Se busca plasmar la conexión entre el béisbol y la vida, como cada regla del juego resulta una escuela de reflexión hasta para los seguidores más remotos cuando los sucesos del mundo indican que ciertas veces las normas de justicia son violadas; el transcurso de las sentencias de bolas y strikes reflejan la pertinencia y compromiso de cada pelotero en respetar la presencia del árbitro.Cada jugador deja lo mejor de sí sobre el campo de juego a pesar de lo complicado que pueda ser su vida.
miércoles, 8 de enero de 2025
Semántica de Humildad.
Desde la aparición del bateador designado el beisbol inició una escalada de sucesos infelices que han terminado por desfigurar su esencia, desnaturalizar sus reglas, descuartizar su dinámica. Sin embargo el juego guarda ciertas características y cuanta con algunos peloteros que mantienen muchas señales del verdadero beisbol, por eso muchos aún lo seguimos. Sin embargo la descomposición educativa, ética, cultural de los tiempos actuales ha salpicado con intensidad ciertos aspectos del juego relacionados con la conducta de ciertos peloteros. Desde hace algún tiempo una cantidad cada vez más preocupante de beisbolistas parecieran olvidar o pisotear los códigos de la legítima competencia: el respeto por el rival. Pareciera algo superficial, somero, insignificante, pero igual que en la vida diaria, en la calle, en la casa; si no se mantiene el mínimo de armonía la convivencia entre las personas se complica y luego acechan las fauces implacables de la violencia que dejan tanta desolación, miseria y cicatrices.
Alguna vez mi papá me dijo en una de aquellas fugaces, incómodas y punzantes conversaciones de mi adolescencia, que si yo no tenía nada positivo que decir mejor guardaba silencio. Me callaba más por guardarle respeto, por evitar que la discusión se hiciera más cruenta y me confinara a mi habitación por el resto del día. Poco a poco, quizás muy lentamente empecé a entender a descifrar la esencia de lo que papá quería decirme. A veces es mejor ni siquiera empezar a hablar de un tema cuando el interlocutor rezuma intransigencia, arrogancia y narcisismo. Muchas veces callaba hasta que el propio papá me reclamaba mi silencio y respondía que no tenía nada bueno que decir, entonces me lanzaba una de esas miradas brillantes. Luego comprendí el concepto de equilibrio, hay que saber guardar silencio pero no permanecer callado porque solo participando se colabora a mejorar una situación y se aprende a coexistir en armonía con otras personas.
En el beisbol siempre hubo códigos de respeto implícitos que si se violaban había consecuencias inmediatas. Si algún bateador se adentraba mucho hacia el plato, los pitchers de inmediato reclamaban su territorio y lanzaban tan pegado que obligaban al bateador a retroceder a riesgo de sufrir un pelotazo. Pitchers como Bob Gibson, Early Wynn, Sal Maglie, Don Drysdale eran famosos por lanzar tan alto y pegado que parecían afeitar al bateador cuando este pasaba la línea imaginaria de invasión de su territorio. De hecho a Maglie lo apodaban “El Barbero” por la cercanía y continuidad con que colocaba sus envíos al cuerpo o el rostro de los bateadores que osaran quitarle centímetros de su zona de strike. Siempre negó que lanzara a pegarles a los bateadores, decía que lanzar adentro, pitchear pegado es muy distinto a golpear al bateador. Gibson si podía ser más agresivo, tanto que hasta discutía con su cátcher acerca de que tan pegado iban a lanzarle la pelota al bateador.
Desde hace algunos años, no sé si quince o veinte, empezó a instalarse en los bateadores la práctica de quedarse mirando la trayectoria de la pelota cuando conectaban jonrones, esa tendencia o mala costumbre empezó a desarrollarse y perfeccionarse a tal punto que los tipos llegaron a permanecer en el plato hasta que la pelota aterrizaba en las gradas. Luego vino el lanzamiento despectivo del bate dentro de una especie de ritual que algunos especímenes consideran parte del “espectáculo” y como tal el público, según ellos, ha aceptado esa lamentable y triste demostración de vanidad y narcisismo. Afortunadamente aún existen peloteros que mantienen una conducta cónsona con el respeto por el rival y una vez que batean un jonrón arrancan a correr las bases presurosos para llegar al plato y celebrar con sus compañeros. José Altuve, Mookie Betts, Aaron Judge son una muestra de esos peloteros que siguen manteniendo el concepto de respeto como prioridad en sus desempeños.
Ver a Mickey Mantle recorrer las bases con la mirada clavada en el suelo, en medio de sus jonrones más decisivos, cruciales, emotivos; resultaba una lección de humildad que mantenía una atmósfera especial de equilibrio, y aunque también había trifulcas y enfrentamientos, en aquellos tiempos había un compromiso por reflexionar, recapacitar y corregir los errores, que ahora pareciese en vías de extinción. Mantle solo levantaba la mirada y celebraba cuando llegaba al plato y recibía el saludo de sus compañeros de equipo. Luego se iban al dugout sin siquiera mirar a los rivales.
Batear un jonrón para tu equipo en los innings postreros del juego cuando la pizarra denota paridad o desventaja muestra un carácter de diligencia, una entrega de gestión, una disposición para resolver dificultades, propios de los grandes fajadores, de los competidores incansables, de los perseverantes en la fe. Algunas personas digieren, recuerdan mastican cada letra, cada traza de semántica, de significado, de etimología en la palabra h-u-m-i-l-d-a-d, la perciben en cada una de las papilas, las de la punta y las de la retaguardia de la lengua. Se abstraen en la mirada, las manos se mantienen impávidas en las caderas o se retiran hasta la espalda, y en medio de la efervescencia del momento pasan la página, porque saben la que la ida continúa en su secuencia de momentos agrios y amargos, duros y agradables, intrincados y despejados. Quieren gritar y se tragan las palabras, quieren alardear y recuerdan sus momentos vergonzosos, quieren vengarse y reconocen que eso no vale nada ante la maravilla del momento positivo.
Por lo general, en la vida y en el beisbol, los personajes que más utilizan el acoso psicológico, que disfrazan con el término “chalequeo” para desvirtuar las reclamaciones de los agredidos, son los más delicados cuando les toca estar del otro lado de la acera. Son prácticamente intocables, intratables y arman tremenda alharaca cuando alguien apenas los roza con una broma que no llega a la cuarta parte de sus agresiones forradas de “bromas inocentes”. Sin embargo, la situación se complica cuando muchos personajes toman el acoso psicológico, una de cuyas variantes en el beisbol es el “perreo” (término denigrante proveniente de la jerga del reggaetón), como algo normal en las relaciones humanas. De ahí a la violencia continua, infinita; a un desierto de valores, a la inercia mental, a la prevalencia desmesurada de las emociones.
Tal vez una de las mejores demostraciones de respeto por el beisbol y vergüenza deportiva la dio Roberto Clemente en medio de la filmación de la película The Odd Couple (Una Extraña pareja) (1968). El director de la cinta necesitaba un bateador que simulara batear para triple play y le propuso a Clemente hacer esa actuación, el jardinero derecho boricua se negó rotundamente, dijo que no le gustaba fallar en su trabajo ni siquiera en una toma para una película.
Alfonso L. Tusa C. 29 enero 2024. ©
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