jueves, 5 de diciembre de 2024

Más anónimo que héroe.

La gesta de Armando Ortíz con los Navegantes del Magallanes había empezado desde aquel cambio que lo llevó al barco en diciembre de 1967, los Tiburones de La Guaira recibieron al pitcher Aurelio Monteagudo. En la temporada 1969-70 Ortíz parecía a ratos ser el jardinero izquierdo de los navegantes, pero solo participó en 45 juegos. Hasta que empecé a hurgar en la temporada de 1967 de los Medias Rojas de Boston, los muchachos cardíacos, mi única referencia de ese tipo de jugador que sale a reventarse el pecho por el equipo en cualquier momento del juego era Ortiz. Entonces supe de la épica de un pelotero llamado Jerry Adair. El 3 de junio de 1967 los Medias Rojas anunciaron que habían enviado al relevista Don McMahon y un pitcher de ligas menores a los Medias Blancas de Chicago a cambio de Adair, quien para ese momento bateaba para .204 y podía jugar segunda, short y tercera. Es el tipo de pelotero bajo perfil que abundaba en los equipos del manager Dick Williams. Adair y Williams fueron compañeros de equipo en los Orioles de Baltimore en las temporadas de 1961 y 1962, desde entonces Williams lo considera el tipo de pelotero que lleva todo su profesionalismo a cada lanzamiento de cada juego. En 1965 lideró a los segundas bases de la Liga Americana en outs con 395, ese año también lideró a los camareros en asistencias con 446, también lideró a los segundas bases en promedio defensivo en 1964 y 1965 con .994 y .986 respectivamente. Durante una doble cartelera de la temporada de 1964, Adair recibió un pelotazo en la boca que ameritó varios puntos de sutura internos y externos, tuvo que abandonar el juego, para asombro de todos en el equipo, incluido Dick Williams, Adair estaba de vuelta en el campo para el segundo desafío, tomando roletazos en segunda base y largando líneas secas hacia los jardines. El tipo de pelotero que antes era difícil de conseguir y ahora son casi tesoros cuyos mapas apenas si se pueden leer a través del desgaste cronológico.
En uno de los juegos iniciales de la temporada 1971-72, donde el manager Patato Pascual le daba la oportunidad de ser el jardinero izquierdo regular mientras llegaba el importado o el criollo que se había retrasado, Armando Ortíz en medio de su gran entrega y su naturaleza voluntariosa corrió un linietazo inmenso que amenazaba con salir del parque y de un salto atrapó la pelota, luego de chocar contra la cerca de concreto quedó tendido en la zona de seguridad. Luego de varios minutos recibiendo atención del médico y el fisioterapeuta, Ortiz se incorporó y aunque al principio cojeaba mucho, poco a poco asentó sus pasos y habló con vehemencia hasta que lo dejaron jugando. El próximo batazo fue un globito casi detrás del short stop, Ortiz corrió como el más aventajado especialista de 100 metros planos hasta atrapar la pelota de cordón de zapato. De inmediato se incorporó y soltó la pelota hacia el mascotín del primera base donde el corredor tuvo que regresar de cabeza. En el segundo de un doble juego el 27 de agosto de 1967 los Medias Rojas de Boston perdían ante los Angelinos de California 8-0. Los patirrojos se acercaron con jonrón solitario de Reggie Smith en el cuarto y otro cuadrangular de tres carreras de Carl Yastrzemski en el quinto inning. Joe Foy inició el sexto con doblete, Jack Hamilton concedió dos boletos seguidos y el manager lo relevó con Minnie Rojas a quien Dalton Jones saludó con estacazo que se estrelló en lo alta de la pared del jardín central para colocar la pizarra 8-6. José Tartabull despachó elevado de sacrificio para poner el juego por una carrera. Jerry Adair reventó imparable para igualar el marcador y el éxtasis estalló en las tribunas, Adair era un muchacho cardíaco legítimo. El tipo de pelotero que engranaba a la perfección en el esquema exigente y retador de Dick Williams; si Joe Foy llegaba un día con exceso de peso o bajaba su rendimiento, no dudaba colocar al Supersub Adair en la antesala, igual