Se busca plasmar la conexión entre el béisbol y la vida, como cada regla del juego resulta una escuela de reflexión hasta para los seguidores más remotos cuando los sucesos del mundo indican que ciertas veces las normas de justicia son violadas; el transcurso de las sentencias de bolas y strikes reflejan la pertinencia y compromiso de cada pelotero en respetar la presencia del árbitro.Cada jugador deja lo mejor de sí sobre el campo de juego a pesar de lo complicado que pueda ser su vida.
sábado, 31 de mayo de 2025
Una Alineación de Color que hizo Historia, Aún si se Percibía como ‘Rutina’.
Hace cincuenta años, los Piratas de Pittsburgh comenzaron un juego usando solo peloteros negros y latinos. Esa fue la primera vez en la Liga Nacional o la Americana, y todavía es un hecho sobresaliente.
Tyler Kepner. The New York Times. 29 de agosto de 2021.
Roberto Clemente ganó dos campeonatos con los Piratas de Pittsburgh, uno cuando era joven y otro cerca del fin de su breve vida. Para el primero, en 1960, todos los demás en la nómina de la Serie Mundial eran blancos, excepto dos compañeros de equipo sentados al final de la banca. La segunda nómina, de 1971, era muy diferente.
Hace cincuenta años este miércoles 1 de septiembre __ alrededor de un mes antes del inicio de una postemporada de la cual se adueñaría__ Clemente se encontró bateando tercero en una alineación distinta a cualquier otra. Por primera vez en la historia de la Liga Nacional o la Americana, un equipo presentaba una alineación compuesta totalmente por gente de color.
“Roberto me dijo, ‘Sangy, nunca pensé que vería esto en mi vida’”, dijo Manny Sanguillén, 77, el cátcher de esa noche. “Estaba orgulloso de ver a esos nueve tipos jugar, y dijo, ‘Estoy feliz de estar participando en esto con los Piratas de Pittsburgh’”.
Los Piratas honrarán el legado de ese juego este miércoles 1 de septiembre al programar un panel de discusión en el Heinz History Center de Pittsburgh con Sanguillén y otros tres miembros vivientes de aquella alineación: el tercera base Dave Cash, el jardinero central Gene Clines y el primera base Al Oliver.El equipo usará franelas conmemorativas antes de su juego de carretera ese día y realizará una ceremonia previa al juego antes de su próximo juego en casa el 6 de septiembre.
“Eso significa mucho más para mí ahora de lo que significó entonces, porque en aquella época, no pensamos mucho en eso”, dijo Oliver, 74, quien jugó primera base. “La razón por la que no lo hicimos es porque los Piratas siempre estaban repletos de peloteros negros y latinos, así que eso no fue algo que fuese de verdad notable para nosotros como peloteros. No sé como lo tomaron otras personas, pero para nosotros, eso fue casi rutinario”.
Mientras la participación de los negros en Major League Baseball ha disminuido en años recientes, los Piratas de 1971 aparecen como un ejemplo temprano del tipo de juego internacional en que MLB se convertiría. En la alineación de aquel 1 de septiembre estaban dos peloteros de Panamá (Sanguillén y el segunda base Rennie Stennett), uno de Cuba (el shortstop Jackie Hernández) y Clemente, de Puerto Rico.
Los otros cinco eran negros estadounidenses: cash, Clines, Oliver, el jardinero izquierdo Willie Stargell y el pitcher Dock Ellis. Eran de diferentes lugares de nacimiento pero estaban conectados en espíritu.
“Algunas personas dijeron, ‘Los latinos no son iguales’ __ pero no es verdad; somos negros”, dijo Sanguillén riendo. “Como me dijo Willie, ‘¡Tu color es todavía más oscuro que el mío!”
Tal hermandad fue el marco de los Piratas en los años 1970s, aun cuando ellos transicionaron a otras estrellas de color como Dave Parker, Bill Madlock, Jim Bibby y Omar Moreno. La visual del 1 de septiembre de 1971, fue de poca importancia, como el juego en sí: un encuentro de miércoles por la noche en Three Rivers Stadium contra los débiles Filis de Filadelfia ante 11.278 aficionados.
Para en el círculo de prevenido al bate en el primer pitcheo, el campocorto de los Filis Larry Bowa tuvo la misma reacción de Oliver: los mismo Piratas de siempre, la clase de la liga. El beisbol se había integrado desde 1947, así que una alineación de diversidad, en general, no se trataba de nada nuevo. Doce jugadores de color diferentes habían ganado el premio al jugador más valioso de la liga, incluyendo a Clemente en 1966.
“Cuando se mira a cada uno de esos tipos esa noche, ellos fueron grandes peloteros”, dijo Bowa. “Ni siquiera pasó por mi mente, ‘Ah, caramba, eso es diferente’. Solo miré el talento que había y me dije, ‘Caramba…que buen equipo de beisbol’”.
Dos jugadores del cuadro blancos de los Piratas estaban fuera de la alineación __el primera base Bob Robertson tenía un estiramiento en la rodilla, y el tercera base Richie Hebner se recuperaba de una infección viral. Pero los Piratas tenían tanta profundidad que su manager, Danny Murtaugh, disponía de muchas opciones fuertes para reemplazarlos.
Los primeros seis bateadores en la alineación de Murtaugh todos bateaban sobre .300 __ Stennett, Clines, Clemente, Stargell, Sanguillen y Cash. Oliver, quien tuvo un promedio vitalicio de .303, bateó de séptimo. Hernández el campocorto de poco bateo seguía el orden, para terminar con Ellis, quien había iniciado el juego de estrellas ese verano.
“No digo que nos sentíamos intimidados, pero sabíamos que más nos valía dar nuestro mejor esfuerzo o sería una larga serie en Pittsburgh”, dijo Bowa. “Ellos eran mucho mejores que nosotros. Cada uno de esos bateadores usaba todo el terreno. Bateaban las pelotas con intensidad, podían correr, podían lanzar. Todos usaban bates grandes. Hasta los roletazos que nos bateaban, se sentía que eran conectados con autoridad”.
Bowa negoció dos boletos ante Ellis, para colaborar a forzar la intervención del bullpen de los Piratas en el segundo inning. Los Piratas ganarían 10-7, y el pitcher estrella, como indicó The Sporting News, fue blanco.
“Irónicamente”, reportó el periódico, “hizo falta un gran relevo de seis innings de Luke Walker, un caucásico de Texas, para dominar a los Filis”.
La alineación única de los Piratas fue tratada más como un pie de página divertido que como un momento clave. La historia de The Sporting News fue un artículo breve en una esquina de la página de box scores. Los periódicos de Pittsburgh no se estaban publicando debido a una huelga, y The Philadelphia Daily News solo hizo una referencia breve el día siguiente a la particular alineación de los Piratas. Un reportero de United Press International mostró más interés.
“Cuando se trata de hacer la alineación, soy ciego a los colores”, dijo Murtaugh en ese reporte. “Y mis atletas lo saben. No lo saben porque se los diga, sino porque están familiarizados con la manera como actúo”.
Murtaugh, quien falleciera en 1976, insistió en que no se dio cuenta del asunto racial de la alineación. En ese sentido, era como Red Auerbach, el empresario de los Celtics de Boston, quien siempre mantuvo que no se dio cuenta de que había usado la primera alineación de puros negros en la historia de la NBA, cuando lo hizo el 26 de diciembre de 1964.
“Murtaugh era un hombre que quería ganar, no importaba que fórmula tuviera que aplicar para lograrlo, solo buscó las mejores opciones para ese juego”, dijo Roberto Clemente Jr., quien tenía seis años de edad en ese momento. “Obviamente, fue un momento histórico, pero no creo que él pensara en eso. Solo quería tener la mejor alineación para ganar ese juego”.
Oliver dijo que había notado la distinción en el tercer o cuarto inning. Pero Stargell __ quien efectivamente reemplazaría a Clemente como líder de los Piratas después del fatal accidente aéreo de este el 31 de diciembre de 1972 __ estaba muy al tanto. Más adelante, en el clubhouse, Clines dijo estar seguro de que los Piratas habían empezado un juego con “nueve hermanos” antes. Stargell lo corrigió.
“Esta es la primera vez”, dijo en la historia de UPI. “En 1967, en Filadelfia, Harry Walker empezó un juego con ocho de nosotros, pero el pitcher, Denny Ribant, era blanco”:
Stargell falleció en 2001, el propio día cuando los Piratas inauguraron el PNC Park, el cual reemplazó a Three Rivers Stadium. Ellis falleció en 2008, y Oliver leyó la elegía en su funeral en california. La mayoría de los aficionados recuerda a Ellis por reconocer haber lanzado un juego sin hits ni carreras bajo los efectos de LSD, o por usar rulos en su cabello. Oliver dijo que su amigo tenía un legado más significativo.
“No creo que muchas personas sepan que lo que Dock realmente hacía en Los Angeles era salvar vidas”, dijo él. “Porque recuerdo en su funeral, cuando examiné la congregación, la mayoría de las personas que estaban ahí, era la gente que él había rescatado de sus adicciones y salvado sus vidas”.
“Aunque él pitcheó solo brevemente aquella noche de hace 50 años, la presencia de Ellis ayudó a los Piratas a hacer algo por primera vez. Poco después, Clemente los llevaría a un lugar donde el había estado antes una vez: la Serie Mundial.
“Él estaba en una misión”, dijo el Clemente más joven. “Sabía que estaría aquí por poco tiempo. Como le dijo a mi madre, él iba a morir joven, creo que asó fue como vivió su vida, en una ráfaga. Entender que el quería ganar esa Serie Mundial, es algo que era necesario que ocurriese.
Los Piratas empezaron septiembre agitando simbólicamente una liga que una vez había sido toda blanca. Terminaron octubre como campeones.
