Carlos Café Martinez, Alfredo Pedrique, Guillén. El manager tenía el agradable dolor de cabeza de tener que ponerlos a jugar en otras posiciones para aprovechar su talento. Recuerdo la serie final de la temporada 1992-1993 en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, cuando las Águilas del Zulia barrieron a Navegantes del Magallanes. En medio de mi tristeza y frustración, una voz en mi mente me decía: “Manten la fe. Espera hasta la próxima temporada y verás que él vendrá...” Casi no tomé en cuenta ese pensamiento. La rabia y el dolor eran más grandes que cualquier otro sentimiento en ese momento. Llegué a pensar que los navegantes del Magallanes nunca ganarían otro campeonato en su vida. Entonces llegó octubre, y empezó la temporada 1993-1994. Ahí estaba él,jugando en el campocorto: Álvaro Espinoza, el que había sido shortstop regular de los Yankees de Nueva Yor por tres temporadas seguidas, llegó al Magallanes en una transacción con Tigres de Aragua. En el cuarto juego de aquella memorable serie final contra Leones del Caracas, Espinoza bateó una tremenda línea contra la mitad de la pared entre el jardín izquierdo y el central en el estadio Universitario para remolcar a Luis Raven desde primera base. Eso empato el juego a una carrera en el séptimo inning, después que habían sido dominados por Ugueth Urbina durante los primeros seis tramos. Eso sirvió la escena para una victoria 2-1 que igualó la serie a dos juegos. Espinoza aportaba algo del coraje que el equipo convirtió en su característica. Ahora, en los innings finales de este juego, en mi mente, el bateador conecta un roletazo invisible justo sobre la línea, detrás de tercera base. Cuando la pelota empieza su desvío hacia la zona de foul, Espinoza se zambulle para tomar la pelota. Con el pecho forrado de arcilla lanza a primera base desde el suelo para hacer un out inolvidable.
El primera base de mi equipo es David Concepción, el pitcher Enzo Hernández y Carrasquel el tipo con la armadura detrás del plato. Imagino a Concepción estirando todo su cuerpo para alcanzar un lanzamiento para recoger el corredor de Enzo Hernández. En el segundo intento, Concepción tiene que abandonar la base y hasta salta para evitar tropezar al corredor. El tercer intento es un lanzamiento totalmente desviado y Concepción debe lanzarse de cabeza hacia el jardín derecho corto para capturar la pelota, como en sus jugadas más espectaculares en el campocorto. Concepción desarrollo todos esos instintos a través de una prolongada carrera en las grandes ligas. Había aprendido mucho de Sparky Anderson y Tany Pérez mientras colaboraba para llevar a los Rojos de Cincinnati a cuatro Series Mundiales, ganaron las dos últimas. En la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, él fue factor clave en los primeros tres títulos de los Tigres de Aragua. Particularmente recuerdo dos momentos. Uno fue el tripleplay sin asistencia que ejecutó mientras jugaba primera base para el equipo de Aragua en un juego de pos temporada ante Leones del Caracas. El otro momento ocurrió en las mayores el 23 de junio de 1971. Concepción fue el único corredor que permitió Rick Wise en un juego sin hits ni carreras. En el sexto inning, Concepción negoció un boleto, para romper el juego perfecto de Wise. El bateador conecta un roletazo fuerte sobre segunda base que Aparicio toma casi en la grama del jardín central. Hace un disparo desviado a primera base. Pero Alfonso Carrasquel se quita la máscara y corre como el mejor velocista olímpico, para rescatar la pelota a pocos metros de la tribuna, detrás de la línea de cal del jardín derecho, y mantener así al corredor en primera base. Carrasquel lideró la Liga Americana varias veces en asistencias (477 en 1951), dobleplays (102 en 1954) y porcentaje defensivo (.975 en 1951, .976 en 1953 y .975 en 1954). Es el venezolano con más tripleplays registrados en las ligas mayores, al participar en cuatro. Como manager del estado Anzoátegui en un campeonato nacional, Carrasquel estuvo muy impresionado por los atributos defensivos de un campocorto muy joven llamado Enzo Hernández. Cuando el delegado del equipo le dijo a Carrasquel que no podía ir a un campeonato nacional de la categoría principal con un muchachito en el campocorto, él respondió: “Si Enzo Hernández, no es el shortstop de mi equipo, renuncio”. Así que Hernández fue el campocorto regular de ese equipo del estado Anzoátegui. El bateador conecta un roletazo de botes. Enzo Hernández corre hacia atrás y toma la pelota detrás del montículo en la malla de su pequeño guante. Además de jugar en las grandes ligas, Hernández ganó el campeonato de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional en las temporadas 1968-1969 y 1970-1971 en medio de una seguidilla de ocho apariciones en postemporada de los Tiburones de La Guaira. Lideró la Liga Venezolana de Beisbol Profesional en doble plays (56) en la campaña 1969-1970, y en promedio defensivo en las temporadas 1974-1975 y 1975-1976. Y desde esa posición lanza hacia primera base,saltando desde la punta de sus pies como en sus mejores años con los Padres de San Diego.
Alfonso L. Tusa C. Artículo Publicado en The Hardball Times de Fangraphs.com. Octubre 03, 2019.

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