ocurría con Mike Andrews en segunda. El bautizo de Armando Ortiz como el arpón secreto de los Navegantes del Magallanes ocurrió el 31 de diciembre de 1967, si en ese entonces se jugaba el 24 y el 31 de diciembre. Aquel 31 fue domingo y el juego empezó a las once de la mañana. Magallanes enfrentaba a los punteros Leones del Caracas con su as Diego Seguí en el montículo, por los Navegantes subió a la lomita Tom Fisher quien comenzó la temporada con los Tiburones de La Guaira. Tan pronto como el segundo inning el inicialista Oswaldo Blanco descifró un envío de Seguí y lo devolvió a las profundidades del jardín izquierdo para acreditarse batazo de tres bases, cuando muchos aseguraban que el siguiente en turno sería retirado, Ortiz despachó un estacazo en el jardín central y el derecho para remolcar a Blanco y estacionarse en segunda con un doble. Caracas igualaría la pizarra en la apertura del tercer acto mediante sencillo de José Tartabull para impulsar a Victor Davalillo desde tercera base.
Luego del golpe bajo que acusaron los Medias Rojas cuando Tony Conigliaro fue golpeado en el ojo izquierdo por el pitcher Jack Hamilton de los Angelinos de California, Conigliaro se había convertido junto a Carl Yastrzemski en líder del equipo. Una de las razones que permitieron a los Medias Rojas mantener el nivel de juego y continuar batallando por el banderín de la Liga Americana fue Jerry Adair. Desde aquella fatídica noche de agosto Adair ha logrado dos imparables ganadores del juego y ha iniciado el rally con que su equipo ha reaccionado para conseguir la victoria. Ha realizado jugadas claves a la defensiva en dos juegos, uno de los cuales lo ganó con cuadrangular. De acuerdo a los periodistas Adair es una persona retraída, quizás desde aquel pelotazo que le rompió la boca. Sin embargo el dice sentirse a gusto con los Medias Rojas a diferencia del ambiente férreo de Eddie Stanky en el dugout de los Medias Blancas. “Este es un equipo más joven y entusiasta”. En la apertura del segundo inning con Paul Schaal corriendo en tercera base, Armando Ortíz atrapó un elevado entre el jardín central y el derecho; de inmediato lanzó un riflazo hacia el plato para completar un inesperado dobleplay en la mascota del cátcher Ed Herrmann, Fisher esperó a Ortíz cerca del montículo y le estrechó la mano. Los comentarios en la transmisión radial elogiaban la jugada y a la vez felicitaban a los radioescuchas porque no todos los días se ve un dobleplay desde los jardines y menos de un pelotero ocasional como Ortíz. En la parte alta del quinto episodio Roberto Musulungo Herrera despachó imparable al jardín derecho, cuando Teodoro Obregón pasó por tercera base y siguió hacia el plato, Armando Ortíz activó su cañón y puso fuera a Obregón para concretar otra doble matanza en la mascota de Herrmann y mantener el juego igualado 1-1. Para es momento Delio Amado León sospechaba en la transmisión radiofónica que aquel quizás sería el juego de su vida para Armando Ortíz. Aunque Dick Williams tenía fama de sargento y sarcástico respecto a la manera como se manejaba con sus peloteros, Jerry Adair rompía esos comentarios adventicios, tal vez esos dos años que compartió con Williams en Baltimore facilitaban la comunicación y el trato y hasta mejoraba el ambiente para el resto de los peloteros. La comunicación, la empatía, la química que existía entre el manager y el pelotero suplente que había llegado en un cambio tal vez resultó clave para que los integrantes de aquellos chicos cardíacos cambiasen de parecer en los momentos clave de los juegos hasta alcanzar con mucho amor propio los pedazos de Sueño Imposible de los Medias Rojas de Boston de 1967. Adair podía empezar el juego, entra a mediados del mismo, o emerger en las postrimerías, siempre tenía un gesto, una atrapada genial un batazo atravesado que remolcaba la carrera del empate o la ventaja, a partir de allí cambiaba toda la actitud y la química del dugout, el propio Williams era quien más celebraba.