Traducción: Alfonso L. Tusa C. 1 de septiembre de 2021.
viernes, 30 de mayo de 2025
Ese momento difuso
La esquina occidental del cielo, justo en el instante cuando las penumbras acechan y cierta brisa remueve los gradientes más cinéticos de naranja sobre algunas nubes que mutan a morado y bermejo cuando las cigarras agudizan su sinfonía en una asíntota que estira los chispazos postreros del día. Es la hora cuando corrías con toda la ligereza de tus pies tras una mancha marrón con ciertos reflejo rojizos de puntadas desgastadas, que describía una elipse o quizás parábola sobre tus hombros hasta precipitar solo a unos metros más allá de tus zancadas luego de impactar la punta de tu guante de jardinero central. Aborrecías cuando llegaba esa hora, significaba el inning final y el juego seguía empatado. Escuchas en la lejanía el rumor de una canción de cierto cuarteto de Liverpool: “When I get older… many years from now…” Respirabas un poco la clorofila reseca en la punta de tus dedos y saboreabas el sudor en los labios.
Intentas caminar en la acera erosionada de las cercanía de El Monumento, la mirada se te extravían entre las partículas de agua despedidas por las olas que rompen sobre las piedras de una playa convertida en relleno sanitario además sin ningún tipo de mantenimiento o tratamiento de aguas negras. En aquellos primeros años de tu vida corrías a toda velocidad y escapabas a la mano persecutoria de tu abuelo. Había manglares cada trescientos metros, veías a los pelícanos lanzarse en tirabuzón sobre el golfo de Cariaco, mirabas como los alcatraces anidaban en las ramas o en los tallos de los mangles, te maravillabas con los caballitos de mar que podías ver en la transparencia de las aguas.
Aquella tarde luego del estruendo de muchas voces alteradas y alegres escuchabas felicitaciones y una especie de voz en el fondo, el médico se acercaba cada quince minutos a un radio de bulbos suspendido en una repisa en la pared del pasillo de la sala de urgencias, la voz del narrador era en inglés y hablaba de un tal Roger Maris y de un tal Mickey Mantle. Diez años después preguntaba donde quedaba el hospital en 1961, y te llegabas hasta la esquina de un edificio vetusto propio de comienzos del siglo veinte, era de una sola planta y con muchos robles y ceibas en el estacionamiento. Entre el ajetreo y la desesperación de la Calle Larga, intentabas recordar, aquellas seis de la tarde cuando sentiste ese latigazo cortante de oxígeno indican la llegada a un planeta de vértigo, a un mundo traicionero donde hay que proveerse de mucha paciencia y buenas intenciones para poder avanzar entre las espinas de la codicia y regresar a la esperanza de esas gradaciones crepusculares al final de cada jornada estrujante, destripante, hay que hurgar en aquella voz radiofónica del fondo del pasillo para buscar un poco del oxígeno de aquel atardecer volátil, vaporoso, enceguecedor.
Alfonso L. Tusa C. Mayo 17, 2025. ©
jueves, 29 de mayo de 2025
Santiago: Caminatas y Recreos.
A partir de la esquina del Doctor Ortíz, apretábamos el paso. Santiago tomaba dos pasos y una zancada casi rozando la baranda de los jardines. Tu replicabas con un tropel de pisadas sobre el tumulto de hojas secas de apamate, en un túnel de silencio atracado de cigarras, atosigado de líneas luminosas que trasegaban por las ramas hasta develar la cercanía del gradiente de naranjas y cerezas en el horizonte. Siempre apostabas con Santiago quien llegaba más rápido desde el jardín del Doctor hasta la esquina de la heladería “Tropical”, frente a la plaza Montes. Este miércoles 28 de mayo de 2025, me pareció sentir el remate, como de carrera de ochocientos metros planos, que empezábamos desde la casa de Cabo Senior. Veías el rostro de Santiago sudoroso, sonriente. Preferías enfocarte en esa imagen y olvidar la noticia de que tu amigo, tu compañero inseparable de lunes a viernes y muchas veces también sábado y domingo en aquel lapso entre septiembre de 1971 y julio de 1972, había fallecido.
Conocías a Santiago desde cuarto grado, entonces solo lo saludabas y lo veías jugar con sus amigos, algunas veces te invitaban a jugar con ellos pero cada quien tenía su círculo de amistades. También coincidías con él en las caimaneras de beisbol. Tenía una brújula especial para rastrear las pelotas que se perdían en los monterales aledaños al solar de asfalto. A veces le pedías prestado el guante de jardinero que él usaba para jugar tercera base y siempre te enredabas para sacar la pelota, y Santiago se desternillaba de la risa cuando te desesperabas y terminabas devolviéndole su guante. Desde la morada de la maestra Delmira Núñez hasta la esquina de Teté Barrios, si Santiago apretaba el paso, tú casi pasabas a zancadas y él recordaba que eso no se valía. Al llegar a la esquina, la cinética era tal que casi flotaban hasta aterrizar en el puente de la acequia antes de la casa de los Pietrini. Mirabas hacia el antiguo parque de juegos lateral a la escuela José Luis Ramos y preguntabas si jugarían allí el sábado siguiente.
Santiago apenas respiraba mientras murmuraba que no lo ibas a sacar de concentración. Su velocidad disparaba los zapatos de goma en un vértigo de montaña rusa. No sabías explicarte como hacías para mantener aquel ritmo de mil caballos de fuerza. No tenías tiempo para sentir las contracciones musculares ni las percusiones de las rodillas. El primer día de aquel quinto grado la maestra ideó que para generar más integración entre los alumnos los iba a poner a trabajar en parejas y se encargó de juntar a quienes ella pensaba que menos se conocían. A Santiago y a ti les puso por tarea investigar el origen de los nombres de las capitales de los estados venezolanos. Estuvimos registrando los libracos de tu papá en su oficina y hallamos algo de Cumaná, Barquisimeto y Maturín. Luego fuimos a la farmacia y el papá de Santiago le habló de Maracay, San Fernando y Ciudad Bolívar. A mitad de aquella cuadra te lanzabas a la cuneta para buscar incrementar la intensidad de tus pasos.
En las funciones vespertinas del Royal, Santiago se las ingeniaba para que la dama de la taquilla, Bélgica, le pasara los tickets a través de la reja, aún en medio del barullo más espeso de alguna película de Santo el enmascarado de plata o de Viruta y Capulina. Cuando iban al Gardel siempre era un reto superar la prueba del Señor Julián cuando aparecía justo antes de apagar las luces para pasar a los muchachos menores hacia los bancos delanteros. Cuando ibas con tus hermanos, ellos te escondían debajo de los bancos. Cuando ibas con Santiago inventaban movimientos inimaginables. Una de esas noches, Santiago se dio cuenta que toda la orilla próxima a la pared estaba desocupada al menos en los lugares cercanos a la pared. En cuanto el señor Julián regresó hacia la frontera con la preferencia seguiste las señas de Santiago y gatearon desde el segundo banco hasta uno ubicado más arriba de la mitad de la galería. Cuando el señor Julián regresaba a revisar, Santiago te daba un codazo y se escondían debajo del banco.
Cuando iban a jugar al parque lateral a la escuela, siempre los dejaban en la banca. Santiago te decía que dejaras la pendejada de estar triste, tenías que estar listo para entrar a la primera oportunidad que se presentara. En un juego que llegó igualado a una carrera al cierre del séptimo inning, uno de los regulares tuvo que irse porque su mamá lo mando a buscar. Santiago entró a batear y largó un linietazo por encima de un seto de matas de cayena que había lateral a la tercera base, la pelota fue a tener al declive que llevaba hasta la acequia, mientras Santiago corría como velocista de cien metros hasta alcanzar el home. Luego él hizo que el manager te pusiera a jugar por él y en el inning final se te cayó un flaicito y cuando casi empiezas a llorar, Santiago te gritó que tomases la pelota y lanzaras al plato, el juego terminó con ese out en el plato. No sabías como habías reunido el valor para agarrar la pelota y lanzársela al cátcher, luego le preguntaste a Santiago porque había dejado que lo sustituyeras.
Cuando más encarnizado y rabioso era el remate de los últimos cincuenta metros, cuando veías la baranda de la ventana de la heladería y sentías el olor a vainilla y chocolate, por momentos adelantabas medio paso, por momentos quedabas atrás por dos pasos. Regresabas a aquel atardecer alucinante cuando iban retrasados a una película de Cantinflas en el Royal. Se fueron por la calle Bolívar y al llegar a la acequia subieron al pretil del embaulamiento, que se levantaba a unos dos metros del suelo, en una carrera fantástica corrieron a todo tren, sin tropezar, sin fallar el riel de menos de cuarenta centímetros; llegaron al final de la calle Miranda en menos de un minuto y desde allí recalaron en el Royal en otro minuto. Alcanzaron a la esquina de la heladería cual hermanos siameses, ni siquiera el dependiente de la heladería pudo determinar un ganador. Por esa vez compartieron las barquillas de ron pasas. Estuvieron a punto de repetir la carrera, pero luego acordaron repetirla el día siguiente.
Alfonso L. Tusa C. Mayo 28, 2025 ©
miércoles, 28 de mayo de 2025
Cuando Charlie Lau fue manager de los Tiburones de La Guaira en la temporada 1971-72 en la LVBP.
