Se busca plasmar la conexión entre el béisbol y la vida, como cada regla del juego resulta una escuela de reflexión hasta para los seguidores más remotos cuando los sucesos del mundo indican que ciertas veces las normas de justicia son violadas; el transcurso de las sentencias de bolas y strikes reflejan la pertinencia y compromiso de cada pelotero en respetar la presencia del árbitro.Cada jugador deja lo mejor de sí sobre el campo de juego a pesar de lo complicado que pueda ser su vida.
viernes, 19 de diciembre de 2025
Mike McCormick Recuerda como era el Beisbol en los años 1950s y 1960s. (II)
El brazo de McCormick estaba dañado y los Gigantes hicieron poco por tratarlo apropiadamente. “No tuve asistencia médica de los Gigantes durante el año. El equipo me envió a tomarme la placa de rayos X y el resultado fue negativo. Esa fue la última vez que un médico me vio. Esa fue la última atención que tuve del equipo. Billy Pierce lo estaba haciendo muy bien, igual que Juan Marichal. Jack Sanford estaba teniendo un gran año. Así que pienso que su actitud era, ‘¿por qué deberíamos preocuparnos por este tipo?’ Por supuesto, en aquel tiempo no había cirugía ortopédica”.
En 1963, los Gigantes enviaron a Mike McCormick, Stu Miller y el cátcher John Orsino a los Orioles de Baltimore, a cambio de los pitchers Jack Fisher y Billy Hoeft además del cátcher Jimmy Coker. El propio McCormick admite que fue un relleno. De verdad pensaba que su carrera había terminado. Sin embargo, de alguna manera el cambio era una bendición. Los Orioles inmediatamente lo enviaron al Johns Hopkins donde le suministraron inyecciones de cortisona. Algo que los Gigantes no habían considerado necesario.
“Todavía no estaba al cien porciento. Así que mi primer año en Baltimore fue más o menos para el olvido. Tuve algunos juegos buenos y otros tantos malos. Pero el hombro todavía me molestaba”, dice McCormick.
En dos temporadas con los Orioles, McCormick tuvo marca acumulada de 6-10. Entonces en el entrenamiento primaveral de 1965 fue cambiado a los Senadores de Washington. Las cosas empezaron a cambiar lentamente. Tiene memorias agradables de sus dos años con los Senadores, y cálidas palabras para su manager Gil Hodges.
“Gil fue un buen manager. Una de las cosas que me gustaban de él era que era un buen disciplinario, era muy estricto con las reglas. Si tenías que estar en el terreno a las cinco en punto, mas te valía no llegar a las 5:01. Podías decir que eso era quisquilloso, pero él era así con todos”.
“Nos llamábamos ‘The Nasty Nats’. Bromeábamos acerca de ser un grupo de inadaptados. Teníamos tipos como Don Zimmer, Frank Howard, Dick Nen, Phil Ortega, una cantidad de exDodgers. Era un equipo divertido. Ciertamente no éramos contendores, pero éramos competitivos”.
McCormick agregó un nuevo pitcheo a su repertorio con los Senadores. George Susce, el antíguo cátcher de grandes ligas, y coach por mucho tiempo, le enseñó a lanzar el screwball.
“Siempre tuve buen control, y cambiaba bien las velocidades. Siempre tuve una buena curva. No tienes que lanzar strikes para ganar, pero tienes que ser capaz de lanzar strikes. Hay que recordar que los bateadores son muy ansiosos. No les gusta tomar boletos. Le hacen swing a muchos envíos malos. Pero si se está en cuenta de 3 y 1 o 3 y nada, entonces hay que ser capaz de lanzar strikes”.
McCormick se unió a la rotación de abridores de los Senadores ocupantes del octavo lugar. Allí también lanzó algo de buena pelota. En 1965 tuvo marca de 8-8 con 3.36 de efectividad. En 1966, lanzó 216 innings con marca de 11-14 y 3.46 de efectividad.