Mientras el juego estuvo empatado 1-1 muchos se resistían a la idea de que Magallanes, un equipo sotanero, tuviera recursos para vencer Diego Seguí quien mostraba una reluciente marca de 8-0. Seguí siempre había dominado en la liga y a equipos como Magallanes los reducía poco menos que a cenizas. Sin embargo esa mañana de Nochevieja Armando Ortíz tenía otros planes. En la apertura del sexto inning con Nelson Castellanos corriendo en la antesala, Teodoro Obregón largó un elevado lo suficientemente lejano hacia el jardín derecho para que Castellanos intentara el pisa y corre, otra vez Armando Ortíz pintó un strike en la mascota de Ed Herrmann para otro dobleplay. Delio Amado León abundaba en adjetivos y detalles referentes a la tercera asistencia de Ortíz, no todos los días un jardinero consigue ese logro y menos un jardinero derecho. Con esos tres outs en el plato Ortíz implantó una marca para la liga venezolana de beisbol profesional. La empatía de Dick Williams con Jerry Adair era tal que cuando fue manager de los Atléticos de Oakland en 1972 lo llamó para que formara parte de su equipo técnico, y colaboró en la trilogía de títulos de Serie Mundial alcanzada por los Atléticos (1972 – 1974). Luego cuando Williams fue manager de los Angelinos de California en 1975, lo volvió a llamar para que lo apoyara como técnico. Otra prueba de esa empatía se puede observar en el juego del lunes 28 de agosto de 1967, los Medias Rojas llegaron igualados 5-5 con los Senadores de Washington al cierre del noveno inning, Adair abrió el inning con doble, después que Yastrzemski lo arrimara a tercera base con rodado al cuadro, hubo boletos intencionales para los siguientes dos bateadores y Elston Howard remolcó a Adair con el sencillo victorioso. Parecía que cada vez que Williams lo alineaba o llamaba de emergente tarde en el juego, Adair disponía de una brújula para alcanzar los roletazos más invisibles o despachar los imparables determinantes. Las tres asistencias de Armando Ortíz igualaron la marca que tenía Roberto Moronta desde el 17 de febrero de 1946. Para completar su gran día Ortíz descifró la gran curva de Seguí para conectarle cuadrangular en el cierre del séptimo inning. Desde la celebración del dugout Ortiz comentó que ese era solo el comienzo de su demostración para demostrarle a los Tiburones de La Guaira que se habían equivocado al cambiarlo. Con mucha seguridad declaró que nada de lo que había hecho en ese juego había sido casualidad o espejismo. Que de ahora en adelante los Tiburones y el resto de los equipos tendría que tener muchísimo cuidado con él. En la temporada 1968-69 participó en 48 juegos, promedió .254 con el madero, 44 imparables, 10 dobles, un triple, un jonrón, 14 carreras empujadas, 16 remolcadas; fuese iniciando el juego o viniendo como emergente, Ortiz resultó clave en varias victorias de los Navegantes con el bate y el guante para colaborar en la clasificación del equipo.