El dueño de los Tiburones, Pedro Padrón Panza, no escatimaba esfuerzos ni recursos para conseguir los mejores jugadores y entrenadores para su equipo. Los escualos venían de ser campeones en la campaña 1970-71, y ante la imposibilidad de que ninguno de los dos managers que ejercieron en esa temporada repitiesen en sus acciones, el señor Padrón se las ingenió para traer como dirigente a Charles Lau, un afamado instructor de bateo de la organización de los Reales de Kansas City que tuvo mucho que ver con la mejoría ofensiva de peloteros como Hal McRae, George Brett, John Mayberry, Amos Otis, etc., quienes se convirtieron en el núcleo de los equipos que lograron tres títulos divisionales seguidos para Kansas City entre 1976 y 1978. Para ese momento Lou Piniella aún estaba con los Reales, traer a Lau como manager, permitió que Piniella viniera a LVBP y jugara por unas semanas con los Tiburones.
En un juego donde los Navegantes del Magallanes, quienes venían de disputar la serie final de la temporada 1970-71 ante La Guaira, visitaron a los escualos en el estadio de la Universidad Central de Venezuela, hacia finales de octubre de 1971, llamó mucho la atención que el equipo de casa, como de costumbre saltó al terreno para escuchar las notas del himno nacional cada cual en sus posiciones, solo que el montículo estaba vacío, muchos miraron extrañados hacia el bullpen de la derecha, por lo general para ese momento ya el pitcher abridor ha terminado su calentamiento, en efecto, el bullpen estaba vacío. Cuando terminaron de sonar las notas marciales del “Gloria al bravo pueblo…”, un hombre corpulento terminaba de hacerle indicaciones a un tipo de cierta contextura que no dejaba de frotar su guante con ambas manos. Charlie Lau, quería aclarar todas las probables situaciones del juego con su abridor, Aurelio Monteagudo asentía. Cuando el árbitro principal se acerca a las escaleras del dugout, Lau dio una palmada en el hombro de Monteagudo y este trotó hacia el montículo. Ese día hubo un gran duelo de pitcheo entre Monteagudo y Jorge Lauzerique.
Luego aquella mañana dominical de mediados de noviembre de 1971, Lau pasó unos veinte minutos en el bullpen conversando primero con Luis Tiant, observando su mecánica, sus movimientos, la manera como agarraba la pelota, la manera como la soltaba, luego le pidió la mascota a Paul Casanova y recibió varios envíos a distintas distancias, y hasta pidió la presencia de un bateador derecho y luego de uno zurdo, quienes inclusive hicieron swing a varios lanzamientos, en ciertas oportunidades Lau se levantaba e iba a conversar con Tiant, antes del próximo lanzamiento rompía la mecánica y simulaba que lanzaba a primera base, o a segunda. Luego cuando comenzó el juego y Tiant empezó a tejer su joya, Lau estaba sentado en un extremo del banco, a medida que avanzaron los innings, Lau se sentaba más próximo a Tiant y no permitía que nadie se le acercara. Cuando salió para el noveno inning Lau siguió a Tiant hasta las escaleras y aplaudió tres veces.
Esa temporada La Guaira llegó igualada en el tercer lugar de la clasificación con Leones del Caracas y Navegantes del Magallanes. Jugaron una jornada de desempate y los Tiburones vencieron a los Leones para acceder a la ronda semifinal. En esa semifinal vencieron a las Águilas del Zulia en siete juegos. La Guaira logró regresar luego de estar abajo en la serie para ganar los últimos dos juegos como visitantes en Maracaibo, con pitcheo de Rob Gardner, relevado por Luis Tiant para lograr una victoria 4-2, con la cual igualaron la serie. Luego en el juego decisivo Jim Rooker blanqueó a las Águilas 3-0. En la final dominaban a los Tigres de Aragua tres juegos a uno, cuando los felinos iniciaron una remontada que los llevó al campeonato. Charlie Lau había batallado con su equipo hasta la última instancia.
Alfonso L. Tusa C. 28 de diciembre de 2020.
Fuentes y Referencias.
__Gutiérrez Fontiveros. Finales y semifinales de la LVBP. Liga venezolana de Beisbol Profesional. Caracas, 2006. Pp 14-15, 67-68
martes, 27 de mayo de 2025
Dick Green en el Salón
06-03-2014. Bruce Markusen.
Lo admitiré, hay oportunidades que solo se presentan por trabajar en el Salón de la Fama. Uno de esos beneficios incluye la visita ocasional de un grande liga retirado. Tuvimos uno la semana pasada, cuando el antíguo camarero de los Atléticos de Kansas City y Oakland, Dick Green, vino a Cooperstown.
Acompañado de su esposa, Lia, Green tuvo una visita detrás de escena en el Salón de la Fama, sus colecciones, y sus estanterías de libros. Durante la visita, tuve la oportunidad de hablar con los Green, una satisfacción personal para mí debido a mi experiencia de escribir un libro sobre esos grandes equipos de los Atléticos a principios de los años ’70.
Yo estaba un poco inseguro sobre que esperar. Siempre había oído que Green era un hombre muy tranquilo quien llevaba una vida retirada en su hogar de South Dakota. El reporte de los scouts casi se ajustaba a esas características. Todos encontramos a Green extremadamente amigable, más que feliz de hablar de sus días con los Atléticos. Llegó un momento, cuando empezó a preguntarme de mis experiencias escribiendo de los Atléticos. Le dije que una entrevista con Joe Rudi era uno de los puntos resaltantes; Green dijo que sigue siendo amigo cercano de Rudi, quién ha sido considerado por mucho tiempo uno de los caballeros del juego.
Aunque Green se excusó de que su memoria no andaba muy bien, nos obsequió sus memorias de cada personaje especial asociado con aquellos Atléticos, quienes consiguieron juntos tres Series Mundiales seguidas entre 1972 y 1974. Green, uno de los pocos peloteros que tenía buenas relaciones con Charlie Finley, dijo que el dueño generalmente lo trataba bien. Y le tenía un gran aprecio a Catfish Hunter, quién poseía casi un sexto sentido en su habilidad para cambiar velocidades y atacar a los bateadores rivales.
Sin sorprender a nadie, Green consideraba a Reggie Jackson el pelotero que carga a los Atléticos en aquellos días. Jackson tenía un poder bruto inusual. “Una vez bateó una pelota en Boston que el segunda base saltó para tomarla y salió del estadio”, le dijo Green a Craig Muder del Salón de la Fama.
Cuando Muder le preguntó a Green cual pelotero rival bateaba la pelota más fuerte, él dio dos nombres. El primero fue Dick Allen, quién tenía un tremendo poder hacia el jardín derecho y central y tenía la tendencia de batear líneas trepidantes hacia la posición de Green, segunda base. Green también nombró a Mickey Mantle, cuyo poder a la izquierda podía intimidar a los jugadores del lado derecho del infield, puedo recordar estar en Kansas City y jugarle en el right field. Entonces el trataba de tocar la bola para embasarse”. Green dijo que él generalmente manejaba esos toques y hacía out a Mantle.
La observación de Green no debería sorprender a nadie quien recuerda el juego de esa época. Él fue uno de los mejores segundas base del juego, un pelotero quien a menudo era comparado con Bobby Richardson de los Yanquis. Con un alcance por encima del promedio, manos seguras, un giro rápido en el doble play , y un fuerte brazo, Green aportaba el pegamento defensivo de aquellos Atléticos de los 60’ y comienzos de los ’70.
La carrera de Grandes Ligas de Green empezó en 1963, cuando apareció en 13 juegos a finales de temporada y se desempeñó en el short y la segunda base. En 1964, se convirtió en el segunda base regular de Kansas City, bateó para un respetable .264 con 11 jonrones mientras jugaba con estabilidad al campo. El próximo año, él bateó un tope personal de 15 jonrones, un total sustancial para un infielder del medio del cuadro interior en aquella época.
El bateo de Green decreció cuando los pitchers incrementaron su dominio hacia finales de los años ’60. Pero una vez que el “Año del Pitcher” vino y se fue, Green regresó. Tuvo su mejor temporada ofensiva en 1969, bateó para .275 con 53 boletos y 12 jonrones. Aunque no fue al Juego de Estrellas, recibió algunos votos dispersos en la elección de jugador más valioso.
Una espalda adolorida contribuyó a que tuviese el peor promedio de bateó de su carrera, .190 en 1970, esto provocó varios rumores que decían que Green podría retirarse y concentrarse en dirigir la próspera compañía de mudanzas de su familia en Rapid City, S.D. Pero Finley lo persuadió de no hacerlo y Green volvió con 12 jonrones y 51 boletos en 1971. Ese equipo de los Atléticos ganó 101 juegos para adjudicarse el Oeste de la Liga Americana.
Una serie de lesiones limitaron a Green a solo 26 juegos en 1972. Como equipo, los Atléticos sufrieron poco, al mantener a raya a los Medias Blancas para ganar el la división oeste. Afortunadamente, Green regresó a la acción a tiempo para jugar en la postemporada, y se ganó su primera aparición en una Serie Mundial. Green se convirtió en un jugador famoso por una jugada memorable de la Serie, en la cual el absorbió la embestida de Hal McRae que lo hizo volar unos dos metros detrás de la almohadilla. Green mantuvo la pelota en el guante, y los Atléticos resistieron para vencer a la Gran Maquinaria Roja.
De regreso a la buena salud en 1973, Green no bateó mucho, pero ayudó a estabilizar el medio del cuadro interior de los Atléticos que ganaron su segundo campeonato seguido. En 1974, Green jugó solo 100 juegos en la temporada regular, pero reservó su mejor jugada defensiva para la Serie Mundial ante los Dodgers. Ocasión tras ocasión, Green efectuó brillantes jugadas que detuvieron potenciales ofensivas de los Dodgers. “Green ha hecho la diferencia: él ha hecho las grandes jugadas en las situaciones claves”, le dijo Steve Garvey al periodista Red Foley. “Él siempre está haciendo grandes doble plays, y nos neutraliza la posibilidad de grandes innings”. En la Serie, Green participó en seis doble plays.
