Se busca plasmar la conexión entre el béisbol y la vida, como cada regla del juego resulta una escuela de reflexión hasta para los seguidores más remotos cuando los sucesos del mundo indican que ciertas veces las normas de justicia son violadas; el transcurso de las sentencias de bolas y strikes reflejan la pertinencia y compromiso de cada pelotero en respetar la presencia del árbitro.Cada jugador deja lo mejor de sí sobre el campo de juego a pesar de lo complicado que pueda ser su vida.
martes, 9 de septiembre de 2025
La Suerte Tuvo su Cuota en mi Juego Perfecto.
Sandy Koufax tal como se lo refirió a George Vass.
The Best of Baseball Digest. John Kuenster. Ivan R. Dee. Chicago. 2006. Pp. 195-198.
No diría que ese fue el juego más memorable de mi carrera, aunque ciertamente fue uno de ellos.
Posiblemente ese fue el juego más memorable de Bob Hendley porque dudo que él haya pitcheado uno mejor para los Cachorros. Con tan solo algo de suerte, Hendley habría ganado ese juego, pero como a menudo le ocurre a un pitcher, estaba trabajando un día cuando su equipo no pudo anotar una carrera.
A menudo siempre se ha dicho que lanzar un no-hitter requiere mucha suerte porque todo tiene que salirte bien. Cualquier cosa podría romperlo. Un elevado puede precipitar entre tres defensores ninguno de los cuales puede alcanzarlo. Un roletazo pudiese dar un rebote inesperado o encontrar el hueco por donde atravesar el cuadro interior.
En cuanto a un juego perfecto, tiene mucho que ver con las características de un accidente, si se puede comparar los sucesos de tales cosas. Es algo impensable. Solo ocurre.
Me ocurrió en 1965 (Septiembre 9). Pitcheé un juego perfecto contra los Cachorros, el cuarto juego sin imparables ni anotaciones de mi carrera, algo que ningún pitcher había hecho antes.
Hendley solo permitió un imparable, y fue un batazo circunstancial. Irónicamente, no tuvo nada que ver con la producción de la carrera.
Pienso que yo tenía más de 20 triunfos en ese momento de la temporada [21-7 para los Dodgers de Los Angeles], pero había perdido mis últimas tres aperturas. No estábamos haciendo muchas carreras cuando los Cachorros llegaron a Los Ángeles para efectuar un juego, uno de esos detalles raros del calendario.
Los Cachorros estaban en la parte baja de la tabla de clasificación, pero tenían buen bateo. Tenían poder con Ron Santo, Ernie Banks, Billy Williams, Harvey Kuenn y otros.
Al comienzo del juego, yo no tenía nada especial, solo mis lanzamientos promedio. La recta no tenía el zumbido de otras ocasiones, la curva no rompía con intensidad. Pero a medida que avanzaba el juego mi recta se hizo viva. Empezó a estallar tan bien como lo había hecho toda la temporada.
Los Cachorros salían dominados inning tras inning por la vía del 1-2-3, pero nosotros no estábamos teniendo mejor fortuna contra Hendley. Él también estaba consiguiendo sus innings por la vía rápida también, su sinker funcionaba, nuestros bateadores la bateaban contra el suelo.
En el quinto inning anotamos una carrera, sin batear un solo imparable, era la manera típica como habíamos estado anotando todo el año. Conseguimos una brecha y sacamos provecho de ella.
Lou Johnson negoció boleto y Ron Fairly lo arrimó hasta segunda base mediante toque de sacrificio. De la manera como se desarrollaba el juego, una carrera parecía muy grande en ese momento, Así que Johnson lo intentó y robó tercera base, desde donde podría anotar con un elevado de sacrificio o con una pelota bateada hacia el lado derecho del cuadro interior.
Cuando Johnson se deslizó en tercera base, el disparo del catcher Krug se internó en el jardín izquierdo, por toda la línea de cal. Johnson se levantó y anotó por el error.
No puedo decir que me sentí terrible porque Hendley tenía un momento desafortunado como ese mientras pitcheaba tan bien. Yo deseaba que anotásemos seis carreras más y asegurásemos el juego.
No lo conseguiríamos. Como resultó todo, fuimos afortunados de conseguir un imparable. Este no llegó hasta el séptimo inning. Johnson levantó un elevado hacia la línea del jardín derecho que se convirtió en doble. Eso fue lo único que le impidió a Hendley lanzar un no hitter perdedor mientras yo pitcheaba el juego perfecto.
No recuerdo ninguna jugada excepcional a principios del juego, y no hubo muchas oportunidades para ellas. Yo estaba ponchando muchos Cachorros, especialmente después que mi recta apareció.
También tuve buen control. Estuve consistentemente delante de los bateadores, hasta que Williams fue a batear en el séptimo inning con dos outs. Me puse atrás en la cuenta, 3-0.
No traté de lanzarle con cuidado. No podía hacerlo. Si boleaba a Williams, Santo era el siguiente bateador y podía sacar la pelota del parque, y esa ventaja de 1-0 desaparecería. Reté a Williams. Lancé la pelota tan duro como podía y lo dominé para terminar el inning.
Así se habían completado siete innings, pero nadie en ningún dugout decía nada acerca del juego sin imparables ni carreras. Usualmente el equipo del dugout rival te lo hace saber, buscando desequilibrarte, romper tu concentración. Pero nadie del dugout de Chicago dijo nada, o si lo hicieron yo no los oí.
En el octavo inning yo estaba lanzando tan duro como podía, sin pensar tanto en el juego perfecto como en la ventaja de 1-0, la cual podía desaparecer con un solo swing del bateador.
Ponché a Santo para iniciar el octavo inning y luego hice lo propio con los dos bateadores siguientes.
Los dos primeros bateadores del noveno inning se ponchan, entonces todo se reduce al último bateador, Kuenn, quien sale de bateador emergente por Hendley.
Le lancé todo lo que tenía. Tres rectas en la zona. La tercera terminó el juego, mi décimo cuarto ponche.
Un juego perfecto para mí, y un disgusto para Hendley, quien solo había permitido un imparable. Sentí empatía por él, hasta cierto punto, y solo después que habíamos ganado.
Traducción: Alfonso L. Tusa C. Junio 14, 2025.
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