El 30 de septiembre cuando la leyenda de los muchachos cardíacos y el Sueño Imposible parecía languidecer luego que los Mellizos de Minnesota salieron adelante 1-0 en el primer inning y Jim Kaat mantuvo en blanco a los Medias Rojas hasta el tercero cuando debió salir pon una lesión en el hombro y vino Jim Perry a relevar, para mantener a los chicos cardíacos en blanco hasta el quinto, entonces Reggie Smith abre el inning con doble, Dalton Jones emerge por Russ Gibson y batea rodado enyoyado hacia segunda base que en el instante final rebota de manera irregular y escapa del control del camarero Rod Carew para un imparable de piernas que lleva a Smith hasta la antesala. Lugo Perry poncha en sucesión al pitcher José Santiago y a Mike Andrews. Aparece Jerry Adair y al primer lanzamiento deja caer una bala fría al jardín derecho corto para remolcar a Smith con la igualada. Boston pasa adelante 2-1 con rodado de Yastrzemski a segunda que hace privarse a Perry al no cubrir primera base. Los Mellizos empatan el jugo en la apertura del sexto inning. Y en el cierre de esa entrada George Scott pone adelante a los patirrojos 3-2 con estacazo a las gradas del jardín central. En el cierre del séptimo, luego de un out Andrews se apunta hit de piernas con rodado a la izquierda del montículo, Adair batea rodado al montículo que Kline toma y lanza a segunda pero la bola se le cae a Zoilo Versalles. Yastrzemski enfrenta a Jim Merritt y batea jonrón entre el jardin derecho y el central. Armando Ortíz resultó el propio arpón escondido de los Navegantes del Magallanes en la temporada 1969-70, aunque apareció en 45 juegos de la temporada regular y en todos los de la serie semifinal y la final, Ortíz siempre parecía el eterno desconocido que dejaba al pitcher rival petrificado, anestesiado. Cada vez que entrevistaban al manager Carlos Patato Pascual cuando accedían a otro nivel de los playoffs, siempre evitaba encasillarse en elogios para los jugadores establecidos, siempre recordaba también a Gregorio Machado, Concepción Escalona, Gilberto Marcano, Victor Colina y cuando mandaba a buscar a Armando Ortíz los peloteros decían que ya se había vestido y se había retirado, si aún estaba en el dugout Ortíz apenas hablaba en pocas palabras pero con mucha determinación. Sonreía casi tapándose el rostro, detrás de las manos en la boca decía, no se equivoquen conmigo, por más alto que haya llegado un pitcher si me deja una recta en el medio lo voy a castigar y eso fue lo que pasó con Cuellar. Muestra inequívoca de cuan anónimo resultaba Jerry Adair dentro de aquel equipo de los muchachos cardíacos de Boston en la temporada del Sueño Imposible en 1967, fue el juego del 19 de septiembre ante los Tigres de Detroit, con quienes estaban igualados en la azotea de la Liga Americana junto a Mellizos de Minnesota. Boston salió adelante en el segundo inning cuando rus Gibson despachó senillo impulsor de la carrera de Reggie Smith. Los Tigres pasaron a delante en el cierre del sexto mediante doble de Al Kalina y vuelacercas de Jim Northrup. Jerry Adair abrió el noveno inning de los patirrojos con sencillo al jardín derecho. Luego Yastrzemski negoció boleto ante Mickey Lolich, Luego de un tuno muy disputado donde George Scott le conecto más de siete fouls a Lolich, logró despachar un lineazo al jardín central con el cual Adair corrió furiosamente hasta tercera y se embaló como el mejor velocista para deslizarse en el plato con el mensaje de la igualada.
Armando Ortíz podía haberle bateado un jonrón a Miguel Cuellar o a Diego Seguí, igual al terminar el juego el manager fuese Lorenzo Fernández o Carlos Patato Pascual, tenía que ir corriendo a buscarlo cuando ya salía del clubhouse para que declarase a la prensa, Ortiz regresaba con una sonrisa penosa, casi reclamando que debía regresar a casa. El día cuando Jerry Adair recibió el pelotazo en la boca y le tomaron puntos de sutura, el manager de los Orioles de Baltimore le preguntó varias veces si estaba seguro de poder jugar el segundo juego con esos puntos de sutura recién tomados, Adair tomó su guante y le dijo al manager que le bateara varios roletazos con toda su fuerza, como si fuerza Mickey Mantle.
Alfonso L. Tusa C. 22 de enero de 2023. ©

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