A pesar de irse en blanco en 13 turnos al bate, Green ganó el premio Babe Ruth como jugador más valioso de la serie en reconocimiento a su excelencia defensiva. Se estaba haciendo justicia a un gran pelotero defensivo quién siempre era segundo de alguien más en la carrera por el guante de oro, esos podían ser Bobby Richardson, Bobby Knoop, Dave Johnson o Bobby Grich.
Venir de tal actuación en la Serie Mundial, a los 33 años Green parecía capaz de jugar por lo menos otra temporada. Pero finalmente hizo lo que había amenazado hacer por años; anunció su retiro. “Habría perdido mi titularidad en 1975 con Phil Garner, y no quería ser utility del infield”, Green le dijo a los em,pleados del Salón. “Además, hice más dinero en casa con nuestra compañía de mudanzas”.
Con sus días de jugador activo detrás de él, Green lo hizo bien con la compañía de mudanzas antes de venderle el negocio a su socio. Ahora disfruta el retiro en South Dakota, Green pesa solo unos pocos kilos por encima de su peso de pelotero activo y aún luce como si pudiese hacer dos dobleplays si se lo pidieran.
Dick Green no es el recluso que llegué a creer. Él es extrovertido, y divertido, y lleno de buenas memorias. Si, algunas veces tus héroes terminan siendo mejores de lo que pensaste.
Fuentes: The Sporting News; the New York Daily News; Dick Green’s clippings file at the National Baseball Hall of Fame.
Traducción: Alfonso L. Tusa C. Junio 12, 2015.
lunes, 26 de mayo de 2025
Indeleble Alfonso Chico Carrasquel
"Vamos a jugar un Carrasquelito". Siempre que nos reuníamos en
casa de cualquiera de los amigos y hasta en la calle, alguien sacaba
una pelota de goma y la empezaba a rebotar de la pared del frente o
del patio de la casa. Aquella primera referencia infantil nos llevó a
preguntar por el apellido. Padres y abuelos abrían los ojos.
"Carrasquelito, ese es el ídolo nacional que mantuvo viva la llama de
los campeones del '41 e inició la seguidilla de glorias venezolanas
entre los torpederos de las Grandes Ligas".
La lectura de libros, revistas y periódicos nos fueron revelando
la estatura beisbolera de aquel nombre que gritábamos con tanto
entusiasmo cuando salíamos al recreo escolar o en nuestros ratos
libres en la calle. Sus hazañas en el campo de las mayores al lado de
luminarias como Nellie Fox, Billy Pierce, Bob Feller, Rocky Colavito,
Larry Doby, Beto Ávila, Bob Lemon, Sherm Lollar, Sal Maglie, Roger
Maris, Orestes Miñoso, Brooks Robinson, Vic Power, Jim Rivera, Virgil
Trucks, Early Wynn, Al Rosen, Herb Score, revivieron sobre el papel
con cada lectura de las reseñas de los juegos de los Medias Blancas de
Chicago, los Indios de Cleveland, Atléticos de Kansas City y Orioles
de Baltimore. También sus logros en el béisbol profesional venezolano
al defender los colores del Cervecería Caracas, Leones del Caracas,
Pampero, Oriente, Orientales, Magallanes, Aragua. Entonces me percaté
de la razón por la que mis amigos llamaban por el apellido del Chico
al predilecto juego de los roletazos provenientes de pegar una pelota
de goma contra una pared. Más aún al conocer que el Chico aún posee la
marca para un venezolano, de más partidos consecutivos bateando
imparables en las Grandes Ligas (24), eso ocurrió en la temporada de
1950.
La estatura humana del Chico la conocí en noviembre de 2004
cuando por intermedio de Daniel Gutiérrez fuimos a visitarlo en su
casa de Sarría. Salía de una dolorosa sesión de diálisis, sin embargo
la sonrisa brillaba en su rostro. Conversamos de béisbol unos minutos.
Hablamos de Isaías Látigo Chávez. El Chico ajustó los botones de la
chaqueta azul de los Leones del Caracas. "Me gusta mucho que escribas
un libro del Látigo. Él fue un gran pelotero e iba a dar más". También
nos contó como en las prácticas del equipo de Anzoátegui para un
Campeonato Nacional AA vio a un jovencito destacar en la defensa del
campocorto. "¿Cómo se llama ese muchacho?" "Enzo Hernández". "Ese va a
ser mi short en el campeonato". "Pero señor Alfonso ese muchachito es
juvenil, lo trajimos para que se vaya fogueando". "Si ese muchacho no
es el short, yo tampoco voy a dirigir el equipo de Anzoátegui".
El Chico explicó que el campeonato se realizó en Cumaná. Carina
observó que nosotros venimos de allá. El Chico añoró la gastronomía
cumanesa. "Sobre todo el arroz con coco, el majarete y esas morcillas
dulces que nos comíamos después de los juegos. Nunca se me va a
olvidar el sabor dulce y picante de esas morcillas".
En la sala de la casa descansaban varias cajas con restos de la
mudanza desde Chicago. "¿Por qué vivió todos estos años en Chicago?"
"Sencillamente porque allá me respetaban y me trataban bien. Aquí a
veces se presentan incidentes como el de hace algunos días cuando me
llamaron del canal 8 para que tomara un taxi y me fuera para Los
Ruices porque me iban a entrevistar. Les dije que no podía, que estoy
enfermo. Insistieron y me dijeron '¿cuanto le puede costar esa carrera
6, 7 dólares?' Tuve que colgar el teléfono. En Chicago cuando
cualquier periodista quería entrevistarme me mandaban a buscar con una
limusina, me trataban con respeto, estaban pendientes del mínimo
detalle".
El amanecer del 26 de mayo de 2005 supimos que el Chico se fue a la
conquista de la goma. Pero aún seguimos viéndolo desactivar roletazos
candentes en todas direcciones. Escuché a la distancia el llamado de
mis amigos. "Vamos a jugar un Carrasquelito".
Alfonso L. Tusa C.Mayo 26, 2005.
domingo, 25 de mayo de 2025
Desde Kansas a los Gigantes, el equipaje de victorias e inteligencia de un pionero.
David Waldstein. 22-10-2014. The New York Times.
Olathe, Kan.- Un Gigante está enterrado en Kansas.
Baldwin City, Kan., está a escasas 50 millas de Kauffman Stadium, el hogar de los Reales de Kansas City, los Campeones de la Liga Americana de este año. Allí fue donde Luther Taylor, quién fuera conocido como Dummy Taylor, fue enterrado en 1958, el año cuando su antíguo equipo, los Gigantes, empezó a jugar en San Francisco, al mudarse desde Polo Grounds en el Alto Manhattan.
Taylor fue un pitcher pionero, un personaje carismático y colorido quien no podía oir ni hablar pero podía lanzar una pelota con experticia. Ayudó a los Gigantes a ganar su primera Serie Mundial de la era moderna, en 1905, y tendió un puente al vacío entre los atletas que oyen y los sordos, permanece como el único vínculo entre Kansas City y los Gigantes.
Durante la época de Taylor con los Gigantes, desde 1900 hasta 1908, muchos de sus compañeros aprendieron el lenguaje de señas, y Taylor los hizo reir, y algunas veces gana, en buena parte de su carrera.
“El permanece como una inspiración para muchas personas”, dijo Sandra Kelly, una antígua maestra y directora en la Escuela de Sordos de Kansas, donde Taylor destacó como beisbolista y luego como entrenador, en Olathe, una ciudad 20 millas al suroeste del centro de Kansas City, Mo. “Está muy claro en las historias que sus compañeros lo querían y respetaban”.
Kelly ahora es directora ejecutiva del Centro Cultural para Sordos local, el cual está ubicado enfrente de la escuela- El centro aloja un museo con una exhibición dedicada a Taylor, uno de los graduados más celebres de la escuela, junto a Paul Hubbard, de quién se dice que es el inventor del círculo de conferencia del futbol americano.
La Escuela de Kansas para Sordos es una institución pública, accesible a los niños sordos de todo Kansas- Taylor, quién nació el 21 de febrero de 1875, asistió a la escuela desde 1884 hasta 1895 y fue el primero de su clase y un gran prospecto de béisbol. El gimnasio K.S.D. lleva su nombre, el campo de futbol americano el de Hubbard.
Luego de unos pocos años en el béisbol semi profesional, Taylor se unió a los Gigantes en 1900, y en nueve años con ellos dejó marca de 115-103 con efectividad de 2.77. En 1904, tuvo registro de 21-15 y los Gigantes ganaron su primer banderín del siglo XX aunque no hubo Serie Mundial ese año por una disputa con la Liga Americana). El próximo año, los Gigantes ganaron el banderín de nuevo, y Taylor agenció un registro de 16-9, y jugaron su primera Serie Mundial de la era moderna.
“El béisbol es un buen deporte para atletas sordos, especialmente para los pitchers porque ellos están en control del juego”, dijo en un correo electrónico Suzanne Robitaille, una aficionada sorda del béisbol y abogado de los discapacitados.
Taylor fue señalado para iniciar el tercer juego de la Serie Mundial de 1905 contra los Atléticos de Filadelfia, la franquicia se mudó a Kansas City en los años ’50 y a Oakland hacia finales de los ’60, pero el juego fue pospuesto, y los Gigantes luego designaron a Christy Mathewson, quien ganó tres juegos en la Serie sin permitir una carrera.
En una entrevista con The Sporting News en 1942, Taylor expresó su disgusto, porque pensaba que si hubiese lanzado ese juego se habría convertido en el primer pelotero sordo en una Serie Mundial.
Pero la influencia de Taylor iba más allá des béisbol. Algunos han discutido sobre la posibilidad de que las señas del béisbol se deben a él, aunque otros dicen que las señas precedían su llegada al juego. (Algún día Dummy Hoy, un sordo quien jugó en el siglo XIX, proporcionó el impulso para las señales de mano de los árbitros).