En 1967, McCormick fue enviado de vuelta a los Gigantes, quienes lo consideraban un presumible quinto abridor, un pitcher utilitario que podía asumir labores de relevo largo o corto. Lo que no imaginaban de haber obtenido a tan bajo precio, era a un ganador del premio Cy Young. “Los Gigantes querían mi experiencia. Esa era la razón exacta por la cual me querían de vuelta”, declaró McCormick.
Pero el destino intervino. Los Gigantes jugaban un doble-juego en Cincinnati a principios de temporada. McCormick perdió el segundo juego. Aún así, él lanzó bien. El 6 de junio, su marca era de 3-4, trabajaba como abridor ocasional y relevista. Lo que ocurrió a continuación, él nunca lo olvidará.
“Fuimos a Houston y o Bob Bolin o Gaylord Perry, no recuerdo exactamente quien, tuvo que perder una apertura. Así que el manager Herman Franks me dijo, ‘Mike, quiero que hagas esta apertura’. Le dije ‘Bien’. Lancé nueve innings en el Astrodomo y gané. Eso me permitió hacer otra apertura”.
“Gané 11 juegos seguidos. Pasé de tener marca de 3-4 a hacer lo que suponía que hiciera. Debido a que alguien perdió su apertura, ahora no podían sacarme de la rotación. Terminé ganando 22 juegos e igualé a Jim Lonborg de Boston y Earl Wilson de Detroit como los pitchers más ganadores de esa temporada en las mayores”.
McCormick tuvo marca de 22-10 en 1967 con 2.85 de efectividad. Completó 14 de 35 aperturas, lanzó cinco blanqueos, tres contra los campeones mundiales Cardenales de San Luis, y ponchó 150 bateadores. McCormick y Ferguson Jenkins fueron los únicos pitchers de la Liga Nacional que ganaron 20 juegos esa temporada. Cuando se hizo el escrutinio final, el ganó 18 de 20 votos de primer lugar para el trofeo Cy Young. Jenkins y Jim Bunning recibieron un voto cada uno. También recibió 73 votos y terminó sexto en la votación del jugador más valioso.
Tuvo la distinción de lanzar al lado de Juan Marichal, uno de los verdaderos grandes del juego. Que Marichal nunca ganase el premio Cy Young, a pesar de una carrera de Salón de la Fama con seis temporadas de 20 triunfos, y tres años con 25 victorias o más, habla del alto nivel de pitcheo que había entonces.
Los Gigantes terminaron en segundo lugar en 1967, con marca de 91-71. Esa fue la tercera temporada seguida que el equipo terminaba en la segunda posición. Herman Franks enfrentaba un gran dilema: ¿Quien debería ser el pitcher abridor de los Gigantes en el juego inaugural en la temporada de 1968, su zurdo ganador del Cy Young o Marichal su derecho superestrella cuya marca había decaído a 14-10 en 1967?
“El año siguiente (1968), estoy en los jardines”, recuerda McCormick. “Herman se acerca trotando y dice. ‘No tienes problemas si pongo a Marichal a iniciar el juego inaugural ¿o si?’ Le dije que me estaba preguntando, que él era el manager. Dijo que no quería que Juan se quejara. En verdad, esa era la última cosa que Juan haría. Así que Marichal abrió y ganó 14-1 o un marcador tan ridículo como ese. Abrí el juego siguiente y perdí 2-1 en once innings. Lancé el juego completo. Eso fijó el tono de ese año. Juan ganó 26 juegos en 1968”.
McCormick tuvo marca de 12-14 (3.58 de efectividad) con los Gigantes una vez más segundos de la Liga Nacional en 1968. En el primer año de juego divisional, 1969, McCormick tuvo marca de 11-9 (3.34 de efectividad) mientras los Gigantes terminaban segundos de los Bravos de Atlanta en el oeste de la Liga Nacional.