Las contribuciones de Taylor también incluían su gran sentido del humor. Hay una leyenda en la cual él como coach de base un día usó botas altas en medio de una tormenta para avergonzar a los árbitros y hacerlos suspender el juego. Fue un personaje punzante hasta en sus señas, tuvo varios encontronazos con los árbitros como jugador y luego como entrenador en la K.S.D. David W. Anderson, en un ensayo sobre Taylor, escribió del día cuando Taylor, entonces coach de primera base de los Gigantes, como hacían los jugadores de la época, se burlaba del árbitro del plato, Hank O’Day, en lenguaje de señas.
Lo que Taylor no sabía, escribió Anderson, era que O’Day había sido criado por padres sordos y podía entender las señas.
“Te vas para el clubhouse”, dijo O’Day con señas. “Paga 25$”.
En aquellos días, los jugadores sordos y mudos eran llamados rutinariamente Dummy, y Taylor no fue la excepción. (Los Gigantes tuvieron brevemente en 1901 otros dos peloteros con ese nombre, Dummy Leitner y Dummy Deegan). Los tiempos han cambiado, pero Kelly, la antígua directora y maestra de la Escuela de Kansas para Sordos, dijo que Taylor apreciaba el apodo porque eso indicaba que podía hacer señas y estaba orgulloso de ello. Los managers de Taylor, George Davis y después John McGraw, animaron a sus compañeros a que aprendieran el lenguaje para comunicarse con él.
Taylor pasó a los Bronchos de Cleveland de la Liga Americana en 1902 por más dinero pero regresó a los Gigantes porque no se sintió bienvenido en Cleveland donde los peloteros no hacían señas.
En “The Glory of Their Times” de Laurence S. Ritter, Fred Snodgrass, un jugador de los Gigantes, explicó como Taylor rechazaba a permitir que sus impedimentos lo separaran de sus compañeros. “Si ibamos a un espectáculo de vaudeville, el quería saber de que trataba el chiste, y alguien tenía que contárselo”, dijo Snodgrass. “Así que todos aprendimos”.
No todos los peloteros sordos hacen señas. Cuando Curtis Pride, un pelotero con impedimento para escuchar, estaba en el sistema de ligas menores de los Mets en los años ’80 y ’90, no hacía señas porque podía leer los labios. Pero los Mets, dijo Steve Phillips, el director de las granjas del equipo a comienzos de los ’90, cambiaron sus protocolos en los jardines para que solo Pride pidiera las pelotas porque el no podía oir si los otros jardineros pedían la pelota.
Pride es el entrenador de béisbol en Gallaudet, una universidad privada para sordos y casi sordos en Washington donde Hubbard, el antíguo estudiante-atleta de K.S.D., era futbolista estrella. Hubbard, quien era seis años mayor que Taylor, jugaba de quarterback en Gallaudet y se le acredita el invento el círculo de conferencia como una manera de prevenir que los rivales vean las señales del equipo.
Como Taylor, Hubbard eventualmente regresó al area de Kansas City, y enseñó y entrenó en K.S.D. por décadas al lado de Taylor. El nieto de Hubbard, James, es abogado en Olathe y un gran aficionado de los Reales. El nació en 1943, tres años antes que falleciera su abuelo. Pero lo recuerda.
“Puedo recordarlo”, dijo James Hubbard por teléfono. “Sé que mi abuelo y Taylor fueron ambos entrenadores y miembros de la facultad en K.S.D. por muchos años. Mi madre enseñó ahí, también, y yo solía oir todas las historias”.
Hoy, Hubbard es un buen amigo y socio de golf de George Brett, la estrella de los Reales y vicepresidente senior del equip, así que Brett conoce a un hombre que conoció a un hombre que trabajaba con Luther Taylor.
Ahora Taylor yace a un paseo corto de Kansas City, donde su viejo equipo está tratando de ganar otra Serie Mundial 109 años después de su primera de la era moderna, la cual llegó gracias en partea un Gigante de Kansas.
Traducción: Alfonso Tusa. Octubre 26, 2014.
sábado, 24 de mayo de 2025
Cuando Cesar Gutiérrez bateo de 7-7 con los Tigres de Detroit.
Todavía recordaba la portada de la revista Sport Gráfico: “Tigre aquí y Tigre allá”. Lo que nunca recordé con precisión fue si Cesar Gutiérrez aparecía con el uniforme de los Tigres de Aragua, el de los Tigres de Detroit, o si era una dicotomía de fotografías donde aparecía con ambas camisetas. Gutiérrez había debutado en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional en la temporada 1960-1961 con los Leones del Caracas luego pasó al Magallanes a mediados de la justa 1964-65, y llegó a los Tigres de Aragua a principios de la campaña 1968-1969. En tanto que en el beisbol organizado de Estados Unidos, Gutiérrez firmó con la organización de los Gigantes de San Francisco y debutó en las mayores en 1967, fue cambiado a los Tigres de Detroit a finales de la temporada de 1969. En 1970 el manager Mayo Smith le dio la oportunidad de ser campocorto regular y Gutiérrez la aprovechó porque supo combinar una defensiva solvente con los requerimientos mínimos ofensivos exigidos a un campocorto.
Gutiérrez había terminado la temporada de ligas menores con el Phoenix AAA y como siempre se preparaba para viajar cuanto antes a Venezuela, entonces recibió una llamada de la oficina de los Gigantes de San Francisco y le comunicaron que había sido cambiado a los Tigres de Detroit y ese equipo quería que se presentara en Tiger Stadium. Gutiérrez empezó a estudiar la situación y se dio cuenta que con los Tigres si iba a tener más oportunidades de jugar con el equipo grande. Ese septiembre jugó casi veinte encuentros con Detroit y empezó a sospechar que venían cosas muy buenas, principalmente porque al manager le había gustado su desempeño en el campocorto y también estaba conforme con sus habilidades con el madero. Tal era el ánimo de Gutiérrez que tuvo su mejor temporada hasta ese momento en la liga venezolana al batear para .279, con 50 imparables, 20 carreras anotadas y 10 empujadas. Se notaba que era un jugador muy distinto al que se había visto hasta ese momento.
Mientras se vestía para aquel juego del domingo 21 de junio de 1970 en el Municipal Stadium de Cleveland, Cesar Gutiérrez saboreó un caramelo relleno de coco en el club house. Eso le trajo recuerdos de Cabimas, de cuando salía a vender conservas de coco que hacía su hermana. Ajustó los cordeles de su guante y sonreía por todas las veces que había tenido que explicar que si había nacido en Coro, estado Falcón, pero lo habían llevado a Cabimas desde muy niño. Aquella tarde en Cleveland, el manager Smith alineó a Gutiérrez de segundo detrás del jardinero central Mickey Stanley y delante del inicialista Al Kaline. En el primer inning luego que Stanley negoció boleto, Gutiérrez despachó imparable a la derecha ante el debutante Rick Austin, lo cual permitió que Stanley llegara hasta la antesala. Kaline roleteó por tercera y Stanley fue forzado en el plato, por lo cual el bateador se embasó por fielder’s choice mientras Gutiérrez pasaba a la intermedia. Willie Horton recibió boleto para llenar las bases. Jim Northrup la rodó por el montículo, Gutiérrez anotó mientras Northrup era retirado de pitcher a primera. Maddox terminó el inning ponchándose.
En el cierre de ese episodio los Indios explotaron al abridor Kilkenny con jonrones de Tony Horton y Chuck Hinton para pasar adelante 5-1, vino a relevar Patterson.
En el segundo inning Ted Uhlaender despachó otro cuadrangular que puso el marcador 6-1.
Gutiérrez sonreía en el círculo de prevenidos mientras observaba como Stanley se ponchaba. Recordaba los días en Cabimas cuando jugaba en el equipo juvenil donde Victor Davalillo era dueño, cuarto bate y novio de la madrina, él apenas si veía el juego porque era pequeño para esa categoría. Entonces se cuadró en la caja de bateo y largó sencillo a la izquierda. Luego anotó amparado en el jonrón de Kaline. Willie Hortón sencilleó a la izquierda y Northrup la sacó para poner el juego 6-5. Dennis Higgins relevó a Austin y retiró a Elliot Maddox en elevado al campocorto y a Brown con ponche cantado.
Aunque no le gustaba hablar ni pensar en eso Gutiérrez empezó a recordar escenas difíciles que había experimentado en la última temporada de beisbol profesional venezolano. Mientras tomaba su madero de la batera de pronto volvía a sentir el impacto de una batería de linterna en la cabeza que recibió en el estadio de Barquisimeto luego de atrapar una buena línea de José Tartabull que llevaba etiqueta de imparable. Dio dos manotazos sobre el casco cuando se encaminaba a tomar turno en la parte alta del quintó inning. Se apuntó sencillo de piernas con rodado a las paradas cortas. Luego Kaline se ponchó. Willie Horton bateó imparable a la derecha que llevó a Gutiérrez hasta la intermedia. Northrup sorbió ponche cantado. Maddox entregó el out final con machucón que tomó el pitcher para retirarlo en primera. Cuando llegó al dugout y tomó el guante sentía con nitidez el impacto de la batería como si aun estuviese en el estadio barquisimetano.
En el cierre de ese inning Ray Fosse descargó doble a la derecha y llegó hasta la antesala mediante passed ball del cátcher Jim Price. Luego anotó con el elevado de sacrificio de Tony Horton hacia el jardín central. Cleveland 7 – Detroit 5. Esa ventaja fue ampliada con una carrera adicional en el cierre del sexto inning, donde Fred Scherman entró a relevar. Craig Nettles soltó imparable a la derecha, pasó a segunda con toque de sacrificio de Higgins y a tercera mediante wild pitch de Scherman, desde allí anotó con elevado de sacrificio de Jack Heidemann al centro.
Cuando Gutiérrez se ejercitaba para ser el primer bateador del séptimo episodio, vinieron imágenes muy movidas de una pelea, luego de un juego en Valencia tuvo que fajarse con cuatro fortachones que molestaban a su compañero de equipo en los Tigres de Aragua, Roberto Muñoz. Aún cuando recibió algunos golpes, se fajó con tanto coraje, que los tipos terminaron por abandonar. Quizás esa imágenes lo motivaron a despachar doblete a la izquierda, desde allí anotó con jonrón de Northrup, para poner el marcador Cleveland 8 – Detroit 7.
Mientras veía como sus compañeros atacaban al relevista Fred Lasher en el octavo inning, mediante doble de Gates Brown y sencillo de piernas de Stanley por tercera base que llevó a Brown hasta la antesala, luego que Norman Cash había emergido por Price para fallar en elevado de foul a la receptoría y Dick McAuliffe se había ponchado. Gutiérrez sonreía, imaginaba como sería aquel turno en Maracay, donde la temporada anterior los fanáticos le pedían tres hits si en el juego anterior había bateado dos, y si había conectado tres le pedían cuatro. Como respondiendo a aquel publico despachó sencillo a la derecha para traer a Brown al plato con el empate a 8 carreras. Cuando llegó a primera las imágenes de Gutiérrez se mudaron varias temporadas atrás cuando en un cierre del noveno o extra inning había decidido un juego a favor del Magallanes, ante los eternos rivales del Caracas, quienes también tenían una cuenta pendiente con Gutiérrez puesto que lo habían cambiado al Magallanes y eso en el beisbol no se perdona.
En el décimo inning ya algunos de sus compañeros lo miraban muy atentos y hasta le deseaban buena suerte. Gutiérrez siguió pensando en Cabimas, en todos aquellos episodios de las conservas de coco y como el dinero de las ventas no cuadraba con las cuentas de su hermana. Entonces él confesaba que se había comido una o dos conservas, porque ella nunca le daba nada de las ganancias. Con esa sonrisa en los labios fue a batear ante Dick Ellsworth, luego del imparable de Don Wert y el elevado de McAuliffe a la izquierda. Esta vez se apunto sencillo de piernas por el campocorto, luego Kaline falló con rodado al cuadro y el juego siguió igualado.
Hasta ese momento solo Wilbert Robinson, de los Orioles de Baltimore en la Liga Nacional el 10 de junio de 1892, había largado siete-siete en un juego de grandes ligas. Aunque Gutiérrez notaba cierta reverencia de sus compañeros, cierto misterio similar a cuando un pitcher está lanzando sin hits ni carreras, él prefería abstraerse en sus imágenes de Cabimas y en los episodios cómicos que había experimentado en la liga venezolana cuando jugaba para managers como Regino Otero o Alfonso Carrasquel. En la apertura del inning doce, Phil Hennigan entró a relevar por los Indios y McAuliffe salió con elevado a la izquierda. Stanley descargó jonrón para poner a ganar a los Tigres 9-8. Gutiérrez consiguió el séptimo imparable con línea al centro, luego resultó out en segunda base al intentar robar esa almohadilla. Kaline caminó pero Willie Horton elevó a la derecha. Timmerman completó un buen relevo en el cierre de la entrada para validar la victoria. Luego de felicitar a Stanley por su jonrón, Kaline abrazó y estrechó la mano de Gutiérrez, Horton chocó ambas manos abiertas con él y Northrup estuvo a punto de levantarlo en hombros. Al campo Gutiérrez estuvo impecable con cuatro asistencias y dos outs. Al batear de 7-7 estableció una marca para la Liga Americana e igualó la de las grandes ligas.
Alfonso L. Tusa C. © 19 de junio de 2020.
viernes, 23 de mayo de 2025
Los poderes terapéuticos del beisbol.
Ahí estaba el carro volcado sobre su costado. Se trataba de una de esas camionetas de última generación, con todos los avances tecnológicos, igual el ser humano puede hacerlos inservibles con su cúmulo de apremio, desespero, impaciencia. El camión de bomberos llegó y en medio de la gravedad y el dolor, los bomberos iniciaron la rutina distinta propia de las exigencias de cada jornada. Nunca había viso un episodio de Chicago Fire relacionado con cierta preponderancia y contundencia hacia el beisbol, habías visto menciones al hockey, observaciones al futbol americano, asomos del boxeo, pero nada que ver con beisbol. El bombero se asomó a la ventana de la camioneta para de costado sobre el pavimento, con mucho cuidado ejecutó los movimientos para mantener la estabilidad del vehículo. En el fondo estaba un niño de algunos diez, once años de edad. La mirada extraviada y las mejillas estrujadas denotaban un dolor que apenas le permitía sollozos. El bombero preguntó si se podía mover y el niño respondió que le dolía mucho el brazo. Ante la inminencia de las llamas, el bombero pidió permiso y saltó al interior.
En medio de la tensión y el dolor, el bombero notó la gorra de los Cachorros de Chicago y le preguntó al niño si era seguidor de los oseznos. Mientras el niño respondía y olvidaba el sufrimiento, el bombero maniobró y lo levantó hasta sacarlo del carro, mientras subían le comentaba que él también había sido aficionado de los cachorros toda su vida. El niño sonrió y mientras apretaba las lágrimas lanzó una mirada al fondo donde yacía una carpeta con barajitas. En medio de alegría de los padres y la diligencia de los paramédicos para trasladarlo a la ambulancia el niño recordó que había dejado las barajitas de los Cachorros en la camioneta. Ante la inminencia del fuego devorando el vehículo, el bombero le dijo que él también tenía una carpeta de barajitas de los Cachorros. Esa misma tarde se las llevó al hospital. Se disculpó porque aquellas barajitas eran del equipo de 1989. El niño mencionó “el equipo de Greg Maddux”, el bombero asintió y juntos sonrieron y recordaron las hazañas de “el Profesor”.
El bombero no sabía como explicarlo, sin embargo había diseñado un plan para subsanar la decepción. No había encontrado sus barajitas. Antes que el niño bajara la mirada, el bombero refirió que había conseguido permiso para que diesen una vuelta por la ciudad en el camión de bomberos. Los padres le ajustaron el cabestrillo del brazo recién operado y lo acompañaron hasta subir al camión. Cuando se detuvieron en el estacionamiento de Wrigley Field, el bombero dio dos palmadas en el hombro del niño. Casi corrieron hasta la tribuna del dugout de los Cachorros y ahí los esperaban varios peloteros de los Cachorros, entre ellos el tercera base Kris Bryant, el pelotero favorito del niño.
Alfonso L. Tusa C. Mayo 23, 2025 ©.
jueves, 22 de mayo de 2025
Bob Abreu y la dimensión humana del beisbol.
Hace dos semanas vi un programa televisado por IVC, moderado por Luis Sojo (si, el ex beisbolista) y el periodista Fernando Arreaza. El invitado de ese día fue Bob Abreu y hablaron esencialmente de sus logros en el terreno de juego con los Leones del Caracas en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional y con los Filis de Filadelfia, Yankees de Nueva York y Mets de Nueva York (entre otros equipos) en las grandes ligas. Me llamó mucho la atención la profundidad, la intensidad que transmitía Abreu por la actividad donde destacó como pelotero activo alrededor de veinte años. Se notaba que eso formaba parte de él desde pequeño, tal vez lo había magnificado o formalizado en la academia de beisbol de Andrés Reiner en el campo Venoco de Valencia, donde empezó su formación como pelotero profesional junto a otros jugadores que también tuvieron logros importantes.
Una semana después en otro programa televisivo, esta vez transmitido por Meridiano TV, moderado por los hermanos Arcay, Bob Abreu hablaba vía telefónica sobre las particularidades de la academia de beisbol que había diseñado e inaugurado en San Joaquín. Carabobo. La manera pausada, reflexiva y hasta analítica en que Abreu detallaba cada una de las particularidades de la academia, llamaba mucho la atención, empezando por reconocer la magnitud de la inversión sobre todo en un contexto político, social y económico poco favorable y mucho menos atractivo. La elocuencia e ilustración de las imágenes mostraba una gran pertinencia y ganas de estar presente en momentos difíciles para tender una mano a los niños y jóvenes venezolanos. Abreu detallaba con mucho aplomo cada arista del proyecto ante la sorpresa de los moderadores.
La fruición, la emoción con que Abreu explica este proyecto refresca por momentos sus momentos más vibrantes sobre el terreno de juego, aunque ni siquiera lo vi por televisión, me viene a la mente un juego de los Filis de Filadelfia en la temporada de 2000. El 27 de agosto de 2000, los Gigantes de San Francisco visitan a Filis de Filadelfia en Veterans Stadium. Bruce Chen sube al montículo por los Filis, Gardner hace lo propio por los Gigantes. En la apertura del tercer inning Dave Martínez descarga doble a la izquierda y Paul Mirabelli lo remolca con imparable al centro. En el cierre del sexto inning Bob Abreu nivela la pizarra al descargar jonrón. En la parte baja del décimo inning, Abreu conectó un batazo a lo más remoto del jardín central que Calvin Murray intentó atrapar, pero solo pudo tocar la pelota con la punta del guante, mientras perseguía la esférica en la zona de seguridad, Abreu daba la vuelta al cuadro para apuntarse jonrón dentro del parque. Vosberg se apuntó el triunfo en relevo de Chen y Brock. Aaron Fultz cargó con la derrota en relevo de Gardner, Embree y Félix Rodríguez. Ese entusiasmo de Abreu por el proyecto también refresca algunos de sus logros en grandes ligas: Guante de oro en 2005 y el bate de plata en 2004. Bateó 6 veces sobre .300 (1998, 1999, 2000, 2002, 2003, 2004). Lideró la Liga Nacional en triples (11) en 1999 y en dobles (50) en 2002. Comandó MLB en boletos (124) en 2006. Encabezó a los jardineros derechos de la Liga Nacional en outs (338) en 2000, asistencias (17 y 13) en 1998 y 2000 respectivamente, y en doble plays (4 y 4) en 2004 y 2009.