Pero de nuevo las lesiones empezaron a pasar factura. “Empecé a tener problemas con la espalda en 1969. Eso empeoró progresivamente. En 1971 me tuve que someter a una cirugía en la espalda. Salí bien de la cirugía, y fui invitado al entrenamiento primaveral. En mi opinión personal, debí haber hecho el equipo. Pero en realidad, estaba seguro de que los Gigantes estaban pendientes de una palabra ‘responsabilidad’. Y había una gran ‘responsabilidad’, tener que pagar el contrato de trabajo si yo me volvía a lesionar. Entendí eso. Hubo un acuerdo que decía que si ellos no se manifestaban en cierto tiempo, yo renunciaría. Me despidieron”.
McCormick terminó su carrera de grandes ligas lanzando diez innings para los Reales de Kansas City en 1971. Se retiró del beisbol con marca de 134 victorias, 128 derrotas y un porcentaje de juegos ganados de .511. Lanzó 23 blanqueos y 91 juegos completos. El prodigio adolescente de finales de los años 1950s, el único pitcher en la historia de la Liga Nacional en conseguir 3 triunfos a la edad de 18 años, el joven zurdo que ganó el título de efectividad a la edad de 21 años, y un premio Cy Young para regresar a la palestra a los 29 años de edad, fue forzado a retirarse a la relativa joven edad de 33 años.
Mirando los años en retrospectiva, él considera a Roberto Clemente el out más difícil y a Hank Aaron el bateador más puro. “Clemente era muy poco ortodoxo. No tenía zona de strike, podía irse de 5-0 con pitcheos por todo el medio del plato y luego batearme de 5-5, conectando mi mejor pitcheo en la esquina inferior externa. Los tipos que me dieron más dificultades fueron esos pequeños bateadores como Dick Groat. Tuve más problemas con ellos que con los jonroneros”.
“Debí haber caminado a Aaron más de lo que lo hice. Me lastimaba con los jonrones, no con su promedio de bateo. Mi punto es que el tipo que bateaba detrás de él, Joe Adcock, no me podía batear ni con una raqueta de tennis. Yo lo sabía. Adcock lo sabía. No puedo decir porque. Solo hay tipos así. Pero mi naturaleza competitiva nunca me dejaba caminar a Aaron”.
Al comentar sobre pitcheo y pitchers, él coloca a Sandy Koufax y Juan Marichal como los mejores de su época.
“Vi a Sandy lanzar cuando quería renunciar. Estaba muy disgustado con su control. Una noche en el Coliseo, detrás del plato, me dijo que iba a abandonar, que no podía soportar la presión. Había tratado y tratado y nada funcionaba. Entonces en un receso entre temporadas, todo encajó. Todavía comparo a Marichal con él. Al ver a Juan lanzar 40 veces por temporada, tengo que decir que fue el mejor que vi en mi carrera”.
También rinde homenaje a un par de lanzadores que lo impresionaron mucho. . Warren Spahn y Lew Burdette.
“Tipos como Spahn y Burdette eran verdaderos maestros. Podían hacer muchas cosas con la pelota”.
Al haber lanzado durante una época cuando el gran pitcheo estaba en la palestra, está desconsolado por el nivel del pitcheo de hoy.
“Pienso que hay dos cosas que han matado al pitcheo: Una es la pistola de radar. Se toman decisiones basadas en cuan duro lanzan las personas. Ya no se lanza más con inteligencia, y eso es debido a la pistola. Si un tipo lanza a 83 millas por hora y hace out a todo el mundo, ellos dicen que no está lanzando lo suficientemente duro”.
“La otra es el entrenamiento con pesas. Pienso que la mejor forma para que un pitcher fortalezca su brazo es lanzar. Estos tipos desarrollan sus músculos y estos se hacen rígidos. Ahora tienen más lesiones de las que nunca tuvieron. Ahora nunca se ve a los jóvenes lanzadores lanzar pelotas con los jardineros”.
Acerca de cómo mejorar el juego de hoy, él ofrece un par de remedios sensibles. “Buscaría una manera para disminuir la libre agencia. Y me alejaría de los contratos de larga duración. No más de dos años como máximo”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C. 23 de junio de 2020.
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