El diseño de la academia de beisbol de Bob Abreu incluye lugares tan impactantes como una biblioteca donde los jóvenes tienen acceso no solo a material bibliográfico, sino a recursos informáticos con muchos equipos de alta tecnología, además de personal entrenado en las diferentes áreas cognitivas como la pedagogía, piscología o la terapia. También existe un amplio comedor donde los aspirantes a beisbolistas tienen espacio para reponer energías en el ambiente más calmado y apropiado, aunque la bitácora de la academia implica varias actividades luego de comer, también deja espacio para significativas sobremesas. Por otro lado hay aulas donde se imparten conocimientos de inglés y otros tópicos como matemáticas, literatura o geografía, toda una visión integral para ampliar el panorama de los aspirantes a beisbolistas, para entender que el deporte es más importante cuando se conecta en continuo con el mundo exterior. Una óptica profunda que aporta opciones para continuar avanzando en la vida aun cuando la meta del beisbol sea inalcanzable, como ocurre con muchos aspirantes en todas partes. Un aporte invalorable de la filosofía de Bob Abreu a través de su academia.
Alfonso L. Tusa C. 29 de septiembre de 2021. ©
miércoles, 21 de mayo de 2025
Preguntas y respuestas con Bob Kipper.
Baseball Prospectus. David Laurila. 04-01-2011.
Antes que él se convirtiera en un coach de pitcheo altamente reconocido en ligas menores, Bob Kipper vivió el sueño que ahora ayuda a perseguir a otros. El zurdo de 46 años pasó ocho temporadas en las Grandes Ligas, y mientras su marca fue un humilde 27-37 con efectividad de 4.37 y 11 salvados, él se considera privilegiado por simplemente haber tenido la oportunidad. Tomado de octavo en el draft general de 1982 por los Angelinos de California, Kipper fue cambiado a Pittsburgh tres años después y realizó la mayor parte de sus 247 apariciones de su carrera con los Piratas. Él ha sido coach de pitcheo en la organización de los Medias Rojas desde 1999, y pasó la temporada de 2010 tutoreando lanzadores en el Portland AA.
Kipper contó la historia de su viaje a las Grandes Ligas, sus dos tumultuosas apariciones como Angelino, y su tiempo en Pittsburgh antes de un juego a finales de temporada en el Hadlock Field de Portland.
Bob Kipper:
“Para mí, ser drafteado fue extremadamente excitante. Para empezar, desde que era un niño pequeño, probablemente regresando a cuando tenía cinco años, mi sueño había sido jugar beisbol en Grandes Ligas. Por supuesto, a los cinco años nadie sabe como va a ser su vida, pero siempre tuve un amor verdadero, una verdadera pasión, por el beisbol. Y me di cuenta a esa edad muy temprana que tenía una destreza especial para desenvolverme en el juego. Yo era uno de esos tipos que siempre pitcheaba con éxito ante muchachos mayores. En la escuela secundaria, fui capaz de lanzar al máximo nivel como estudiante de primer año y dominar. Ciertamente yo no sabía que jugaría en las Grandes Ligas algún día, eso era mi sueño”.
“Al llegar a mi año final en la secundaria, yo sabía que había una buena oportunidad de que, evitando las lesiones, consiguiera la oportunidad de ser drafteado y jugar beisbol profesional. Cuan alto llegaría en el draft dependería de lo bien que lo hiciera como jugador de último año, y terminé teniendo un año muy impresionante. Estaba proyectado para llegar alto en el draft, algunas fuentes decían que podría estar entre la primera y la quinta escogencia. Eso era impresionante para mí, pero también muy excitante”.
“El primer día del draft de junio recibí una llamada de Larry Himes, el director de búsqueda de talento de los Angelinos de California, informándome que yo era su primera escogencia. Al haber crecido como uno de seis niños en una familia que vivía en una granja de siete acres en el Illinois rural, todos estábamos muy emocionados, y siempre recordaré la excitación previa al día cuando firmé. Un día o dos después me subí a un avión rumbo al sur de California. Subí a ese avión con otros dos tipos quienes fueron drafteados ese año, uno de ellos era Mike Rizzo, quién ahora es el gerente general de los Nacionales de Washington. Recuerdo que estuve retrasado para llegar al aeropuerto, porque tuvimos dificultades con el tráfico todo el camino, tratando de llegar al aeropuerto O’Hare de Chicago. Finalmente llegamos, pasé la revisión, corrí hacía la puerta de embarque y subí al avión”.
“Cuando bajamos del avión, fuimos al campus de Cal State Fullerton, y cuando llegué allí, recuerdo que fue uno de los sentimientos más solitarios del mundo. Nunca había estado lejos de mi hogar. Me di cuenta muy rápidamente, que tenía que crecer con velocidad, y no solo ser independiente, sino aprender como coexistir con otras personas, lo cual era algo que no tuve que hacer mientras crecía en Aurora, Illinois. Estás en tu zona de comodidad, en un pueblo relativamente pequeño con gente que te es familiar, y ahora eres un muchacho de 17 años embarcándose en la oportunidad de jugar en Grandes Ligas. Todo era nuevo para mí”.
“En mi primera salida del beisbol profesional, experimenté algo que nunca antes había vivido, ni en las Pequeñas Ligas, secundaria, o cualquier lado. Recibí dos jonrones en el mismo juego. Yo estaba en la Northwest League, jugando en Salem, donde teníamos nuestro equipo de temporada corta, y el juego fue en Bend, Oregon. Muy interesante fue que mi primer manager fue Joe Maddon”.
“Permití este jonrón con dos outs en un inning, entonces ponché al próximo bateador. Estaba muy agitado, agraviado y frustrado caminando alrededor del montículo, y Joe Maddon pudo ver eso claramente. Él dijo, “Sabes, la señal de un buen pitcher es uno que permite un jonrón y poncha al próximo bateador”. Acepté eso. Pocos innings después el mismo tipo viene otra vez y batea otro jonrón contra el edificio del abasto detrás del jardín izquierdo. Eso fue con un out, y ponché los próximos dos bateadores y salí del campo. Joe podía ver claramente que yo estaba agitado, agraviado y frustrado, se acercó a mí de nuevo y me dijo, “La señal de un buen pitcher profesional es cuando él permite un jonrón y poncha a los próximos dos bateadores”. Él tenía la idea de cómo calmar una situación, sabía como manejar a los peloteros, recuerdo eso vívidamente mientras estoy sentado aquí hoy”
“Pero el juego fue una falla real para mí, porque, como dije, nunca había experimentado algo como eso antes. Y cuando experimentas una falla por primera vez, vas a tener interrogantes. Te vas a preguntar, “Caramba, ¿Qué tan bueno soy de verdad?”
Mi primera temporada completa no fue un paseo por el parque. No fue un tazón de cerezas, tampoco. Estuve muy inconsistente. Tuve mis momentos donde fui dominante, pero también tuve mis momentos donde no estuve bien para nada. Mirando hacia atrás, era un momento cuando mi amor por el juego estaba a prueba, porque, una vez más, estaba experimentando las fallas como nunca antes las había vivido. Estaba tratando de encontrar como procesar eso y manejarlo”.
“Mi segundo año, estuve en Peoria, en la Midwest League. Mi manager fue Joe Coleman, y el ayudó a profesionalizarme. Me enseñó como actuar, como hablar, como ser responsable a un nivel profesional. Me llamó la atención sobre unas cosas, como llegar a tiempo y mostrar un compromiso real con el juego. Fue un año duro para mí, porque todavía estaba aprendiendo como lidiar con las fallas. Joe también era el coach de pitcheo, no solo el manager, así que él tenía muchas cosas en su placa, pero el también era un hombre bueno. Me mostró que ser un profesional es de verdad exigente, y eso es muy demandante. Como un muchacho con un año luego de haber salido de la secundaria, piensas que tienes algunas respuestas, pero no las tienes”.
“El próximo año, 1984, fui promovido al próximo nivel, a la California League. Tuve una temporada destacada, donde en 26 aperturas tuve 26 decisiones, lo cual es casi imposible en la actualidad. Cumplí 19 años ese verano, y tuve marca de 18-8 y fui el Pitcher del Año en la California League. La confianza alimenta la confianza, por lo que me venía sintiendo muy bien con mi juego y como me estaba desarrollando. Después de la temporada, yo tenía que ser protegido en el roster de Grandes Ligas, y así fue”.
“La siguiente temporada, fui a mi primer campamento de ligas mayores. Era 1985, y al mismo tiempo los Angelinos de California eran un equipo lleno de estrellas. Ahí estaban Reggie Jackson, Rod carew, Bob Boone, Bobby Grich, Doug DeCinces, Brian Downing, Tommy John, Geoff Zahn, Donnie Moore. Me refiero a que era un equipo tipo todos estrellas, y yo soy este muchacho de 20 años caminando en el clubhouse, en el Gene Autry Complex en Mesa, Arizona, sintiéndome, muy, muy fuera de lugar. Ese sentido de pertenencia no estaba allí, claramente. Estaba al tanto del ambiente en el cual me encontraba”.
“Aún así, varios tipos me hicieron sentir muy cómodo, y uno en particular: Donnie Moore. Sabemos que Donnie Moore, después de la temporada de 1986, se quitó la vida y eso fue duro para mí. Él fue el único que de verdad me protegió y me hizo sentir cómodo. Él se aseguró de que yo siempre tuviera el transporte para ir y venir al estadio, y cosas como esas”.
“Tuve mucho éxito en el campamento de Grandes Ligas, así que las dudas empezaron a despejarse un poco en ese punto. Ahora estaba enfrentando bateadores de Grandes Ligas, tipo que había visto por televisión cuando era niño, estaba teniendo éxito ante ellos. Empecé a notar que tal vez no estaba tan lejos”.
“Avancé por todo el entrenamiento primaveral sin idea de cual sería mi futuro. ¿Iba a hacer este equipo de Grandes Ligas? ¿Iba a ser reasignado a AA o AAA?”
“Nunca me dijeron que había hecho el equipo. Hice el equipo en el entrenamiento primaveral, en 1985, y lo descubrí de esta manera, yo caminaba hacia el clubhouse el día después de nuestro juego final de pretemporada. Cada año, los Dodgers y los Angelinos jugaban una serie del autopista y este era el día después del tercer juego. Recuerdo que era el día después del domingo de Resurrección y había un uniforme del día inaugural colgando en mi casillero. Así fue que lo supe. No hubo, “Felicitaciones, hiciste el equipo”, o alguna explicación. Solo había un uniforme colgando en mi casillero”.
“Por supuesto, había excitación, pero aún había duda de que yo pertenecía allí. Y como se dio todo, no duré mucho tiempo ahí. Hubo razones para eso. En parte fue el sentido de pertenencia, y la otra parte fue que ellos me encomendaron una labor, para la cual yo no estaba listo. Hasta ese punto, yo estaba muy cómodo con la rutina de cinco días como lanzador abridor, y fui enviado al bull pen. Ellos buscaban oportunidades para que yo saliera y tuviese éxito. No querían lanzarme al fuego”.
“Esperé una semana antes de mi primera salida. Fue en el Coliseo de Oakland en su noche inaugural, y recuerdo calentar en el bull pen. Estaba muy nervioso e incómodo. Cuando entré al juego, eso me llevó al juego. No tuve éxito. Si alguien mi primera salida en Grandes Ligas, se dará cuenta que no fue impresionante. Fueron dos tercios de inning y cuatro carreras, caminé algunos bateadores. No te sientes muy bien contigo luego de una salida como esa, particularmente a los 20 años de edad en las Grandes Ligas. Después de eso, estuve sentado por otras dos semanas antes de ver acción de nuevo, y cuando estás sentado por dos semanas te haces muchas preguntas”.
“Tuve una oportunidad de iniciar un juego, en Anaheim, contra los Atléticos de Oakland. Una pequeña historia vinculada a esa experiencia es Reggie Jackson. Muchas personas tienen diferentes opiniones de Reggie Jackson, y yo siempre tengo una opinión favorable, porque esa noche particular en Anaheim, luego de venir al dugout posterior al calentamiento en el bull pen, él vino y se sentó a mi lado. Puso su mano en mi pierna y dijo, “Muchacho, ¿estás listo?” Dije, “Sip”, y él dijo, “Vamos”. Él corrió hacia el jardín derecho. Eso era algo que él no tenía que hacer, pero lo hizo de todas formas y siempre he recordado eso. Tengo una opinión muy alta de Reggie Jackson debido a eso”.
“Para 1989, había grandes esperanzas de que íbamos a contender por la división, pero tuvimos muchas lesiones. Y hablamos de jugadores importantes, integrantes clave de nuestro equipo. Mike LaValliere estaba lesionado. Andy VanSlyke tenía dificultades musculares. Jim Gott tuvo una operación Tommy John, si mal no recuerdo, y él había sido nuestro cerrador en 1988, salvó 34 juegos. Las lesiones de los jugadores clave afectaron nuestra actuación. Como es bien sabido, es difícil encontrar los sustitutos quienes te van a dar la misma calidad de juego, en una dinámica de noche a noche, en la mayoría de las posiciones. No llegamos a nada en 1989, aunque, irónicamente, fue mi mejor temporada en el montículo”.
“Llegamos a la temporada de 1990, sabiendo que íbamos a tener de vuelta a esos tipos en la alineación, y trajimos a tipos como Jay Bell. Jay fue una gran parte de nuestra defensa y nuestra producción de carreras ese año. José Lind fue el tipo que emergió hacia finales de 1987, y hasta este día él es probablemente uno de los mejores segunda base que he visto debido a su atleticismo y alcance. Había pelotas que él podía tomar que ningún otro segunda base de esa época podía alcanzar. Él ayudaba a proteger a los lanzadores. Sid Bream fue uno de los mejores primera base con quien jugué, era muy bueno en su posición. Él tomaba los disparos erráticos y se movía bien para ser un tipo grande, aunque tenía molestias en las rodillas”.
“Teníamos unos jardines sanos con Barry Bonds, Andy Van Slyke, y Bobby Bonilla. Andy Van Slyke, para mí, es uno de los mejores jardineros central que haya visto, debido a sus instintos, los saltos con que sale tras las pelotas, y la manera como asume el juego”.
“Conocí a Barry Bonds en Venezuela en 1985, cuando jugamos pelota invernal juntos. Barry y yo siempre nos llevamos bien, por lo que no me gusta hablar de él mucho. Todos tienen opiniones de las personas y yo siempre he tenido una opinión favorable de Barry. Él fue un buen compañero de equipo, siempre muy respetuoso conmigo, como lo fui yo con él. Lo que él haya hecho más allá de eso fue totalmente responsabilidad de Barry Bonds. No tengo sentimientos enfermos o palabras duras para él. Él fue un tremendo atleta, obviamente, y fue parte integral de nuestro éxito en ese tiempo”.
Mike LaValliere era un tipo quien fue capaz de comandar un juego de beisbol desde detrás del plato. Él era un tipo con el cual se disfrutaba lanzar; confiabas en él. Era capaz de crear relaciones con los pitchers. Él fue un gran estudiante del juego y un tipo a quien quería detrás del plato. Don Slaught es un tipo que adquirimos en 1990, y complementaba muy bien a Mike”.
“Teniamos las piezas del rompecabezas encajando y salimos y ganamos la división, en San Luis, en 1990.Fue en la última gira del año antes de regresar a casa para terminar la temporada, esa es una historia que me gusta contar porque fue una de las experiencias más excitantes de las que fui parte”.
“De regreso a casa desde San Luis, el aeropuerto de Pittsburgh acumulaba más de 30.000 personas para recibirnos. Fue una de esas experiencias que casi no puedes describir. Fue algo muy cómico, caminábamos en el aeropuerto con gente que colgaba literalmente de las rampas, celebrando y aplaudiendo nuestro logro. Éramos una organización que había estado hambrienta de una aparición en postemporada por 11 años, y finalmente lo conseguimos. Esa fue la culminación y puedo recordar el proceso, todos los cambios que fueron hechos para hacer eso posible. Todo llegó a la vez, y que sentido del logro y que manera de celebrarlo”.
“Tuvimos una serie de campeonato de la Liga Nacional decepcionante. Nos fajamos por seis juegos, pero no pudimos vencer a los Rojos, quienes ganaron la Serie Mundial”.
“En 1991, fuimos aun mejores. Aseguramos el este de la Liga Nacional con dos semanas por jugar. Lo hicimos en Pittsbutgh. Pero también terminó siendo un año decepcionante. En los playoffs estábamos adelante tres juegos a dos, contra Atlanta, e ibamos de regreso a Pittsburgh con Doug Drabek y John Smiley. John había ganado 20 juegos ese año y Doug fue un pitcher sólido en Pittsburgh en todos los años que pasó ahí. Ganó un Cy Young en 1990. Desafortunadamente, los pitchers de los Bravos en esa época también eran buenos. Steve Avery estuvo a la altura del compromiso y el sexto juego fue una blanqueo 1-0. Entonces en el séptimo juego, estuvimos abajo desde el principio. JohnSmiley tuvo dificultades en ese juego, y una vez que ellos se fueron adelante, John Smoltz fue indescifrable. Él lanzó un blanqueo que ganaron 4-0. Ellos fueron a la Serie Mundial de 1991 y nosotros fuimos a casa. Entonces firmé como agente libre y jugué con Minnesota en 1992. Ese fue mi último año en las Grandes Ligas”.
“Cuando miro hacia atrás en mi carrera, no me siento desilusionado por no haber logrado más. Siempre he mirado eso con la convicción de que hice lo mejor que pude. No hago segundos pensamientos de lo que pudo haber sido, porque siento que mi ética de trabajo no era segunda de nadie y me siento muy privilegiado de haber tenido la oportunidad de lanzar ocho temporadas en las Grandes Ligas. Nunca trivializaría con eso, porque siento que me gané todo lo que tuve en este juego”.
“Aprendí de ciertos tipos, de ciertos coaches de pitcheo a través de mi carrera, y pienso que todo se resume en esto: Aprendes lo más que puedes de los tipos que pasan tiempo contigo, se comunican contigo, y te tratan bien. Hubo algunos de esos tipos que tuvieron un gran impacto en mi, y no solo en mi carrera beisbolera, sino en mi vida. Y así es como me desenvuelvo en mi posición como coach de pitcheo. Si tienes oportunidad de impactar una vida humana, un individuo quien está aspirando a lanzar en las Grandes Ligas…y no soy un tipo que lo sabe todo. Soy un tipo quién tiene experiencia y trata de usarla para ayudar a otros individuos a lograr el mismo nivel al cual tuve el privilegio de pitchear. Estoy orgulloso de haber pitcheado en las Grandes Ligas, y quiero hacer lo que pueda para ayudar a otros a lograr el mismo sueño”.
Traducción: Alfonso L. Tusa C. Octubre 16,2015.
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